Los bailes de Carnaval en Buenos Aires: desde los encuentros en el Teatro Colón a los shows de Sandro en Vélez y San Lorenzo
La introducción del carnaval en Buenos Aires se atribuye a los españoles, marcando una festividad de raíces paganas con conexiones cristianas, asociada a los días previos a la “limpieza de carne” y seguida por la prohibición religiosa de su consumo durante los cuarenta días de la Cuaresma. A lo largo de diferentes periodos y estratos sociales, el carnaval adoptó diversas manifestaciones.
Durante la Colonia, los sectores populares se sumaban a los bailes de máscaras en el teatro de La Ranchería, mientras que los más acaudalados lo hacían en la Casa de Comedias. El festejo también se expandía al ámbito público, inundando las calles con bailes y juegos acuáticos. Desde los balcones, se arrojaban fuentones, huevos ahuecados llenos de agua e incluso baldes de agua con lavanda -en el mejor de los casos- y de agua con sal los más traviesos.
El desenfreno y bullicio generados durante esos días eran considerados “costumbres bárbaras” por las clases altas, quienes se oponían fervientemente al carnaval. Estas objeciones encontraron respaldo en algunos gobernantes, como durante el mandato del Virrey Vertiz entre 1770 y 1784, cuando los bailes se confinaron a espacios cerrados y el característico toque de tambor africano fue castigado con azotes e incluso prisión.
Durante las gobernaciones de Juan Manuel de Rosas entre 1829 y 1852, el carnaval fue censurado, castigado y prohibido por decreto hasta 1854, cuando el gobierno de Buenos Aires autorizó nuevamente los bailes de máscaras y los juegos acuáticos. En 1845, Domingo Faustino Sarmiento, tras un extenso viaje por varios países, quedó fascinado por los carnavales italianos, las máscaras venecianas y la idea del anonimato de los disfraces como medio para momentáneamente mitigar las diferencias de clases sociales.
En su presidencia en 1869, Sarmiento promovió el primer corso oficial en la ciudad de Buenos Aires, participando activamente en los festejos junto a las murgas y comparsas, mayormente compuestas por afrodescendientes, que se erigieron como grandes atracciones. Además, destacaban la confección de disfraces y máscaras que buscaban igualar a todos los participantes sin distinción.
El tiempo fue pasando, y las festividades de carnaval en la Ciudad de Buenos Aires fueron abarcando nuevos lugares, llegando a más público y además de las murgas, enormes bales populares con destacadas actuaciones en vivo, como lo ocurrido en la época de oro, que comprende las décadas del ‘20 hasta el ‘70, un período que se destacó por la activa participación de todos los vecinos y la presencia de prominentes artistas populares, desde Troilo hasta Sandro, incluyendo una diversidad de exponentes de la música popular no solo argentina, ya que incluso Neil Sedaka visitó estas tierras para desplegar su encanto musical.
El reconocido Teatro de la Ópera, inaugurado el 25 de mayo de 1872, estaba ubicado en la entonces calle Corrientes, entre Suipacha y Esmeralda, y se dedicaba al arte lírico. En 1888, con el cierre del primer Teatro Colón, se convirtió en espacio obligado de los artistas internacionales más destacados, de Enrico Caruso a Eleonora Duse, y de Edith Piaf a Pampa una de las primeras óperas nacionales.
A comienzos del siglo XX, la importancia del teatro decayó debido a la apertura de su mayor competidor: el Teatro Colón. Así, igualmente continuó llevando espectáculos de calidad y aún se recuerdan esas veladas iniciadas el año 1921, gracias al impulso del empresario Mario Lombart, con la actuación de la imponente orquesta de Francisco Canaro, un ícono del tango que reunía a 12 bandoneones, 12 violines, 2 cellos, 2 pianos de cola, e incluso una flauta y un clarinete, constituyendo una rareza para esa época. Sería de los primeros bailes de carnaval con músicos reconocidos de los que haya registro.
En tanto, el Teatro San Martín, gracias a las gestiones del empresario José Gerino, fue el lugar donde Julio De Caro y su orquesta de 40 músicos amenizaban los bailes. Esta escena se reproducirá luego en diversos teatros como Coliseo, Politeama, Casino, Victoria, Astral, Smart o el Pueyrredón de Flores, entre otros, donde se habilitaban improvisadas pistas de baile.
De hecho, era el momento propicio en que las orquestas presentaban sus nuevos temas, como además de las de Canaro y De Caro, Firpo, Lomuto, Berto, Fresedo, Maffia, Brignolo o incluso Donato-Zerrillo. gracias a la amplia difusión que tenía en esa época del año cada una de sus presentaciones.
Hasta el prestigioso Teatro Colón se sumó a la movida en 1931, presentando las orquestas de De Caro, Enrique Santos Discépolo y Arturo de Bassi. Pero para que pudiera adaptarse a la fiesta, a ese recinto se le retiraban las butacas y se nivelaba el piso para que no haya problemas a la hora de danzar.
Para no olvidar el lugar en el que se realizaba la celebración, desde las 22 se ejecutaban valses o can can, pero al llegar la medianoche comenzaban los tangos, pasodobles, jazz o fox trot, en tanto que quienes querían disfrutar del evento pero sin bailar, podían ubicarse en cazuelas, tertulias y palcos, donde festejaban con el cotillón que oportunamente se les entregaba. A las 4 de la madrugada, la fiesta llegaba a su fin y cada uno volvía a su domicilio.
Con el tiempo, los clubes también se sumaron a la tendencia, compitiendo por albergar a las orquestas más destacadas, con directores como Carlos Di Sarli, Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo o Alfredo De Angelis, quienes llevaban el tango a lugares como Racing, River, Independiente, San Lorenzo, y muchos otros. Sobresalían además orquestas como “la orquesta de todos los ritmos” de Enrique Rodríguez, que interpretaba tangos, fox trot, pasodobles y rumbas. Otra agrupación atractiva era la orquesta Los Antillanos, que presentó a una joven de 17 años en el Centro Asturiano, la cual más tarde alcanzaría la fama como Valeria Lynch.
Sin embargo, hablar de bailes de carnaval en clubes lleva directamente a la memoria colectiva al recuerdo de lo que ocurría año a año en el Club Comunicaciones, cuyas primeras “reuniones danzantes”, tal como se las conocía en esa época, datan de los años ‘50, actividades que eran dirigidas exclusivamente a los socios de la entidad.
En esa institución, el primer registro de un baile de Carnaval de importancia llegaría en 1963, ya que según se detalla en la memoria de actividades de ese año, contó con la participación de estrellas de la talla de Raúl Lavié, Violeta Rivas y Chico Novarro, del Club del Clan, además de agrupaciones como La Chiringa del Caribe, Los Jets o Los Panther’s, quienes con sus “rocks furiosos” reinterpretaban clásicos del repertorio internacional.
Así, en la década del 60 y la primera parte de los 70, los bailes en los clubes alcanzaron su punto álgido. Además de la oferta gastronómica de cada uno de los buffets, las instituciones presentaban a figuras destacadas como lo que ocurría con San Lorenzo en el Viejo Gasómetro de Avenida La Plata,, en lo que se conocía como “el carnaval mayor de Buenos Aires”, por el que pasaron Sandro, Palito Ortega, Joan Manuel Serrat, Leonardo Favio, Roberto Carlos, Los Wawancó, Los Gatos, Manal, y otros populares como Bárbara y Dick, Katunga, Pomada, Pintura Fresca, e incluso el grupo folklórico Los del Suquía.
Algunos lugares también optaban por lo que llamaban “selectas grabaciones”, así los reconocidos conductores como Miguel Ángel Merellano, Rubén Machado, Leo Rivas, Edgardo Suárez o Juan Alberto Mateyko acompañados por los musicalizadores presentaban cada uno de los temas.
Pero sin dudas, en el Comu, lo más recordado eran los carnavales auspiciados por Radio Mitre, que tenían al recordado Mochín Marafioti -músico y productor y que también fuera director artístico en Discos CBS- como musicalizador. Desde papel picado hasta serpentinas de colores, o lanzaperfumes y aerosoles de nieve, además de los inolvidables baldazos de agua, todo servía a la hora de sumar atractivo, color y fiesta a cada una de las reuniones.
“8 grandes bailes 8″,rezaban los anuncios de cada uno de esos clubes donde se desplegaba toda la magia, ya que aprovechando la popularidad que tenían, el calendario marcaba que los bailes comenzaban los días viernes y sábado de la semana previa al carnaval; tras ello, los días viernes, sábado, domingo y el lunes de carnaval (los martes no, ya que el miércoles de ceniza se trabajaba) y culminaba la serie de presentaciones los viernes y sábado de la semana siguiente. En total eran ocho noches de disfrute.
A muy temprana edad, Robertito Sánchez se vio impregnado del ambiente murguero que caracterizaba a su barrio. Anualmente, Doña Nina dedicaba especial esfuerzo a la confección de los trajes, asegurándose de que su hijo destacara con el atuendo más destacado, como claramente se aprecia en la fotografías de época.
A los nueve años asistiría a su primer baile de carnaval en el Club Sportivo Alsina, donde, según sus propias palabras, deslumbró a todos con sus habilidades de baile al ritmo de Hasta luego cocodrilo, de Bill Haley y sus Cometas.
Pronto, los carnavales tomaron protagonismo en la vida de Sandro. En sus inicios, estos eventos eran más modestos, como el recordado de 1962 en el Club Victoriano Arenas, que contó con la presentación de Héctor Larrea. No obstante, con el tiempo, estos festivales alcanzaron dimensiones impresionantes, marcando récords imbatibles durante la década del ‘70. Lugares emblemáticos como el Club San Lorenzo de Almagro, el estadio de Vélez Sarsfield, y los maratónicos espectáculos que recorrían todo el país se convirtieron en escenarios destacados de los inolvidables shows de Sandro.
No obstante, con la instauración de la dictadura militar, el carnaval empezó a perder relevancia. Aunque experimentó un resurgimiento parcial con el retorno de la democracia, las festividades nunca recuperaron completamente su esplendor original.
Este viernes 1° de marzo, en el estadio GEBA, se producirá un evento que marca no solo la idea del resurgimiento de esta clásica postal porteña, sino también demuestra la masividad que en el último tiempo tomaron las denominadas Fiestas Bizarren. En charla exclusiva con Teleshow, Nico Kors, creador y promotor de los eventos, destacó: “Surge de lo que me contaban mis padres respecto de los tradicionales carnavales de los años ‘70, donde tocaban Palito Ortega, Sandro, Raffaela Carrá, Sergio Denis, etc… con el tiempo se fue perdiendo la tradición y Buenos Aires quedó sin ninguna propuesta atractiva para Carnavales. A tal punto que la gente se va a Gualeguaychú, Corrientes, Córdoba”.
En medio de ese panorama: “Me plantee generar una propuesta que recupere todo eso para Buenos Aires, adaptada a la actualidad y con las características de la Bizarren que tiene mucho de carnavalesco, disfraces, ambientaciones, atractivos lúdicos, y obviamente la grilla musical acorde a lo que buscamos generar”, con bandas como Vilma Palma, Kapanga, Damas Gratis, Amar Azul, Los Sultanes o Alcides, además de Machito Ponce y Los Grosos o los shows del doble de Sandro y Paolo el Rockero. “Lo que espero es que vengan todos disfrazados, se diviertan mucho y con el tiempo nuestra Ciudad vuelva a ser un centro de atención en fechas de Carnaval”, cerró.