Se cumplen dos años de la muerte de Gustavo Martínez, el gran amor de Ricardo Fort
A dos años de la muerte de Gustavo Martínez solo quedan buenos recuerdos del personal trainer. Aquel que, tras la muerte de Ricardo Fort, se transformó en el protector de sus hijos y se abocó por completo a Felipe y Marta Fort dijo adiós el 16 de febrero de 2022. En medio de la tragedia fue encontrado sin vida en el patio interno del edificio que ocupaba en Belgrano.
Nacido el 4 de junio de 1959, el oriundo de San Isidro construyó su vida alrededor de su físico. Tras sufrir una dura infancia forjó una personalidad introvertida y solitaria, la cual trabajó con el ejercicio físico. Lo que empezó como un pasatiempo pasó a ser un estilo de vida y luego, una profesión. A principios de los ‘80, el fisicoculturismo era una novedad en el país. Gustavo llegó a desarrollar una incipiente carrera con su hermano Claudio, que se destacó a nivel competitivo, consagrándose campeón argentino y sudamericano y convirtiéndose en una leyenda en la disciplina.
Mientras lidiaba con los problemas familiares, también tuvo que hacer frente a otro tabú de la época: su homosexualidad. Así fue como un día conoció a un joven millonario, Ricardo Fort. En ese primer encuentro solo charlaron un rato y no mucho más que eso, pero de esa charla derivó un lugar, un boliche. Ricardo tomó nota y se volvieron a encontrar. Bailaron un rato con amigos y la pasaron tan bien que la noche se hizo día en un café. Allí sucedió el gesto que terminó de rubricar el flechazo. Pidieron la cuenta y Gustavo se adelantó, sacando su tarjeta de crédito.
Sin embargo, esto no le agradó al joven chocolatero, acostumbrado a pagar siempre él. Por lo tanto, Ricardo insistió para abonar la cuenta, sin embargo, el personal trainer no se dejó doblegar e impuso su actitud. Quizás porque le llevaba casi 10 años, o porque Ricardo quedó petrificado porque alguien se animaba a desafiarlo en el terreno en el que era el rey. “Yo creo que eso lo movilizó un poco”, recordaría Gustavo tiempo después con una media sonrisa, como quien rememora una travesura.
Ya el segundo encuentro no fue casualidad. Ricardo invitó al entrenador a ver un show al que iba a asistir con su madre. Seguramente no era el tipo de cita que esperaba Gustavo, pero aceptó ir. Durante todo el espectáculo sintió los ojos de Marta Fort clavados en él, sin imaginar ni por asomo cuánto iba a querer a esa mujer, y a esa familia.
A partir de entonces, su romance sería historia. En total fueron 6 años de amor. “Nunca le duraron demasiado las parejas a Ricardo”, admitió el entrenador tiempo después. Mientras seguía con su trabajo de personal trainer, veía que su novio quería ser famoso, que levantaba demasiado su perfil, que él no podía, o no quería, seguirle el paso. Con ese objetivo Ricky viajó primero a Los Ángeles y después a Miami. Gustavo lo siguió amando en silencio y nunca perdió el contacto, pero se mantuvo al margen del torbellino que en cualquier momento podía estallar.
Luego, Gustavo siguió muy de cerca el proceso de Ricardo para ser papá. Incluso hasta California, Estados Unidos, para estar junto a él. Gustavo siempre supo que no sería el padre, aunque el propio Ricardo insistía en que sus hijos tenían dos papás. Y en esos momentos de extrema felicidad del empresario, acaso los más dichosos de su vida, se dio el gusto de elegir el nombre de uno de los mellizos.
El hombre del chocolate, nombró a Marta como su madre y a Felipe como su abuelo, pero durante mucho tiempo poco se supo de los nombres completos. El personal trainer fue quien bautizó Segundo a Felipe. “Se lo puse yo, me gustaba: Felipe Segundo, tiene nombre de rey”, contó orgulloso durante un diálogo con Verónica Lozano.
Después de un tiempo, su relación tuvo otro acercamiento cuando Gustavo tuvo una operación. Razón por la cual Ricardo lo invitó a hacer la recuperación en su casa. Se instaló en uno de los dormitorios, acondicionado especialmente para la ocasión. Había sido un pedido de Ricardo, que siempre sintió protección y seguridad en Gustavo, a quien veía como una persona noble y honesta.
Tiempo después, con su salud más deteriorada, el artista confió lo más valioso de su vida en las manos de Gustavo. En 2010, el empresario lo esperaba con un abogado y una contadora. Sobre la mesa, descansaban un papel y una lapicera. Era una orden de tutela dativa, según la cual, en caso de fallecer Ricardo Fort, el cuidado de sus hijos, Marta Carolina y Felipe Segundo, quedaba a cargo de Gustavo Martínez. Un documento repleto de datos fríos, pero que encerraba la prueba de amor que jamás había recibido.
En una primera instancia, Gustavo se negó a firmarlo, pero cedió ante la insistencia de su viejo amor. Si bien Ricardo lo repetía, Gustavo nunca creyó que el padre de Felipe y Martita, moriría joven. Hasta entonces, él estaba acostumbrado a ocuparse de las cosas que su amigo no quería -o no sabía- cómo afrontar. Hasta entonces, siempre con la compañía incondicional de la niñera, Marisa López, asistía a reuniones en la escuela, colaboraba en algunas tareas domésticas o simplemente, los cuidaba.
Pese a las cadenas de oraciones y los ruegos, llegó el fatídico 25 de noviembre cuando Ricardo falleció a los 45 años. En medio del dolor y la impotencia, y antes de que entrara en juego cualquier resolución legal, tuvo que acercarse a Martita y Felipe, que en ese momento tenían nueve años, para darles la dura noticia que nunca les hubiera querido dar. Con el corazón destrozado por la partida del hombre al que había amado toda su vida, se agarró de donde pudo para buscar ayuda. Habló con la psicóloga, con la incondicional Marisa, y también hurgó en su memoria, en el recuerdo de su madre. “Andá con la verdad”, fue lo que escuchó. Sentó a los niños en su cama y juntó coraje.
A partir de entonces se convirtió en el pilar de los jóvenes, quienes crecieron bajo su tutela. Rodeados de amor y cariño, Marta y Felipe alcanzaron la mayoría de edad, lo que significaba el final de la promesa que Gustavo le había hecho a Ricardo. Fue en ese momento que la tragedia volvió a golpear a la familia.
Aquella noche del 16 de febrero de 2022, un llamado alertó al 911. El reloj marcaba cerca de las 4.45 de la madrugada cuando personal de seguridad privada, que custodiaba la cuadra, advirtió a los efectivos la presencia de un hombre que había caído desde el piso 21 de un edificio ubicado sobre la calle Sucre al 1900.
Los agentes de la Comisaría Vecinal 13A de la Policía de la Ciudad se trasladaron de urgencia al lugar, donde personal médico del SAME constató la muerte de Martínez, que tenía 62 años.