Gustavo Sáenz: “Para sentarnos a hablar, hay que terminar con los agravios, las represalias y los castigos”
“Nos la pasamos hablando de la pelea del Presidente con los gobernadores o Lali Espósito mientras hay cada vez más pobres y los jubilados no pueden comprar los remedios”. La definición es una parte de la entrevista que el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, le brindó a Infobae ayer por la tarde, antes de regresar a la provincia del norte y tras un nuevo encuentro con el ministro del Interior, Guillermo Francos.
El mandatario salteño pide calma y madurez. Todo lo que no parece encontrar en el gobierno de Javier Milei. Salvo en el hombre que sigue siendo un puente con la Casa Rosada: Francos. Aunque esas conversaciones, café de por medio, sean solo para mantener la cordialidad y la voluntad de buscar acuerdos. Un intercambio de buenas intenciones que empiezan a ser insuficientes para gestionar un país en crisis económica y con una creciente alteración política.
Los gobernadores están hartos de las agresiones de Milei. Están cansados de sus maltratos en las redes sociales y sus acusaciones verborragias. Aún así, existen algunos, como es el caso de Sáenz, que hacen reiterados intentos para generar una mesa de diálogo y acompañar al Gobierno en la gestión ejecutiva y también en la legislativa. Pero todo tiene un límite y el Presidente lo está atravesando a toda velocidad y sin mirar atrás.
– En el convulsionado contexto político que hay por estos días, ¿Cuál es su apreciación sobre el vínculo entre el Presidente y los gobernadores?
-Vengo planteando desde el primer momento la necesidad de darle las herramientas al Presidente para que pueda gobernar y llevar adelante su plan político y su programa de gobierno. Creo que así debe ser. Ha sido elegido por la mayoría de los argentinos y nosotros tenemos que dar esas herramientas que necesita. Esto tiene que darse en un marco de diálogo y consenso, que es sinónimo de democracia y no de corrupción. Tenemos que tener la suficiente madurez política, humildad y grandeza. Dejar de lado los insultos porque si seguimos en esa postura va a ser muy difícil acordar.
-Eso impacta en la gestión directamente
-Los únicos perjudicados terminan siendo los argentinos. Tenemos la obligación de dejar de lado las disputas y ponernos a trabajar para la gente. Veo una Argentina paralizada. Los gobiernos provinciales paralizados porque no tenemos previsibilidad. Todos los días tenemos que estar esperando el estado de ánimo con que se levanta algún funcionario nacional y ver si nos quita algo, qué nos dice o cómo nos trata.
-¿Cómo se puede negociar dentro el marco institucional y político, cuando lo descalifican o tratan de traidor, como fue su caso luego del fracaso de la Ley Ómnibus?
-Es muy difícil pero es ahí donde tenemos que tener grandeza y humildad. Y, sin perder la dignidad, entender que primero están representados los salteños. Anteponer ante los agravios e insultos, la responsabilidad de resolver el problema institucional que existe. La gente no anda con la Constitución bajo el brazo diciendo “esto le corresponde a la Nación, a la provincia o a los municipios”. La gente quiere soluciones y no le importa quien tiene razón o quien tiene la culpa. La gente está esperando, de una vez por todas, que nos pongamos a trabajar. Esto no es un club de amigos. Tenemos la responsabilidad institucional de gobernar y servir lo mejor posible a nuestra gente. Hay que mostrar un grado de gran responsabilidad y madurez. Y de gran tolerancia. Y, a partir de ahora, de mirar para adelante y tratar de olvidarnos, sin odio y sin rencores, de todas las barbaridades que se han dicho. Que duelen, que son injustas y que son difíciles olvidar. Porque son cuestiones muy complejas las que se dicen. Son palabras que quedan. No hace bien a la institucionalidad. El mundo nos está mirando.
-¿Qué cree que se puede ver desde el exterior de lo que es la Argentina en este momento?
-Tenemos una oportunidad histórica. El norte argentino es un gigante dormido que tiene todo lo que el mundo demanda y necesita, pero también hay que darle las obras de infraestructura necesarias para que pueda despegar. Y ahí es donde el mundo está mirando. Argentina tiene todo lo que el mundo necesita. Pero no solo ve la parte económica. También ve la parte institucional. Qué inversor va a venir a un país en el que ve que está en riesgo la institucionalidad, el Presidente está peleado con los gobernadores y no se habla con los diputados. No les da previsibilidad, ni seguridad jurídica, ni garantías. Si no hay un equilibrio entre lo económico e institucional, va a ser dificil que podamos lograr que vengan inversores a nuestra querida tierra.
-El Gobierno cree que hay momentos donde perder es ganar. La ley ómnibus es un caso. Y la pelea con los gobernadores otro. ¿Esa falta de diálogo con los legisladores y mandatarios, no es un símbolo de debilitad más que de fortaleza?
-Si, es una debilidad para el Gobierno, para la institucionalidad y el sistema democrático. Lamentablemente se están empezando a judicializar un montón de cuestiones que debe resolver la política. No podemos pasarle a la Justicia el problema que no puede resolver la política. Tenemos que tener la suficiente humildad, grandeza y madurez para resolver nosotros los problemas que son de la política. Si no ponemos a otro poder del Estado en una situación bastante compleja. Los problemas de la política los tiene que resolver la política. Pero para que haya diálogo tiene que haber dos partes mínimamente. Y hasta ahora no hemos logrado sentarnos en una mesa como seres adultos y responsables. Sobre todo sabiendo lo que implica la responsabilidad de manejar los destinos del país y las provincias.
-Entonces, ¿cómo se sigue?
-Tenemos que dejar de lado estas cuestiones que hacen mucho daño. Hoy la gente no la está pasando bien. Lamentablemente la variable de ajuste son los jubilados, la clase media, los docentes. Un colega tuyo me decía que el fondo compensador del transporte se lo sacaron a las provincias como represalia de la ley ómnibus. Evidentemente el castigo y las represalias son selectivas porque al AMBA no lo tocaron. O se lo van sacando gradualmente y a las provincias le sacaron de un día para el otro. No nos perjudican a los gobernadores, sino a los maestros, los laburantes, jubilados o enfermos de las provincias. Son muchas cuestiones que afectan al argentino de bien. Muchos de ellos seguramente acompañaron a este presidente.
-¿Qué es lo que los gobernadores dialoguistas le están pidiendo al Gobierno en medio de este caos de acusaciones, cruces, chicanas y denuncias?
-Lo primero que le pedimos es que terminen con las descalificaciones, los insultos y la falta de respeto a los gobernadores, porque tenemos la legitimidad de haber sido elegidos. Primero para sentarnos a hablar, hay que terminar con los agravios. Las formas no son buenas. No las comparto. Hay que terminar con las represalias y los castigos. La billetera y el látigo, las maneje la derecha o la izquierda, no son buenas. Ya hemos vivido estas situaciones. No me parece que sea lo que corresponda hacer. Opinar distinto no te hace enemigo. La libertad, que tanto se pregona, te da esa posibilidad de poder hablar y opinar lo que realmente sientas. Tampoco podemos estar sometidos ni ser serviles de nadie.
-El Gobierno pide que acompañen todo sin nada a cambio, aún con medidas que pueden perjudicar las economías locales.
– Muchos piensan que es necesario acompañar a toda costa lo que el gobierno nacional necesite, pero ningún gobernador le va a pedir a sus legisladores que levanten la mano cuando haya alguna legislación que vaya en contra de los intereses de sus provincias. Porque ellos viven ahí. Yo represento a Salta, no soy delegado ni empleado de ningún gobierno nacional. Soy parte de un partido provincial que ha competido con el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, y le ha ganado por amplia mayoría las elecciones. Nunca se me ocurrió gobernar por DNU o llevarme puesto los intendentes que no son de mi signo político o maltratarlos. Trabajo en forma conjunta con ellos. El día que terminan las elecciones, hay que gobernar con todos.
-¿Cree que, como dice el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, hay una intención manifiesta de disciplinar a las provincias?
-De acuerdo a lo que me cuenta Nacho, él ha recibido llamadas que tienen que ver con eso. Me parece que no está bueno y no lo vamos a aceptar. Muchas veces no sé si el Presidente tiene conocimiento de estas situaciones o no, pero me parece que si las sabe, tendría que obrar en consecuencia y terminar con estas cosas. No le hacen bien a la democracia. No le hace bien a nadie. No se puede estar peleando con todo el mundo al mismo tiempo. Es una locura. Si uno hace este análisis, nos pasamos hablando de la pelea del Presidente con los gobernadores y Lali Espósito, todas las semanas inventamos algo, y la gente la está pasando mal. Los jubilados no pueden comprar los remedios, hay mayor cantidad de pobreza, la inflación le está comiendo el salario a toda la clase media. Se está licuando cada vez más y la plata alcanza cada vez menos. Pero no hablamos de eso que es lo importante. La gente está esperando que resolvamos esos problemas, que son los problemas de los argentinos, no la pelea con Lali Espósito o los gobernadores.
-¿Lo ve como parte de una estrategia para direccionar la atención y que no se ponga en foco el programa económico?
-Van pasando los días y podemos exhibir un superávit porque no se paga nada y se patean las deudas. Porque se le sacan a los que les corresponde, los fondos que les corresponde. Entonces así sí va a dar superávit. Es como si en tu casa dejas de pagar el colegio, la luz, el gas, y a fin de mes decís: “me quedó plata en la cuenta”. Hay un poco de esto. De que no se hable de lo que realmente importa. El Presidente necesita sus herramientas y es entendible. Pero también tiene que entender que los gobernadores tenemos que tener previsibilidad y certeza para poder gobernar. Saber con que contamos y con que no. Y para eso hay que sentarse y hablar. Porque si no se habla, no se sabe. Y si no se sabe, no se pueden gobernar. Esto es así lamentablemente. La coparticipación, por ejemplo, es una discusión que debe darse hace 30 años y se la esquiva constantemente, emparchando eso con pactos fiscales, dándonos un poquito más de un impuesto. En definitiva, ningún gobernador quiere venir a Buenos Aires a estirar la mano y mendigar lo que corresponde. Hasta que no se defina este tema, vamos a estar en esta situación de lucha. Sería bueno no tener que pedirle nada a nadie. Así hay una distribución equitativa y justa entre todas las provincias. No creo que ningún gobierno o presidente quiera destrozar a las provincias. Tiene el derecho de pedir que ajustemos y ser austeros porque la situación es difícil y que hay que hacer lo mejor posible.
-¿Qué considera que está faltando para que el ajuste no impacte directamente en la gente y aumente la pobreza?
-Lo que falta, por sobre todas las cosas, es sensibilidad y humanidad. Uno sabe que estas cosas van a ocasionar problemas en las clases más vulnerables, en la clase media y los jubilados. Sabíamos que las consecuencias de este ajuste, de esta devaluación, iban a significar eso. La recesión que hay, los comerciantes, las pequeñas pymes están sufriendo mucho y están bajando mucho sus ventas. Han dejado gente sin trabajo. Está ocurriendo lo que sabíamos que iba a pasar si no tomaban medidas que amortiguaran este ajuste. No veo que haya algún tipo de solución para buscar resolver las consecuencias que está provocando. Y veo que apuestan a que pase el tiempo y que la gente aguante hasta donde pueda aguantar.
-Eso suele tener un fecha de vencimiento
-Tiene que ver con la luna de miel y la licencia social que tienen los gobiernos, que no duran eternamente y no duran para siempre. La gente está expectante. Sigue esperanzada. Hay muchas medidas que nosotros acompañamos y vamos a acompañar, que me parecen buenas. Es fundamental sentarse en una mesa de consenso y diálogo, y resolver rápidamente, porque estos meses van a ser muy difíciles. Ya fueron difíciles los meses pasados. Estos meses van a ser más complejos. Pero no veo que haya algún tipo de contención.
-¿Que habló con el ministro del Interior, Guillermo Francos, en la Casa Rosada y qué relación tiene con Milei?
-Con Francos bien. Seguimos dialogando. Es un hombre con el que nos comunicamos permanentemente. Tratamos de mirar hacia adelante y ver cómo se resuelven los problemas institucionales. Es un hombre de diálogo. Y dentro del Gobierno es quien lleva adelante las negociaciones. Muchas veces se ven frustradas por cuestiones que no son de él. Pero él esta convencido que es necesario institucionalidad y tranquilidad para los gobiernos. Y poder trabajar de manera conjunta. En ese sentido estamos trabajando y no vamos a descansar hasta lograr ese gran acuerdo. Respecto al Presidente, lo vi una vez en mi vida, que fue cuando nos reunimos con todos los gobernadores. Habló bastante de la economía y de los puntos que eran necesarios para llevar adelante su plan de gobierno. Y después no hablé más. Pero si nos convoca, ahí estaremos presentes. No van a ser los gobernadores los que van a poner palos en la rueda para que el gobierno no pueda salir adelante. Entendemos que si le va bien al presidente, nos va bien a los gobernadores y a los argentinos. No somos islas despegadas del gobierno nacional. Apostamos a que le vaya bien. Queremos ayudarlo y que le vaya bien, pero queremos hacerlo en un marco de respeto.
-¿Cuál es el riesgo de que escale aún más la pelea entre Chubut y la Casa Rosada?
-El riesgo es que la gente se canse y diga, como en el 2001, que se vayan todos. Acá no se salva nadie. Este es un solo barco y en ese barco estamos todos. Hoy el Presidente es el capitán de ese barco y acá hay gobernadores que quieren ayudar. Si no podemos cordura, prudencia, y templanza, lamentablemente la situación cada día va a ser mas compleja. No le veo el camino de salida. No se adónde conducen estas peleas estériles. No le sirven a nadie. Hay algunos gobernadores que están del lado del diálogo y algunos que se habrán cansado de tanto insulto y tanto agravio. Todo tiene un límite. Mi límite es que le toquen los recursos a los salteños.