Las horas finales de Guillermo Coppola antes de la cárcel: un allanamiento televisado, la historia del jarrón y una entrega pactada con un móvil en vivo
La siguiente escena pertenece a Coppola, el representante, la ficción que acaba de estrenar la plataforma Star+ sobre la vida de Guillermo Coppola. La fecha: 9 de octubre de 1996. La locación: el departamento que el representante de Diego Armando Maradona tenía en la Avenida del Libertador al 3540, en el barrio porteño de Palermo. En la ficción, el mánager estaba por sentarse a comer con su familia en la casa materna y recibe un llamado: van a allanar su casa. Entonces con preocupación da el visto bueno y solicita a su empleada que les abra, mientras relojea el televisor y con sorpresa descubre que el procedimiento está saliendo en vivo y en directo. Y entonces la sorpresa: se encontraron 406 gramos de cocaína de bajísima pureza en un jarrón de su departamento, por lo que el juez determina que debe ser detenido de inmediato, acusado de ser el líder de una presunta organización narco. Después de algunas horas en las que el manager buscó un abogado y planteó su estrategia, se entregó ante el comisario un día después, mientras la TV transmitía en directo y un móvil lo acompañó durante todo el trayecto dentro del auto.
Esa recreación pertenece a un fragmento real en la vida del empresario, la diferencia con la realidad es que ya contaba con un pedido de captura nacional e internacional librado por juez federal, Hernán Bernasconi y se refugiaba en la casa de su madre, desde donde partió al día siguiente para entregarse a la justicia, pese a que le habían recomendado que no lo hiciera.
A partir de ese suceso, pasó 97 días tras las rejas, primero en el penal de Dolores y luego en la cárcel de Caseros, hasta que la Justicia comprobó que la causa había estado armada y los policías encargados de la investigación terminaron presos. La causa pasó por varios jueces y se mudó cuatro veces de juzgado. Los implicados, investigadores y testigos desfilaron durante años por los canales dando material a los programas que desmenuzaron el caso de forma minuciosa y brindando a los espectadores todo tipo de detalles, sin respetar secretos de sumario, hipótesis ni testigos protegidos, como si se tratase de una telenovela. Todo parecía valer.
Y aquella entrevista televisada, en la que Coppola viaja con un bolso de mano a entregarse a la policía, es el puntapié inicial, esa ventana que se abre junto a un allanamiento público que darían lugar a toda “la cadena nacional”, ese minuto a minuto del caso que vendría por los próximos meses de la mano de programas como Mediodía con Mauro, que conducido por Mauro Viale en el viejo Canal 7 rondaba los 30 puntos de rating.
De aquel emblemático móvil que quedó en el recuerdo, se desprende el siguiente diálogo. “Hoy estuve con el juez Bernasconi, esta mañana, y le pregunté cómo era que se podía encontrar medio kilo de cocaína en un departamento allanado por una persona que estaba sospechada de tenerlo, y me dijo que un testigo introdujo la mano en un gran jarrón, un ánfora que tenés, y que fue el testigo mismo que encontró ese paquete: medio kilo de cocaína, una cantidad enorme”, decía el periodista Néstor Ibarra en vivo, al aire del canal América, mientras realizaban juntos el recorrido en auto desde la casa familiar del representante hasta donde estaba pactada su entrega.
“Yo no puedo decirlo, desconozco las pruebas que tiene el juez, indudablemente algo deben haber encontrado. Sí, es muy sugestivo que sabiendo yo por ahí que iban a hacer un allanamiento, porque la cosa venía, venía y así fue como el caso pasó de ser de Espósito (Gabriel, cuñado de Diego) y Coppola Claudio (que nada tenía que ver con el mánager), a ser el caso Maradona- Coppola. Y esto trajo mucha trascendencia, se venía hablando mucho”, respondía Guillermo, vestido impecable con una chomba blanca y con el bolso con sus pertenencias sobre su falda, moviendo las manos nervioso, alejado de esa postura de dandy que lo caracterizaba por aquella época y sin saber que la pesadilla recién empezaba.
“También quiero decir que me parece llamativo que hayan encontrado drogas en el ánfora que estaba en el pasillo más transitado de la casa”, sumaba, descreyendo de la veracidad del procedimiento que lo llevaría a vivir la experiencia más traumática de su vida.
En otro fragmento de la ficción se muestra el origen de aquel jarrón, quien Coppola recibió de manos de una modelo alemana de la que se enamoró en un desfile en el Hotel Hermitage de Mar del Plata. Apenas la vio el flechazo fue inmediato e hizo todo para conquistarla, incluso las cosas más insólitas -o al menos eso dice el guion-. De aquella relación, que fue efímera, quedó una marca más que relacionada con el amor con el recuerdo de aquella pieza que llegó a sus manos con la intención de decorar su hogar y terminó labrando un capítulo olvidable de su vida.
Ya en libertad, durante muchos años -aún hoy- y en infinidad de entrevistas, el empresario contó cada una de las vivencias que pasó durante los casi 100 días que estuvo privado de la libertad. Con el tiempo, ya las transformó en anécdotas que cuenta desde humor y que van mutando en su veracidad y el famoso jarrón se convirtió en tal vez, el objeto decorativo más emblemático de la historia policial argentina.