Damián Mahler lleva la obra de Los Beatles a la dimensión sinfónica: “Lo tomé con responsabilidad porque es un material muy valioso”
Una tarde soleada, primaveral en una Buenos Aires de otoño. Un colectivo británico, de rojo reglamentario y ploteado con el espectáculo. Cuatro músicos a imagen y semejanza de los cuatro de Liverpool, interpretando esas canciones entrañables en formato acústico. Un viaje mágico y misterioso a través del tiempo y el espacio, uno de los tantos posibles, capitaneado por el proyecto de The Beatles Symphonic Fantasy.
Como maestro de ceremonia está Damián Mahler, director de la puesta que llegará este sábado 6 de abril al Luna Park. Se trata de un espectáculo en el que la banda interpretará junto a una orquesta sinfónica de 50 músicos el repertorio imbatible de Los Beatles. Tarea difícil si las hay, al tratarse de canciones muy ligadas al sentimiento de los fanáticos, universales y personales al mismo tiempo, y fundamentalmente, hermosas. “La idea es que el publico se encuentre con el repertorio de todas las épocas, desde ‘Love me do’ a ‘The end’. Por eso armamos unos medley, hacemos diferentes versiones y el público se va a ir sorprendiendo entre fragmentos y canciones completas”, dice el director.
Después de una parada técnica y simbólica en el Obelisco, al ritmo de “All my loving” el colectivo baja por Avenida Corrientes para tomar Alicia Moreau de Justo y enfilar rumbo a la Facultad de Derecho. A su paso, peatones y automovilistas observan a ese two decker rojo surcando la ciudad. Salvando las distancias, los rostros de sorpresa se asemejan a las del concierto de la terraza. Y en la escena hay algo de ese humor británico que tan bien manejaban los Fab Four, más allá de la acción publicitaria: los cuatro interpretando versiones caseras y acústicas, en contrapartida a las que ejecutarán junto a otros 50 músicos sobre el escenario.
Con un largo recorrido en este tipo de conciertos, Damián Mahler incursiona por primera vez en el terreno beatle con los pros y contras que esto conlleva. Un repertorio imbatible, que trasciende las épocas y las generaciones pero al mismo tiempo tan perfecta y tan cara a sus fanáticos que cualquier desliz puede ser visto como una profanación. Abordarlo desde el respeto y la admiración con la que hizo con cada uno de los proyectos es su marca registrada. “Me lo tomé con seriedad, para ser fiel a la música de Los Beatles y también animándome a darle ese toque diferente a través de la orquesta”, explica.
No es la primera vez que Mahler y su equipo apelan a la nostalgia a la hora de diagramar sus creaciones. En esta suerte de hilo conductor, por la que pasaron desde la recreación de Jurassic Park hasta la versión de bandas sonoras de los ‘80, lo de Los Beatles era cuestión de tiempo. Porque si hay una banda de rock que une generaciones, que en tiempo real o con el paso del mismo zanja la grieta sonora entre padres e hijos, esa es The Beatles,
En el caso particular de Damián, era conectar con su yo adolescente que empezaba a tomarse la música más en serio. No era lo que más se escuchaba en su casa y tampoco se remonta a un legado generacional como sí ocurrió en su profesión compartida con su padre Ángel. No recuerda si fue a los 13 o a los 14 que le regalaron un CD de Los Beatles. Él ya tocaba el piano. Y empezó un recorrido largo y sinuoso que tendrá su punto cúlmine en el Luna Park. “Ahí empieza mi camino de descubrirlos. En la facultad frecuenté locos por Los Beatles, por su música pero también por su historia. Hice ese click de entenderlos, me empezaron a atravesar y este espectáculo tiene que ver con eso”.
—¿Qué te atrapó puntualmente de su obra?
—Hay cosas que son como una verdad absoluta. Los Beatles son patrimonio de la humanidad, hablaban acerca de que el amor era la solución, bregaban por la paz, cosas que pueden parecer obvias o naif, pero ves lo que pasa hoy en la escena musical y no vemos un compromiso con estas verdades absolutas. Pero en esa época había que rebelarse, al punto que para Lennon no fue gratuito y puede haberle costado la vida. Ese compromiso absoluto los hacía volcar ese sentimiento en una música poderosísima, y no olvidemos que organizaron quizás el primer streaming de la historia cantando “All you need is love”, sonando la Marsellesa siendo ingleses… había que abrir las cabezas, y ellos lo hicieron.
—¿Cómo planificaste el abordaje a una obra tan compleja como la de Los Beatles?
—Al haber surgido en pandemia, fue una época ideal para volver a ver documentales, para investigar. Y lo tomé como una responsabilidad, porque estoy manipulando un material valioso. Ya lo presentamos en España y en México, y lo que vi es que el público viene a revivir sus momentos personales, que quizás son sus propios recuerdos, con sus padres, con sus hijos, con sus parejas, y todo lo lindo que esta música genera. Intentamos ponerlo en un formato que para ellos fuera novedoso, y que a la vez los haga emocionar, volar con la imaginación, y allí está la responsabilidad. Porque cuando alguien compra una entrada y viene a verte, es un cheque en blanco, y más con Los Beatles.
Sebastián Spano (John), Hernán Migliano (Paul) y Mateo Abelenda (George) en guitarras acústicas y Rober Fighetti (Ringo) en cajón peruano y pandereta musicalizan el trayecto que cruza la Torre de los Ingreses en Retiro mientras suena “Revolution” en un improvisado fragmento a la carta. Si bien suelen tocar el repertorio en sus diferentes proyectos, no son un grupo tributo consolidado, de los tantos que hay en torno a Los Beatles. Y eso fue algo que Damián eligió, obligándolos a salir de sus respectivas zonas de confort e involucrándolos en el desafío, con los temores que vienen de la mano de las grandes apuestas. “Son crossovers que pueden salir mal o bien, pero son hábiles, talentosos y con la cabeza abierta, y eso hace que el espectáculo funcione”.
El two decker viaja por el carril derecho de la Avenida del Libertador golpeando algunas ramas que no están preparadas para su altura londinense. Suenan temas de diferentes épocas en versiones unplugged, algunas más parecidas a las originales en su sencillez, otras desnudas, las de la era de la experimentación en el estudio. En cualquier caso, surge el desafío de pasar a una orquesta canciones perfectas de la música popular, compuestas en su mayoría para un formato base de dos guitarras, bajo y batería.
—¿Hubo algún criterio a la hora de elegir el repertorio?
—Todo el material de Los Beatles es permeable a lo sinfónico, sobre todo las primeras canciones, que son en apariencia las más sencillas. Es música que está llena de alegría y esto permite darle variedad al espectáculo. Vamos a tocar canciones archi conocidas, en un formato que ellos desconocen. Eso le agrega el plus a que la gente no sabe bien donde está parada hasta que las reconoce.
—¿Cómo reacciona el público ante la propuesta?
—Viene esperando algo serio, muy pomposo y sinfónico, pero nosotros vamos desarmando ese preconcepto para transformarlo en algo más parecido a un recital. La gente baila, canta y el espectáculo va mutando, tiene una curva ascendente que me encanta mientras lo llevamos por nuestro camino hasta un final explosivo, y eso es lo que nos gusta.