Carisma, fama y un disparo fatal: el trágico final de “El Beatle Francés” uno de los Titanes más amados
“Se ha ido un muchacho joven —a veces estibador, a veces catcher—, ha quedado una viuda joven y una criatura, Andrea Fabiana, a la cual alguna vez habrá que explicarle cómo, por qué y quién mató a su padre”. Las crónicas de la época son desgarradoras y dan un pantallazo de la magnitud de lo ocurrido y cómo se heló la sangre de grandes y chicos al conocer la noticia.
El 17 de marzo de 1941 nació Alberto Korobeinik en Tandil, hijo de emigrantes judíos, June (Juan) y Chaaja Sietnika, quien a corta edad ingresó al Hogar Israelita de Burzaco, para luego, ya siendo un joven, abrazar el arte de la lucha libre y grecorromana en momentos en que vivó en Francia.
Algunos años después, de vuelta al país, sería parte del grupo que solía frecuentar el balneario “El Ancla”, en Olivos, junto con personalidades de la talla del Gitano Ivanoff y Rubén “El Ancho” Peucelle, quien recordó: “Éramos siete u ocho culturistas que estábamos haciendo gimnasia desde la tarde hasta las 10 noche”.
En ese entonces, Alberto ya trabajaba como estibador, además de compartir sus días con su pareja, Nelly Argañaraz, con quien vivía en una humilde vivienda sobre la calle Arenales y el río, en Vicente López. “Trabajaba en el puerto hasta que le salió esto de la televisión. Con la plata que estábamos juntando íbamos a comprar una casita para que el hijo tuviese una casita digna donde vivir”, recordó la mujer.
“Esto de la televisión”, como lo llamó en su momento Nelly, no era otra cosa que ser parte de la troupe de Martín Karadagian en Titanes en el Ring, quien rápido de reflejos dio nacimiento a Jean Pierre, El Beatle Francés, debido al suceso que los cuatro de Liverpool habían cosechado en el mundo en ese año 1966.
Con la clásica melena que fue marca registrada del grupo, Jean Pierre hacía su ingreso en cada jornada de lucha, dirigiéndose al ring mientras sonaba de fondo el clásico “Eight days a week”. El público lo adoraba. “Desde su aparición se convirtió en una figura, haciendo pasar malos momentos tanto a Karadagian como a Goitía, Silvio, La Momia o Kowalsky, quien falleció tiempo después en un accidente de autos”, rememoró Leandro D’Ambrosio en su libro Martín y sus Titanes.
Por su parte, Peucelle, en el documental Agárrese como pueda: qué dicen los cuerpos al volar, contextualizó: “Justo estaban los Beatles de gran batifondo en aquella época, y entonces lo vio Martín con el pelo largo que tenía por acá, bastante fachero, una facha Beatle. Y encima le ponían la música bien arriba y salía y bailaba con un montón de chicos pequeños que se le subían, y se armaba una linda historieta”.
El 10 de julio de 1966 había estado con Nelly charlando sobre los proyectos a futuro, su bebé estaba a punto de nacer y él estaba entusiasmado y feliz sobre su llegada al mundo. Sin embargo, los sucesos que ocurrirían instantes después marcarían a fuego a toda una generación.
Esa tarde de domingo, pasadas las 17, a la altura de la Quinta Presidencial de Olivos, Jean Pierre fue a tomar el colectivo junto con Rubén Peucelle para dirigirse al canal y ser protagonista en otra de las emisiones del ciclo. A bordo de un vehículo pasaron dos jóvenes rugbiers y comenzaron a burlarse del catcher: “Le gritaron ‘cortate el pelo, maricón’, y no sé qué más”, detalló el Ancho.
Y siguió: “Ellos pensaron al verlo así, porque era un pibe de carita bien, no era rústico de cara como yo, que lo tomaría para la joda, pero él les dijo: ‘Bajá que te peleo’. Se bajaron, pescó a uno del cogote y le metió una ‘tomba’ que lo enterró en el piso. El más chico de los que estaba ahí salió corriendo y el que estaba vigilando la Quinta Presidencial le preguntó a este pibe: ‘¿Cuál de estos es?’. Después señaló a Alberto y le apoyan la ametralladora acá (en la zona del hígado), con tan mala desgracia que el tipo tenía el dedo en el gatillo, y al golpear la ametralladora en el cuerpo se le fue la mano contra el gatillo o lo apretó y se le escapó un tiro”.
Jean Pierre cayó desplomado, pero permaneció lúcido. De inmediato fue trasladado al Hospital Dr. Antonio A. Cetrángolo de Vicente López, donde pese al denodado esfuerzo de los profesionales, perdió la vida a las 4 de la mañana del 11 de julio de 1966. Apenas unas horas antes, a las 20:20, a solo 30 cuadras de allí, en la Maternidad Santa Rosa nació la hija del amado catcher.
“Su personaje pegó de movida”, recordó Luis Borges, quien interpretaba al Mercenario Joe. “Si él no hubiera fallecido trágicamente, hoy sería un actor famoso porque tenía un gran carisma”, destacó en declaraciones a D’Ambrosio. El gallego José Luis, en tanto, detalló: “Nosotros estábamos en Canal 9 esperándolo, pero no llegaba. Hasta que nos llegó la noticia. Luego fuimos con Martín a verlo al hospital, justo lo estaban operando. Y quedó en la operación”.
Al día siguiente, el cementerio de La Tablada se llenó de familiares, amigos y fanáticos del luchador, quienes no encontraban consuelo ante tanto dolor. De hecho, los diarios de aquel entonces lo graficaron con la frase: “Los hombres duros de la televisión habían llorado”.
Solo dos días después, su mujer, aún conmovida por los sucesos, detalló a la prensa: “Alberto era un hombre maravilloso. Como él usaba melena porque su trabajo se lo exigía, todo el mundo se burlaba de él. Andrea Fabiana nacía en el mismo momento que él moría… ¿se da cuenta cómo es la vida? El padre gritaba en una sala de un hospital, desangrándose, perdiendo la vida. Y su misma vida nacía en otra sala de hospital”.
Y siguió: “Alegre, simple, amable, me complacía en todos los gustos, y dentro de lo que podía, jamás me hacía faltar nada. Ahora tendré que reponerme y tratar de empezar nuevamente a construir mi vida y sobre todo la de Andrea Fabiana, que es quien se merece todo. Alberto me llevaba de la mano en todo. Ahora no sé qué hacer”.
Aquellos que lo vieron todavía lo recuerdan: el homenaje en Titanes consistió en depositar un ramo en el centro del cuadrilátero mientras los luchadores, de riguroso negro, se ubicaron en un semicírculo cumpliendo con un sentido silencio en memoria de quien en poco tiempo se había convertido en una de las estrellas de la troupe. Días después se publicó un disco simple en su honor, que incluía los temas A Jean Pierre y Andrea Fabiana, cantados por Adriano Morey.
Para 1967 se comenzó a editar la revista de Titanes en el Ring y, en su segundo número, se lo recordó con un impactante texto: “Tenía lo que no se adquiere. Un rostro con ‘ángel’ colocado sobre el pedestal de su físico apolíneo. Con su franqueza y humildad, su imborrable sonrisa y su dedicación al trabajo, supo granjearse la voluntad de sus rudos pero sensibles compañeros de lucha. Su entusiasmo por convertirse en un auténtico titán de la lucha libre era digno de encomio. Lo estaba logrando, con ese tesón propio de los verdaderos profesionales. Su vida fue un ejemplo de obstinación y constancia”.
Los últimos días, al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, en declaraciones al sitio Titanes En El Ring La Leyenda, su hija expresó: “Hoy sería un día de festejo y por cosas del destino solo puedo recordarte y no podemos festejar. Siempre sentí tu presencia en mi vida, cuando estaba triste te soñaba, soñaba que me rescatabas, por suerte tuviste un padre maravilloso, mi amado abuelo Juan, quien cumplió tu rol. También te necesité mucho y estoy segura de que muchas de las cosas que me pasaron en la vida no me habrían pasado si vos estuvieras vivo. Quiero que sepas que te amo profundamente. Todos dicen que me parezco a vos, no solo físicamente, sino en la forma de ser. Para mí es un orgullo papito. Hoy muchos te recuerdan a pesar de los años, dejaste una huella en mucha gente por tu simpatía, bondad y carisma. Sé que algún día nos veremos y nos abrazaremos fuerte. Te amo infinito, papá”.