Orestes Lorenzo, el cubano que burló dos veces a la dictadura castrista: “Milei es un educador extraordinario”
A las 17:08 del 19 de diciembre de 1992, el ex héroe de guerra cubano despegó del aeroclub de Cayo Marathon, en el sur de la Florida, rumbo a su tierra natal con el único objetivo de rescatar a su mujer y a sus hijos, en un operativo planificado por él mismo y enfrentándose al peligro de que la dictadura castrista, a la que ya había burlado una vez para escaparse él mismo, lo descubriera y derribara en el camino.
En ese momento el experimentado piloto no lo sabía, pero tan solo unos minutos antes, en la isla había terminado un importante ejercicio militar, en el que se puso en alerta a todos los radares, aviones y personal en tierra con el que contaba el régimen, para simular una invasión de los Estados Unidos y tratar de estar preparados ante esa posibilidad.
Mientras todos los altos mandos de ese país se encontraban analizando los resultados de la práctica llevada adelante, Lorenzo aterrizó en el municipio de Matanzas, a unos 100 kilómetros de La Habana, subió a María Victoria Rojas, o “Vicky”, como le dicen sus conocidos, y a sus pequeños hijos que entonces tenían 11 y 6 años, y en menos de un minuto y medio volvió a elevarse a bordo de su Cessna 31, un antiguo bimotor construido en 1961 y que pudo adquirir en Norteamérica, gracias a la ayuda de amigos, y volvió a la Florida, nuevamente sin ser detectado, pero esta vez junto a su familia.
La misión era prácticamente imposible, no solo por las condiciones en las que se encontraba aquel avión que utilizó, al cual no le habían realizado mantenimiento en mucho tiempo, sino por los cálculos que el propio protagonista de la historia había hecho: siguiendo los pasos que le enseñaron en su época de entrenamiento en la Unión Soviética, no solo planificó el vuelo, sino también calculó las probabilidades de éxito del mismo, las cuales “tendían a cero”.
Unas décadas después de ese heroico episodio, Lorenzo dedica lo que le queda de vida a “ser feliz” junto a Vicky, sus tres hijos y cinco nietos, a contar su historia y a “decir lo que se le da la gana” -algo que no podía hacer en Cuba- en foros internacionales, como en la próxima convención de la fundación Ayn Rand Latin America, en la que se cruzará con el presidente argentino, Javier Milei, al que calificó como “un educador extraordinario”
-Han pasado ya 30 años desde que usted se fue de la isla. En ese tiempo pasaron muchísimas cosas. Se disolvió la Unión Soviética, el muro de Berlín ya se había caído y sucedieron muchas cosas en el mundo. ¿Por qué cree que Cuba sigue bajo un régimen comunista?
-Bueno, el comunismo es pernicioso. No es fácil salir del comunismo. Y la historia demuestra que de la única manera en la que han logrado los pueblos librarse del comunismo es porque los cambios han empezado, precisamente, desde el gobierno hacia abajo y. Y la excepción es, tal vez, la caída del muro de Berlín. Pero, de cierta manera, el propio gobierno en Alemania Oriental condujo, con la apertura que hizo, a la caída del muro. Sabemos lo que ocurrió en Rumanía y la revolución que ocurrió en toda Europa Oriental a partir de los cambios en la Unión Soviética. En el caso de Cuba es diferente, porque allí no hay un gobierno en términos de ideología comunista, los que gobiernan son los mismos que instauraron el comunismo en Cuba desde el comienzo, desde todos los ángulos en los que mires, opera como una organización criminal. O sea, no es ortodoxo, no es comunismo, no es socialismo, ese es en el discurso, pero en la práctica no existen instituciones en el país más que ellos. La voluntad de Castro y su familia. Son los dueños de la nación, entonces no se puede esperar, al menos mientras esta familia esté ahí, y parece que la intención es que se convierta en un gobierno monárquico comunista, donde el poder se hereda al estilo de Corea del Norte, cambios en Cuba. Yo no tengo optimismo alguno, ni a corto ni a mediano plazo, de que haya una solución política o un cambio a un régimen de un Estado de derecho en Cuba, de libertades en un Estado democrático.
-Recientemente, hubo varias manifestaciones en Cuba con 40 detenidos por la falta de agua, luz y alimentos. ¿Cree que el régimen está perdiendo cierta popularidad dentro de la isla?
-Nunca ha sido popular, tal vez lo fue hasta los ‘70. De ahí para acá no lo ha sido. A finales de los ‘80, especialmente después de la caída del bloque socialista, no ha sido popular nunca. Es muy difícil de entender en las sociedades democráticas, donde fluye la información, esta realidad, comparar la percepción que existe de que es un gobierno populista, que la gente sale a las calles, se manifiesta, pero una de las consecuencias del socialismo es que los ciudadanos terminan viviendo con una máscara. Usted finge su creencia porque está obligado a fingirla para poder vivir, para poder comer, para poder subsistir, para tener un empleo. Y son cosas que no son tan secretas. Y si observamos con cuidado el discurso oficial que se conoce en todo el mundo, como “la calle es de los revolucionarios”, por ejemplo, eso dice bien claro que excluye al que no simpatiza o el que no apoya la revolución. Nadie tiene una bola de cristal para predecir el futuro y muchas de estas cosas dependen de la emoción y la solidaridad que ves alrededor tuyo. Pero estas manifestaciones de las que me hablas, de los detenidos, desde el punto de vista de cambios políticos en Cuba, yo todavía las percibo como irrelevantes. El arma fundamental, y esta es una crítica que siempre hago a las fuerzas políticas cubanas que radican fuera de Cuba, en el exilio, es que se agotan en discordias en cuanto a estrategias de lucha contra la dictadura, cuando en realidad el problema es simple y el mensaje debe ser claro: todo lo que el cubano tiene que hacer para conquistar la libertad es practicar la decencia. Nada más que eso. No se trata de derecha, de izquierda, de una doctrina política u otra. Se trata de valores básicos, fundamentales, sobre los que tiene que funcionar toda sociedad. ¿Qué significa vivir con decencia? Dejar de vigilar al vecino, al amigo. Vivir con lealtad y respeto a los demás. Respetar la privacidad. No estar informando constantemente a la policía política. O sea, el hecho simple de dedicarte a ganarte la vida dignamente, buscar un trabajo honrado, aunque sea para el gobierno, pero vivir con honradez. No cuestione la vida de los demás. No digas a la gente que está equivocado. Di que no estás de acuerdo. Razona. No impongas tu manera de pensar y dedícate a tu familia y a tu trabajo. Con eso, el sistema se derrumba por sí mismo, porque los pilares que lo sostienen es la pérdida de valores de la gente.
-¿Alguna vez se arrepintió de haberse escapado de la isla?
-No, para nada (se miran con su esposa a los ojos y ríen). Alguien me preguntaba “¿cómo fue adaptarte a la vida en Estados Unidos?”. Digo, no, yo estuve y fui un comunista ortodoxo, pero siempre me estuve adaptando. ¿Alguna vez has ido a un médico que te da una medicina, te dice “esto es lo mejor del mundo”, pero te sabe a rayos? Es algo así. Nunca te adaptas. Pero entonces llegué a Estados Unidos y para eso yo nací adaptado. Estas son las condiciones naturales del ser humano. Respirar con libertad, tomar los pasos que quieras, hacer tus decisiones, ser responsable de tu vida. Nací para eso. Así que no, no me lamento nada, ni un ápice. Mi patria es Estados Unidos.
-¿Cómo imagina que hubiera sido su vida si se hubiera quedado allí?
-No estaría vivo.
-El presidente Milei, en una reciente entrevista, dijo que dentro de los peores gobiernos de la región está el de Colombia, el de Nicaragua, el de Venezuela y el de Cuba. ¿Coincide con esa visión?
-Casi que coincido, pero en la parte de gobierno no coincido porque no es un gobierno el de Cuba. Un gobierno implica una institución. Lo que hay en Cuba es una mafia, es una organización criminal. En eso difiero de él. Tal vez él, como Presidente, tiene que ser un poco más diplomático y en realidad piense como yo, pero realmente no es un gobierno, es una organización criminal.
-El Presidente también habla mucho de “la batalla cultural”, ¿está familiarizado con este término?
-Estoy muy de acuerdo con Milei en el sentido de que la civilización como la conocemos en el mundo occidental, está bajo ataque en algunas cosas, ya que siempre lo ha estado por la tolerancia, la aceptación, porque la libertad es el respeto al prójimo, a sus libertades, cualesquiera que sean su preferencia. Soy un ferviente defensor de los derechos de las minorías, de diferentes orientaciones sexuales. En definitiva, tú te vistes de lo que te haga feliz. Si yo te veo feliz a tí, yo soy feliz. Pero de ahí a ir al extremo de imponerme tu modo de vida, por ejemplo, en términos educativos, a mis hijos y demás, no. Hay un límite en eso. Yo creo que la educación sexual, especialmente de los niños en su primera etapa, no es una cuestión de los maestros en las escuelas, es una cuestión de los padres. Sí en los términos biológicos, los términos anatómicos, estoy de acuerdo con eso. Pero en cuestiones que van más allá, creo que todavía soy a la antigua y pienso que es una cuestión de los padres en el hogar y que los hijos, cuando crezcan, decidan su propio futuro.
-¿Hay una visión socialista en la región, como sostiene el Presidente?
-No, es una visión oportunista y de ladrones, es lo que hay. ¿Y si el socialismo es la doctrina que supone la defensa de las clases desposeídas, cómo es posible que cree más pobreza? ¿Y cómo es posible que aquellos que se llaman líderes de estas clases desposeídas llegan a posiciones políticas o de poder sin recursos y se enriquezcan en esas posiciones? O sea, es una gran mentira. Realmente es una excusa para robar descaradamente. La primera pregunta que yo le hago a uno de los de los abanderados del socialismo es cómo explica llegar a la política como un líder socialista y enriquecerse, por ejemplo, sin contribuir nada, cuando cuestiona la riqueza de los que realmente hacen contribuciones a la sociedad, como científicos, gente de negocio que crean empleos en compañías de tecnología. ¿Un político qué contribución hace realmente a la sociedad?, Cuando en definitiva sus políticas han creado más pobreza y en el proceso ellos se enriquecen. O sea, yo no tengo respeto alguno por estas personas, por este discurso socialista. Y más que una lucha ideológica, es una lucha del sentido común que tenemos los seres humanos, tenemos que hacer un análisis de la realidad de las cosas, cómo funcionan. Y en eso creo que Milei es lo más extraordinario que ha ocurrido en los más de 80 años de historia del comunismo y del socialismo que existe desde la Revolución de Octubre. En términos de que, más que un político, es un educador extraordinario, Milei tiene la habilidad de educar, de enseñar especialmente a la juventud, que es el sector más romántico, o sea, menos pensante, más guiado por las emociones de justeza. Demostrarles en términos claros la realidad objetiva, cuál es la riqueza, que no se crea con papel ni con discurso. La riqueza se crea trabajando.
-¿Qué pueden hacer los países de América Latina por Cuba?
-Nada. Bueno, hay una cosa que pueden hacer, que es, al menos moralmente, interesarse por la realidad cubana, no vivir de la propaganda que sale desde Cuba y la perspectiva de un turista que visita la isla, que es muy lejana a la realidad que vive el cubano de a pie en la isla. Por lo menos generar un interés de saber qué realmente ocurre en Cuba, de responderse preguntas de sentido común. Tan simple como por qué más del 20% de la población cubana ha escapado del país. ¿Qué pasaría si Cuba abre sus fronteras hoy en día y les diera a los ciudadanos la posibilidad de irse? ¿Si cualquier país, como la Argentina, mañana dice que pueden venir todos los cubanos que quieran? ¿Cuántos quedarían en la isla? Que se respondan a esa pregunta. ¿Cuántos quedarían de esos mismos que aplauden a la Revolución cubana y que desfilan apoyando a Fidel? Posiblemente quede la familia Castro y unos cuantos más. Todos los demás se irían. Argentina tiene suerte de estar bien lejos de Cuba, porque si estuviera a 90 millas, como lo está Estados Unidos, tendrían un serio problema migratorio de cubanos, porque los cubanos preferirían venir aquí que a los Estados Unidos,
-¿En qué ocupan actualmente sus vidas junto a Vicky?
-Ser felices.
-¿Qué cosas hacen?
-Decir lo que me da la gana. Lo que pienso. No someterme a nadie. No aceptar que me paguen nunca por ir a ningún lugar a hablar. Porque eso, de alguna manera, siento que me agarra. Si me invitan a un lugar, voy o no voy, pero si voy digo lo que me da la gana. Eso, en primer lugar, la libertad de movimiento. Vicky y yo viajamos, excepto a los países donde no simpatizamos con los gobiernos. Evitamos esos países donde los gobernantes se llaman amigos de los de los gobernantes cubanos. Paseamos mucho, disfrutamos mucho la familia y, sobre todo, la posibilidad de conducir mi vida como me plazca, respetando la libertad de los demás. Ejerzo la libertad nuestra hasta el límite que establece la libertad del prójimo.
Ya en Florida, el piloto intentó recuperar el Cessna con el que realizó ese impresionante viaje a través del Mar Caribe, que luego fue llamado popularmente como “el vuelo del amor”, pero se enteró de que el mismo fue destruido durante un huracán y convertido en chatarra. Sin embargo, el destino dio un giro inesperado cuando un amigo le dijo “te tengo un regalo de cumpleaños”: la licencia de la matrícula que tenía aquel biplano que ya no existe más y que hoy luce con orgullo en su nuevo avión, el mismo que utilizó para venir a Buenos Aires.
“El mejor testimonio que tenemos de que somos felices es que han pasado 32 años desde que yo fui a buscar a Vicky. Se ha ido este tiempo más rápido que los últimos tres días que vivimos en Cuba. O sea, eso da la equivalencia de diez años por día. El tiempo que eres feliz se va porque disfrutas cada momento. Tenemos muchísimos amigos en todas partes, una familia maravillosa. Tenemos hijos que son hombres dignos, de buen corazón, generosos, unos nietos preciosos, unos amigos que son los mejores del mundo, muchísimos de ellos aquí en la Argentina, y tenemos la posibilidad de visitar lugares como este. Es la primera vez que venimos, pero ahora que echamos raíces, vamos a volver y queremos estar tres o cuatro meses, los que nos permitan los hijos”, cerró Lorenzo. “O los nietos, diría yo”, agregó su esposa, con una sonrisa en el rostro.