Massa toma distancia de la interna entre Kicillof y La Cámpora y cree que la discusión de liderazgos es anticipada
“Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Y cuando un peronista habla mal de otro peronista, se está pasando a las filas del enemigo. No es tiempo de debate interno para afuera, es tiempo de debate interno para adentro. Los argentinos que sufren nos quieren poniéndole límites a Milei y no peleando entre los que pensamos parecido”.
El último lunes Sergio Massa escribió y envió ese mensaje a un grupo de WhatsApp compuesto por 150 dirigentes del Frente Renovador. Fue 24 horas después de que se conociera el contenido del discurso que Andrés “Cuervo” Larroque había dado en la Quinta de San Vicente, cuestionando la conducción de Cristina Kirchner y el accionar de La Cámpora, y asegurando que había sectores del peronismo interesados en desgastar a Axel Kicillof. Acusaciones y reflexiones que incendiaron la vida interna del kirchnerismo, pero que, al mismo tiempo, activaron en todo el peronismo el debate sobre el futuro rol de CFK.
“¿Qué es la conducción de Cristina? ¿Que tres ñatos te manden un WhatsApp?”, reprochó Larroque el último sábado. Y agregó: “Si hay un compañero que tiene esa capacidad, cualquier compañero o compañera de nuestro espacio que ose murmurar, conspirar, sembrar cuestionamientos extraños en una joda rara está y no juega a favor del peronismo”.
El mensaje fue dirigido a sus ex compañeros de La Cámpora, con los que está enfrentado y enojado. Larroque hoy forma parte de una mesa política que quiere encumbrar a Kicillof como nuevo líder del peronismo y que también integran los intendentes Jorge Ferraresi (Avellaneda), Mario Secco (Ensenada) y Fernando Espinoza (La Matanza). Todos enfrentados a la organización ultra K. Todos unidos en la misión de construir la candidatura presidencial del gobernador de Buenos Aires.
En sus últimas intervenciones, el ministro de Desarrollo de la comunidad bonaerense dijo que “hay una dirigencia política encerrada sobre sus intereses y sobre una mirada muy pequeña” y que “no se hace cargo de los padecimientos de la sociedad”. Lo hizo después de que el senador nacional Mariano Recalde, con el que compartió la mesa chica de La Cámpora durante más de una década, lo criticara por poner en duda el liderazgo de CFK.
Massa ve todo ese proceso de internismo como parte de un error político y estratégico. Mucho más teniendo en cuenta que la discusión se está dando en la provincia de Buenos Aires, que representa el 38% del padrón electoral y donde un sector importante del conurbano está sufriendo las políticas libertarias. La atención debe estar en la realidad ciudadana, no en la interna política. Si no lo único que generará es una disociación entre la agenda de la dirigencia política y las preocupaciones reales y urgentes de la ciudadanía.
Además, está convencido que nadie en la sociedad quiere escuchar a hablar a la dirigencia peronista, que hasta hace poco era parte del gobierno que perdió en las urnas. “La gente se casó con Milei hace cuatro meses”, repite en las conversaciones diarias que tiene en sus oficinas. En todo caso, entiende que ese rol de defensa pública lo deben cumplir los legisladores que integran los bloques de diputados y senadores de Unión por la Patria, donde se está llevando a cabo gran parte de la discusión de fondo con los libertarios.
“Si hablamos y marcamos la cancha, somos golpistas. Si no hablamos, estamos borrados”, se quejó el ex ministro de Economía en una de las últimas reuniones que tuvo con dirigentes opositores. En el peronismo conviven con la idea de cuestionar sistemáticamente las decisiones del gobierno de Javier Milei o mantenerse en silencio, aceptando que el Presidente conserva, pese al impacto del ajuste, un importante respaldo popular.
En ese mismo encuentro dio su posición sobre la interna que destapó Larroque y que tiene como pelea de fondo la convivencia traumática entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner. “Hay que pelearse adentro, no afuera. Demos la discusión, pero adentro”, se sinceró. Entiende además que en el momento que Larroque destapó un conflicto que lleva largos meses, parte del foco de atención de la agenda política estaba en las peleas internas del Gobierno, que derivó en un escándalo en el bloque de diputados oficialistas.
Massa mantiene una buena relación con el gobernador bonaerense, con el que se ve cada diez días. Lo mismo que con la ex vicepresidenta, con quien se habla con asiduidad. Su sociedad política con Máximo Kirchner goza de buena salud y el vínculo que construyó con La Cámpora en el tramo final del gobierno de Alberto Fernández está firme.
La agrupación ultra K está apuntada por todos lados. No existe un sector del universo peronista que no cuestione a sus integrantes y a su líder. Sucede desde hace largos años, pero la nueva estadía en el llano acrecentó los resquemores y los pases de factura. El líder del Frente Renovador es de los que entiende que hay una demonización muy marcada contra la organización que conduce el hijo de la ex presidenta. De parte de los medios de comunicación, pero también proveniente de los mismos dirigentes del peronismo.
“Los pibes se cierran mucho y ese es un problema. Pero cuando tienen que jugar en la cancha, juegan. Van a elecciones. Ganan o pierden, pero juegan. Hay algunos que no quieren que nadie les compita”, le dijo a un influyente dirigente peronista con el que estuvo reunido hace poco tiempo. El mensaje parece estar dirigido a algunos intendentes y gobernadores que evitan la competencia interna en sus distritos y se mueven con velocidad y astucia para evitar que el camporismo crezca en sus territorios.
Hasta ahora el ex candidato presidencial evitó dar declaraciones públicas. La contracara de Malena Galmarini, que, en sintonía con lo que también piensa su esposo, expresó que la gente se cansó del peronismo y que es momento de discutir una nueva agenda de trabajo. El matrimonio hace equilibrio entre las expresiones públicas y las privadas. Ambos son parte de la discusión peronista que se está dando detrás de bambalinas.
Massa está convencido que el peronismo no es el único espacio político que está en crisis. En esa lista también incluye a la UCR, el PRO y la CGT. “Hay una crisis del sistema político. La sociedad le puso un punto final a una forma de hacer política”, les dice a quienes ve cada día en sus oficinas de Avenida Libertador, donde construye su autocrítica y la del peronismo, a través de las conversaciones que mantiene con gobernadores, intendentes y legisladores.
Ese estado en el que se encuentra el peronismo lo lleva a pensar que debe haber una reconstitución de la identidad. Piensa que el espacio político debe construir un discurso y un programa nuevo. Qué son y qué no son. Marcar la contracara con las políticas libertarias y, al mismo tiempo, discutir la conformación de lo que en la intimidad define como una “agenda del siglo XXI”.
Esa agenda, entiende, puede representar intereses con los que coincidan dirigentes de la oposición, como el ex jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta o el diputado nacional de la UCR Facundo Manes. Massa asume que los dos están en tránsito hacia un campo de representación popular similar al que representa el peronismo.
Su mirada es parecida a la de varios dirigentes del peronismo del interior, que ven en esos dos exponentes opositores los nombres que podrían abrir un callejón para construir un nuevo esquema político y electoral. Los que se imaginan que el peronismo, tal cual existió hasta ahora, no tiene posibilidades de ser competitivo de cara a la sociedad y que hace falta construir una coalición política más transversal.
El ex ministro de Economía duda sobre si encargarse de armar un ámbito de encuentro y debate para todos los sectores del peronismo. Convive con la incertidumbre. ¿Cómo sería? En los hechos es colocarse en un lugar de intermediador para aplacar los conflictos y cohesionar una línea política. O, al menos, intentar que se generen espacios donde las discusiones se den bajo un mismo techo y no a través de declaraciones públicas, como comenzaron a darse el último fin de semana, luego de tres años de una grieta que desintegró el último gobierno peronista.