En el siglo XIX, un millonario de EEUU se lanzó a invadir países por su cuenta. Fundó dos repúblicas de las que fue presidente
En la actualidad, los millonarios están centrados en su propia carrera espacial para “salvar a la humanidad” de sí misma, pero en el siglo XIX, los millonarios concentraban todo ese ímpetu en conquistar territorios de terceros países de forma independiente, utilizando su propio ejército privado y gobernando sus colonias como antiguos señores feudales.
Ese fue el caso de William Walker, considerado por muchos como el “último gran filibustero”, que actuaba como un mercenario independiente que conquistó territorios en México, Nicaragua.
William Walker: el dictador centroamericano de Tennessee. La historia de William Walker es un relato de ambición, poder y la formación de la identidad latinoamericana. Nacido en Tennessee en 1824, Walker era hijo de unos empresarios muy influyentes en la política local. Estudió medicina, periodismo y derecho.
Sin embargo, abandonó estas profesiones para convertirse en filibustero, una suerte de mercenarios privados que fomentaban revoluciones no autorizadas por ningún país con el fin de hacerse con los territorios y con sus recursos.
Destino Manifiesto, carta blanca de los colonialistas para privatizar territorios. Para entender el contexto de las invasiones privadas de países, es importante conocer el concepto sobre el que se sustentaba la Doctrina del Destino Manifiesto. Esta doctrina, uno de los pilares fundacionales de Estados Unidos.
Esta doctrina del siglo XIX justificaba la expansión territorial de Estados Unidos a través de América del Norte, basada en la creencia de ser una nación “elegida” con el derecho divino de extender su civilización. Esta idea se asoció con la anexión a Estados Unidos de territorios como Texas y California, y guerras como la de México y España, promoviendo la idea de que la expansión era obvia y predestinada, reflejada en la frase “Por la autoridad divina o de Dios”. Esta ideología influyó en políticas de intervencionismo y expansionismo, cuya máxima expresión es la famosa frase de Thomas Jefferson: “América tiene un hemisferio para sí misma”.
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Conquistar México por su cuenta. Con solo 29 años, en 1853, Walker reclutó a 32 mercenarios esclavistas estadounidenses y se lanzó a la conquista de las fronteras del sur del país cual Hernán Cortés, en busca de poder y riquezas. La incursión no se les dio mal y conquistaron las ciudades de La Paz y Ensenada en México, autoproclamándose presidente de la República de Sonora, donde se apresuró a imponer una nueva legislación permisiva con el esclavismo para obtener una rápida rentabilidad de su conquista. Su presidencia duró poco, ya que cinco meses más tarde, la resistencia mexicana y la falta de suministros lo obligaron a retirarse.
A río revuelto, ganancia de invasores. Lejos de desmotivarse tras el fracaso de la primera incursión en eso del colonialismo privado, William Walker se alió con el Partido Demócrata de Nicaragua, que en ese momento se encontraba en plena disputa territorial por el control del país centroamericano con el partido Legitimista.
Walker vio la ocasión de meter baza en el asunto y se ofreció a la burguesía local para ayudarles militarmente a conseguir sus objetivos, y de paso, a engordar un poco más sus propios intereses económicos. Tras ganar la batalla en Granada con un ejército de mercenarios llamados “Los inmortales”, fue simbólicamente elegido presidente, imponiendo políticas y costumbres estadounidenses.
Make Nicaragua Great Again. William comenzó a aplicar su política colonialista en la zona iniciando una política de gobierno por decretos, en la que se restableció la esclavitud, se instituyó el inglés como idioma oficial y se fomentó la llegada de norteamericanos, además de cambiar la constitución y la bandera del país.
Estableció por decreto que todos los bienes de los “enemigos del Estado” serían confiscados a favor de la República y repartidos por una Junta Especial especialmente generosa con los intereses de William Walker y de los Estados Unidos.
El “germen” del Canal de Panamá. Dado el carácter estratégico de la zona, esta conquista no pasó desapercibida por los Estados Unidos, que se apresuraron en reconocer la legitimidad de la nueva república creada por William Walker.
El interés de EEUU en el control de esta zona se basaba en la importancia de crear una ruta comercial interoceánica que conectara el Atlántico con el Pacífico. De forma inmediata se estableció la Vía del tránsito que conectaba ambos océanos a través del Rio San Juan en el sur del país.
La vuelta del héroe. Atenazado por las presiones de los intereses comerciales y sus países vecinos, el gobierno de Walker es derrocado y el millonario debe volver a su Tennessee natal aclamado como un héroe victorioso.
Su destierro no duraría mucho, ya que, tres años más tarde, William Walker volvía a las andadas y ya planeaba la conquista de Honduras. Esta aventura golpista duró menos que la anterior. Walker es apresado por las tropas británicas asentadas en la zona y rápidamente es entregado a las autoridades locales en Trujillo, donde sin más demora es juzgado y sentenciado a muerte.
Imagen | Wikimedia Commons (Mathew Benjamin Brady, Nicaragua-CIA_WFB_Map.p), Pexels (aboodi vesakaran)
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