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Estaba convencido de que no podía vivir sin un Android de gama alta. Hasta que este móvil me convenció de lo contrario

Soy un usuario un poco rarito en lo que respecta al teléfono móvil. Edito vídeos para RRSS con fines profesionales, bloques de fotografías en formato .DNG, me gusta ver series en en el propio teléfono, juego más a emuladores retro que a mi propia consola… En definitiva, un heavy user de móvil en su máxima expresión.

Esto se traduce en que, históricamente, la gama media ha sido algo que he ido evitando de forma sistemática. Estoy bastante en contra de los procesadores poco potentes, las memorias lentas, y el concepto de teléfono que a los dos o tres años empieza a arrastrarse por falta de recursos.

Mirando al mercado poco o nada había que me convenciese fuera de la gama más alta. Hasta que probé el Pixel 8a.

Siete años de actualizaciones. Un móvil que se actualiza durante más años que la propia gama alta. No es solo una cuestión de que el teléfono esté fabricado por Google: se lo debe todo a su procesador. Los chips de gama media-baja no suelen soportar bien el paso del tiempo, y los fabricantes no pueden comprometerse a actualizar durante muchos años.

Nadie garantiza que este Pixel, que no tiene precisamente las memorias más rápidas del mercado, vaya a envejecer bien dentro de 6 o 7 años. No obstante, la compañía ya nos está chivando que tendrá una especial atención en su soporte.

Potencia para dar tranquilidad, no necesito más. No necesito un Snapdragon 8 Gen 3. Pero sé de sobra que no puedo vivir con un Snapdragon 7 Gen 3, al menos para el uso que le doy al teléfono. El procesador es el corazón del móvil y, durante los primeros meses, todo suele funcionar de perlas.

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Conforme pasan los meses y los años, las actualizaciones y el sistema empiezan a pesar, y los componentes se degradan, ese extra de potencia se agradece. Absolutamente nadie necesita, objetivamente, un coche de 180cv. Cuando tienes uno y quieres adelantar en una cuesta arriba, te agradeces a ti mismo la compra.

Los nits empiezan a ser mainstream. Estoy cansado de promesas de picos absurdos de nits que solo se alcanzan en porciones mínimas de la pantalla. De hecho, esta misma semana hemos visto el lanzamiento de algún terminal con pico de 4.000 nits y un HBM (brillo máximo del panel con el 100% de los píxeles encendidos) de poco más de 1..000 nits.

El Pixel 8a promete 2.000 nits en el 5% del panel, pero el brillo máximo real es de 1.600 nits, prácticamente el doble de lo que brillan sus rivales en la gama media-alta. Puede que no seas consciente de lo mal que se ven, por lo general, los dispositivos de gama media bajo fuerte incidencia de luz solar, pero cuando pruebas este teléfono frente al resto (brilla igual que el Pixel 8), todo es un antes y un después.

Las cámaras no necesitan más hardware. Otro de los puntos que me tiene maravillado del Pixel 8a es que es la prueba de que no hacen falta infinidad de megapíxeles ni múltiples cámaras para lograr un objetivo ambicioso. Con un sensor normalito y un ultra gran angular ofrece mejores resultados que la inmensa mayoría de sus rivales directos.

Todo se debe al software: la forma de procesar la imagen que tiene Google. No es la más realista, pero sí la que más llama la atención dentro de la gama alta por su look. En un móvil de 1.000 euros soy bastante exigente con el realismo, pero en rangos medios busco que la fotografía sea (sobre todo) consistente y equilibrada. Este es de los pocos dispositivos que lo logra.

Imagen | Xataka

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La noticia Estaba convencido de que no podía vivir sin un Android de gama alta. Hasta que este móvil me convenció de lo contrario fue publicada originalmente en Xataka por Ricardo Aguilar .

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