Los hermanos Weinbaum celebran 35 años de MDQ: el ritual que les cambió la vida, el paso por el teatro y el recuerdo de mamá Herminia
Pasaron 35 años del debut de lo que mutó en MDQ, para todo el mundo y los hermanos Weinbaum continúan haciendo lo que más aman: difundir su amor por la aventura y la cultura, marcadas por su pasión por el surf y sazonado con la dosis justa de humor. Tras desembarcar en el teatro, Eugenio, de 62 años, y Sebastián -Culini para todos, de 51-, abren el baúl de sus recuerdos y los comparten con Teleshow. En esta charla hablan de sus primeros pasos ligados a las olas y el viento, del largo camino transitado por los rincones más extremos del planeta y de su particular concepción del éxito. Y guardarán un sitio de privilegio para su mamá, Herminia, sostén emocional y guía inesperada de una aventura que no tiene final a la vista.
Si bien comenzó como un programa “netamente de surf”, el mayor de la dupla confesó que todo tomó un giro inesperado durante un viaje a Indonesia. Estaban mirando el mar como tantas otras veces, cuando sucedió algo fuera de contexto. “Aparecieron unos gamelanes, que son unos músicos balineses que tocan instrumentos como el xilofón, metálicos. Estaban todos vestidos de negro y me llamaron la atención”. Sus ojos se alejaron de las olas y se enfocaron en un ritual del que no pudieron despegarse. “Iban a la ceremonia de un rajá, una cremación de esta persona que había fallecido”, contextualiza.
Eugenio actuó de manera casi instantánea. Registró el hecho con su filmadora y, acaso sin saberlo, estaba refundando las bases de MDQ, el proyecto de su familia y de su vida que cautivó a fanáticos de diferentes generaciones. “El programa siempre fue, y lo es hasta el día de hoy, un reflejo de lo que nos interesaría ver como televidentes. Me llamó la atención eso y quise compartirlo. Y ahí es cuando abrimos el abanico conociendo las culturas del mundo”, rememora a la distancia. La estética improvisada, la sensación de tiempo real y el manejo de las cámaras lo sitúan en una línea de avanzada a un tipo de contenido que marca tendencia actualmente en las redes sociales.
Ese evento cambió para siempre sus vidas, ya que le dieron rienda a su curiosidad por las diferentes culturas, sin límites ni fronteras. Se convirtió en el motor de sus viajes, que organizan meticulosamente para arribar a los lugares más arriesgados y disfrutar de cada experiencia. Y sobre todo, mostrar respeto ante las situaciones que se encuentran.
—¿Cómo planifican los viajes y cómo eligen cada destino?
Culini: —Viajamos solos con una camarita que tiene cualquier turista, o familia, en su casa, como para no interrumpir. Somos como testigos y después compartimos todo lo que hacemos.
Eugenio: —Si son más de dos personas, molestás e interrumpís, pasás de ser espectador a una persona que estorba. El equipo de producción sigue siendo el mismo: hacemos de productores, camarógrafos, iluminadores. Primero empezó por algo económico y ahora pasa porque nos conocemos mucho, tenemos nuestros códigos, sabemos hasta dónde podemos cruzar una línea o no.
Mamá Herminia, la figura clave del programa
La complicidad entre los hermanos le sumó un plus a la hora de disfrutar de sus innumerables aventuras hacia lo desconocido. Y con el correr de los programas hizo su aparición su madre, Herminia, quien se convirtió en un personaje entrañable. La mujer, quien falleció a mediados de 2021, no solo logró causar un sinfín de carcajadas a los fanáticos del ciclo, sino que también se robó el corazón de más de uno que la veía religiosamente por la pantalla chica.
“Es la estrella y la protagonista de MDQ”, sintetiza Eugenio. Al recordar su infancia, que define como “muy humilde”, aclara que no les faltó nada gracias al amor de sus padres, en especial por parte de ella. ”Siempre fue un cascabel y traía felicidad a la casa”, rememora, citando ese hogar en el que convivían hermanos y primos.
—¿Cómo se produjo su llegada al ciclo?
—Culini: Se nos ocurrió ingresarla porque la idea del programa es divertirse y pasarla bien, por eso seguimos hace 35 años, nos divertimos mucho compartiendo en familia. Por eso también pasaron por el ciclo nuestros hermanos Chicho, quien participó como policía, y Karina, quien ocupó el rol de cronista.
—Eugenio: Cuando una persona tiene más de 40 años es considerada vieja o anciana para lo laboral, y eso no está bueno. Y también se quedó debido al gran amor que irradiaba entre nosotros y queríamos compartir con el público.
—¿Se acuerdan cuál fue su primera aparición?
—Culini: Fue algo improvisado. Nos detuvieron por no tener los papelitos del autito, el móvil uno de MDQ, y necesitábamos a alguien que cerrara el programa y ella encantada porque nos daba una mano. Al otro día dijo: “che, me gustó esto, ¿y si seguimos?” Para nosotros fue como tocar el cielo con las manos.
—Eugenio: Era muy divertido trabajar junto a mamá y siempre la tenemos presente. Hay muchas culturas que dicen que, si uno recuerda a las personas que físicamente no están en la tierra, estén donde estén, siempre les vas a dar más vida o alegría a la persona que estás recordando. Y ella, por supuesto, es inolvidable.
MDQ, de la tele al teatro
Después de tantos años frente a las cámaras, habiéndose animado a mil y una aventuras, los Weinbaum saldaron una asignatura pendiente probándose sobre las tablas. Durante todo este tiempo, habían recibido diversas propuestas para participar de la temporada de verano en su ciudad natal, pero ninguna los convencía. Acostumbrados a la autogestión, querían hacer algo propio y el año pasado dieron el paso, con la colaboración de su hermana Karina en la producción.
—Culini: La pasábamos de diez escribiéndolo, nos divertíamos y decíamos “ojalá sea un éxito”, que por suerte lo fue, pero si no, igual estaba genial porque disfrutamos mucho ese proceso. Fue un poco a prueba y error, haciendo ensayos, y viendo que lo que nos causaba gracia seguramente iba a generar algo en la gente, pero sin tener idea porque nunca nos habíamos subido a un escenario. Fue mágico.
—Eugenio: Había mucha incertidumbre por parte del público, ya que nadie se imaginaba qué podíamos llegar a realizar, pero quedaron encantados al vernos en otro formato. Creo que no nos vamos a bajar más del escenario (risas).
Las claves del éxito
Mientras ultiman los detalles para volver a las tablas durante las vacaciones de invierno, el mayor de los Weinbaum explica que no tienen una fórmula para el éxito, aunque se guían por una serie de principios: “No defraudarnos a nosotros mismos ni defraudar a la gente que nos sigue desde hace más de tres décadas. Seguimos haciendo el programa como si lo hiciéramos para los doscientos que nos miraban en el canal de Mar del Plata, o los millones que nos pueden ver por cualquier plataforma o por El Trece. Además, el secreto es no subestimar a la gente que está del otro lado, por eso tardamos mucho en hacer otra temporada”.
—Viendo lo que hacen, da la sensación de que lo disfrutan como el primer día.
Eugenio: —Si vos trabajas de lo que realmente te gusta, si tu vocación la transformás en un trabajo, tenés el futuro asegurado. Pero no tiene que ver con lo comercial, sino con que lo vas a seguir haciendo a pesar de que te pongas ancianito, porque es lo que amás. Es lo que haríamos sin cámara, lo que hacemos desde siempre.
Culini: —La pasamos genial, los dos vamos para el mismo norte, nos respetamos muchísimo, somos apasionados. Eugenio es un compañerazo, nos cuidamos, nos protegemos, y tal vez esa sea una de las claves por las que vamos 35 años juntos.
—¿Ven que surjan nuevos proyectos como MDQ? ¿Se sienten pioneros en esa manera de generar contenido?
Eugenio: —Todo va en lo que cada uno ame hacer, porque eso lo hará el mejor en lo que haga. Si alguno quiere hacer programas de aventuras, nosotros somos aventureros, nos encanta, somos curiosos, pero no somos locos, no saltamos de un avión sin paracaídas. Lo que les puedo llegar a decir es que tengan cuidado y que hagan lo que quieran hacer, porque la vida es una sola.
—¿Vuelven a la televisión?
Culini: —Tenemos el corazón puesto en esto. Por el momento estamos emprendiendo la aventura del teatro, pero eso no quiere decir que no estemos planeando algo. No se van a salvar fácilmente (risas).