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Lucho Avilés, “el pionero”: del día que hizo llorar a Eva Perón hasta su llegada a la Argentina por amor

Indiscreciones con Lucho Avilés
Indiscreciones, conducido por Lucho Avilés, fue el puntapié para los programas de "chimentos". Aquí, acompañado por Jorge Rial, Adriana Salgueiro, Susana Fontana y Marcela Berbari (Picasa/)

“Empecé en 1962 en Uruguay, mi país natal, y en el ‘65 me vine a la Argentina y aquí hice mi vida. Obviamente, mi mujer es argentina, mi hijo es argentino, mis amigos son argentinos, mi casa es argentina”, resumió Lucho Avilés sobre su vida y su llegada a la pantalla chica, cuando presentó su libro Indiscreciones, mismo nombre del ciclo que fue emblema y guía del periodismo de “chimentos”.

Nacido el 30 de abril de 1938, Luis César Avilés Volante fue el menor de cuatro hermanos. Según relató sobre esos primeros años en su libro: “Mi hermana Marta, Nené para la familia, siempre cuidó de mí y hasta me ayudaba a hacer los deberes y los mapas cuando iba a la escuela. La mayor de los cuatro, Chichita, ya fallecida, también me quería y mimaba; pero Nené, allá en su interior, estaba convencida de ser mi madre sustituta. Esa vocación no la abandonó nunca: al casarse tuvo siete hijos”.

“Después de mis dos hermanas venía un varón, mi hermano Coco, que muy jovencito entró en la Escuela Naval, y desde entonces dedicó su vida a la Marina, de la que sospecho sigue enamorado aún hoy, cuando han pasado años desde su retiro”, sumó.

Lucho Avilés e Inés Moreno
Lucho Avilés e Inés Moreno en una imagen de la revista Radiolandia del año 1972

En el año 1947 se produjo la histórica visita de Eva Perón a España, como antesala de la denominada “Gira arcoiris” por el resto de Europa. A su regreso, el avión la depositó una mañana en Montevideo para regresar al puerto de Buenos Aires el día siguiente. En medio de esa jornada en tierras uruguayas, la Primera Dama visitó la escuela República Argentina, para lo cual se preparó un simple pero emotivo acto. Sobre él, Lucho Avilés recordó: “Allí estábamos en el inmenso patio de la institución, cerca de mil alumnos con impecables guardapolvos blancos para cantar los himnos y un par de marchas patrióticas”.

El protagonista de nuestra historia en esa época, con 9 años, integraba el “solo” por su privilegiada voz, en el que estaba acompañado por no más de una docena de alumnos. Ubicado al lado del enorme mostrador que hacía las veces de palco, Lucho tenía una vista privilegiada que le permitió advertir un detalle que recordó hasta el último de sus días: “No sé cómo aún tengo el recuerdo tan nítido, pero allí, en el centro del palco, estaba ella con un traje sastre color azul Francia y el pelo rubio, tirante, recogido en un moño. Cantamos los himnos de ambos países y, posteriormente, la Marcha de San Lorenzo. Fue escuchar las primeras estrofas y a Eva comenzaron a caerle las lágrimas de la emoción. Los del “solo”, que estábamos a un par de metros de ella, nos contagiamos de su sentimiento y hacíamos esfuerzos para entonar mientras las lágrimas también bañaban nuestras mejillas. Nunca pude olvidar aquellos instantes y aquellas imágenes”.

No había llegado a los 10 años, cuando, aun al cuidado de sus hermanas, las abrumaba con una serie de cuestionamientos que ellas intentaban evadir como podían. “Entonces se les ocurrió hacerme leer todos los libros de la copiosa biblioteca de la casa”, recordó. Fue en ese momento en que se sintió maravillado por el impactante castillo que uno de ellos tenía en su portada. Sin dudarlo comenzó a leer sus páginas a la espera de encontrar “una novela de espadachines y caballería”, pero otro futuro le esperaba.

Lucho Avilés
Lucho Avilés junto con los históricos equipos de ATC

El famoso libro con el castillo en la tapa resultó ser Hamlet y así fue cómo Lucho conoció a William Shakespeare. “Antes de las novelas que nos acompañaron en la secundaria, mis primeras lecturas fueron obras de teatro. A Hamlet le siguieron Macbeth y Rey Lear”, explicó, aunque dejó en claro, que ignoraba cuánto entendía de todo aquello.

Posteriormente, pasó al teatro de Alejandro Casona, al de Federico García Lorca y Florencio Sánchez. Siempre encontraba nuevo material porque, además, estaba convencido de que “para redactar correctamente la mejor escuela era la lectura”.

Años después, al terminar la secundaria, ingresó en la Facultad de Derecho. A la par, trabajó como redactor en la agencia de publicidad más importante en Montevideo. Allí conoció, en el ′62, al argentino Osvaldo Parrondo, director de cámaras y productor de televisión: “Un tipo excelente. Le conté una idea que tenía para hacer un programa de televisión. Nos asociamos, lo presentamos en el canal 12 montevideano y el ciclo constituyó un éxito impresionante”. Se trató de El pueblo quiere saber, ciclo que años más tarde desembarcó en Buenos Aires e incluso tuvo una segunda versión cuyo nombre fue El público quiere saber.

Para ese momento, Avilés tenía 24 años y no le faltaban muchas materias para recibirse de abogado. Como ese programa les dejaba unas ganancias estupendas, apuró una decisión trascendental. “Desaparecí de la casa de mis padres y alquilé un Penthouse en pleno centro de la ciudad y le robé la mucama a mi madre. Ganaba más que un abogado, así que la Facultad de Derecho quedó postergada y finalmente eliminada de mi futuro”, describió.

Luego fundó una productora cuyos dos primeros programas fueron Temas del mundo de hoy y Yo acuso, título, inspirado en el famoso artículo periodístico de Émile Zola al encarar la defensa del injustamente condenado capitán Dreyfus. Pero para este último necesitaba un conductor. “Allí se me ocurrió convencer primero y contratar después a un joven muy talentoso, tanto que a los 17 años ya había sido secretario de redacción del importante semanario Marcha. El tipo, además, tenía una pinta impresionante y un nivel intelectual y valentía, tales como para polemizar con los más importantes invitados sin achicarse ni un ápice. Fue la primera incursión televisiva de Eduardo Galeano”, contó.

Tres años más tarde, en 1965, Lucho llegó a Buenos Aires contratado por Héctor Ricardo García, para redactar las contratapas del diario Crónica, como ya lo había hecho en el diario El País de Montevideo. Lo recordó así: “Llegué a Buenos Aires profundamente enamorado de una bellísima actriz”. Cabe recordar que el periodista conoció a la actriz Inés Moreno en la capital uruguaya, donde ambos iniciaron un romance, por lo que al trasladarse él hasta este país pudo continuar esa relación y convivencia que duró 12 años.

“Pronto me instalé en el departamento que el actor Carlos Estrada tenía en el barrio de Recoleta. El piso ubicado en planta baja estaba amueblado y el precio del alquiler era muy accesible. Así comenzó mi historia porteña, sin pensar que en ese entonces que la Ciudad de Buenos Aires se iba a transformar de allí en más, en el refugio de toda mi vida”, afirmó sobre esos momentos.

Su llegada a la pantalla chica en la Argentina ocurrió gracias la oportunidad que le dio Pinky en su programa Feminísima en 1969. Tras ello, llegó El juicio del gato por Canal 13, que compartió con su amigo Víctor Sueiro. “Yo era el fiscal y Víctor el defensor, con lo que yo me hice fama de maldito y Víctor de buenazo”, recordó sobre el ciclo que obtuvo el premio Martín Fierro como mejor programa de entretenimiento.

Al año siguiente comenzó Radiolandia en televisión. En el ‘88 fue el turno de Astros y estrellas y, en 1990, el ciclo Indiscreciones batió récords de audiencia que, al día de hoy, no fueron superados por programas de ese estilo. Fueron 10 años en los que el acartonado mundo del espectáculo se transformó en un show de “chimentos” y secretos de alcoba.

Tras dos primeros años en la pantalla de Telefe, pasó a Canal 9 donde brilló desde 1992 hasta 1998, para tener una última temporada en ATC en 1999. Sin embargo, el ciclo se reflotó en 2017 y apareció en la pantalla de CN23, aunque al poco tiempo fue levantado.

Pero Lucho no estuvo solo en esa etapa, claro, y sin dudas el programa se convirtió en un semillero de figuras. Así, por caso, además de su eterna ladera, Susana Fontana, por el ciclo pasaron Adriana Salgueiro, Jorge Rial, Marcela Berbaris, Alejandra Pradón, Marcela Tauro, Marcelo Teto Medina, Marisa Brel, Marcelo Polino, Raquel Mancini, Marixa Balli, Daniel Gómez Rinaldi, Alejandra Rubio y Beatriz Salomón.

El sábado 8 de junio de 2019, a los 81 años, almorzaba con amigos en la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo, en el barrio porteño de Belgrano, cuando en un momento se retiró de la mesa y terminó desvaneciéndose. Los médicos del SAME que llegaron al lugar constataron que había sufrido un infarto masivo.

A lo largo de su vida superó más de 30 operaciones, entre ellas, de pulmón, corazón e intestino. Incluso, tres semanas antes de su fallecimiento, Avilés se había roto dos costillas al caerse en la calle, pero la recuperación, que en un principio lo obligó a tomar fuertes calmantes, había sido muy favorable.

“No lo puedo creer. Fue un maestro. Más allá de chicanas y desencuentros. Me enseñó mucho. Me dio la primera oportunidad en la tele. Un cabrón querible”, lo recordó Jorge Rial, mientras que Susana Roccasalvo le agradeció haber aprendido con Avilés “cómo se hace el periodismo de espectáculos”.

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