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El kirchnerismo busca revancha en el Senado después de la Ley Bases: una jugada también para la interna peronista

José Mayans
José Mayans, al frente de los senadores del peronismo/kirchnerismo.

El kirchnerismo mantiene unificadas las posiciones del grueso de los bloques legislativos, aunque sufrió algunas fisuras y, sobre todo, vio desvanecerse la chance de un golpe realmente duro a Javier Milei. La aprobación de la Ley Bases y del paquete fiscal en el Senado terminó siendo un resultado difícil de digerir: no logró un puñado de votos o al menos un par de ausencias para frenar el objetivo más necesitado por el Gobierno. Fue un mal resultado también hacia la interna y ahora, como contrapartida, buscará avanzar con la iniciativa sobre movilidad jubilatoria aprobada en Diputados por un conglomerado opositor y rechazada con amenaza de veto -sin efecto seguro- por el Presidente.

La idea de poner en marcha el trámite del texto sobre jubilaciones, con la alternativa de sumar el reclamo por el Fondo Nacional de Incentivo Docente -cuya poda fastidió y complica a muchos jefes provinciales- no se limita al peronismo/kirchnerismo. De hecho, espacios de la oposición “dialoguista” -en especial, la UCR y Hacemos Coalición Federal- motorizaron el tema y mantienen la intención de ir a fondo.

Con todo, en ese terreno asoman diferencias y algunas incomodidades, aunque menores que en el anterior contexto de Diputados. Aquella aprobación de una nueva reforma para las jubilaciones, cuando la Ley Bases y su pacto fiscal seguían navegando en la incertidumbre, se sumaba a un clima muy enrarecido, especialmente por las señales de los mercados. Eso mismo le dio una dimensión dramática a la batalla del Senado: se jugaba bastante más que una ley. Pasada la prueba, esa franja opositora -cuyo apoyo aún condicionado fue crucial- retoma la decisión de mantener márgenes de diferenciación con el Gobierno y, a la vez, una posición despegada del tono que busca imponer el kirchnerismo como principal expresión en la vereda enfrentada con Milei.

No resulta nada sencillo para la heterogénea franja que terminó jugando fuerte y permitió al oficialismo aprobar en el Senado, con condiciones y acuerdos que ahora deben superar el test de la vuelta a Diputados. Fuera de llamativas idas y vueltas de algunos provinciales, los mayores crujidos se produjeron en las filas de la UCR. No hubo nada parecido a una posición en común entre el bloque de senadores, más los cinco gobernadores -con matices y algunas divergencias entre ellos- y el titular partidario, Martín Lousteau. La cuestión de las jubilaciones podría recomponer precariamente el tablero.

Falta la última entrega de la Ley Bases y el reaseguro del paquete fiscal. El oficialismo temía con razón el rechazo a la reversión parcial de Ganancias. Y la sorpresa estuvo en Bienes Personales. Son dos de los puntos centrales que fueron colocados rápidamente por Guillermo Francos como objetivo para insistir en Diputados. Las tensiones van a seguir en los próximos días. Y la fragmentación política es tal que ni siquiera hay sintonía asegurada entre senadores y diputados de un mismo espacio.

El caso extremo es el de los gobernadores. Operaron a favor de los proyectos -y con especial cuidado del articulado fiscal- la decena de jefes provinciales de lo que fue JxC, la mayoría de los espacios provinciales y al menos tres del PJ. Juegan su partido, sin seguir necesariamente alineamientos nacionales. Pero a la vez, no aseguran correspondencia entre sus decisiones y los representantes del mismo color de sus distritos.

Lo que ocurra en esta segunda entrega de Diputados influirá sin dudas en el clima de la otra ala del Congreso, sobre todo si la resolución de los temas fiscales apuntados y otros puntos rompen acuerdos tejidos para asegurar con lo justo las votaciones. Pero además de esperar ese desenlace, hay cuestiones prácticas y diferente grado de apuro.

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Martín Menem, en la sesión sobre jubilaciones. El tema espera ahora en el Senado
(Franco Fafasuli/)

Pasada esta semana, con despachos muy poco concurridos, el kirchnerismo intentará motorizar la convocatoria de la Comisión de Trabajo y Previsión Social. Está a cargo de Carmen Alvarez Rivero, senadora del PRO y muy en línea con el oficialismo. El trámite no sería sencillo, aunque tiene chances de avanzar, como ocurrió en Diputados, a principios de julio.

El kirchnerismo sabe que, aun en el caso de que se produzca el recorrido sanción-veto-insistencia del Congreso, el cuadro y su impacto son diferentes a lo que habría ocurrido si se hubiera caído la Ley Bases. Y ese es el punto, inquietante, con dos lecturas posibles.

La primera dice que el peronismo/K jugó al límite pero sin intentar el fracaso de la ley. En ese caso, sería algo así como una estrategia para dañar la imagen presidencial y apostar al desgaste en continuado, sin acelerar. Sería una forma de “comprar tiempo”, ejercicio extendido a otros espacios para tratar de recomponerse y producir alguna oferta electoral. Está demasiado presente el resultado del experimento de Alberto Fernández con CFK como principal socia, en una relación desgastante y de impacto directo en la crisis.

La otra lectura dice que el objetivo era voltear el acuerdo político y fiscal que se impuso finalmente en el Senado. Eso hubiera colocado a Milei frente a un abismo, en principio por efecto de los mercados, atentos al igual que el FMI a esta prueba política: se estaría jugando la capacidad del Gobierno para acordar sus proyectos centrales y lograr un primer triunfo legislativo, cumplido ya el primer semestre de gestión.

Desde el kirchnerismo trascendió después de la votación una mezcla de enojo con otros espacios y malestar sin vueltas por haber perdido la pelea en la Cámara considera “propia” por la ex presidente. Buena parte de ese clima tiene como foco las fisuras propias: la posición de quienes directamente rompieron con el bloque y los que, sin emigrar, votaron a favor de algunos artículos.

En público, los nombres propios fueron limitados a ex compañeros de bancada. Y llegó al extremo de amenazar con expulsiones del PJ, algo extraño en este momento, por el riesgo que supone empujar semejante idea en una situación interna inestable, por ahora contenida.

Esa contención expresa el mayor objetivo de la ex presidente y del kirchnerismo en general. Se apoya en el combate contra el nuevo enemigo antes que en una reivindicación de la gestión de Alberto Fernández, compartida y a la vez bombardeada por CFK. Necesita una recreación de la “grieta”, ahora con Milei. Y esa disputa en blanco y negro, a la vez, potencia el efecto de una derrota. Es lo que acaba de ocurrir en el Senado y desnuda también la idea de ir por la revancha con el escudo de los jubilados.

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