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Silvina Luna: su partida de Rosario llena de sueños, la búsqueda de amor y una muerte que lloró todo un país

Todo comenzó con una apuesta, de esas fuertes que giran el mundo a 180 grados. Que requieren de valentía y pasión, dos atributos con los que contó hasta el final. Corría el año 1997 y cuando todas las chicas pensaban en ir a bailar, estrenarse una nueva remerita o congeniar con el chico que les gustaba (cosas de la época para cualquier adolescente), Silvina Luna tenía una determinación inquebrantable. Y en esa dirección fue.

“Tenía 17 años y una perseverancia total. Tenía un norte: Buenos Aires, la meca de mis sueños, el lugar que se ajustaba a todas mis fantasías. Ese amor por la ciudad venía de lejos, de cuando acompañaba a mi mamá a comprar ropa que después vendía (…). Llegué decidida a estudiar teatro con mi padre totalmente en contra y mi madre a favor, a mi lado como siempre. No conocía a nadie y me instalé en una pensión solo para mujeres en el barrio de Congreso. Mamá se quedó unos días conmigo (…). Recuerdo cuando llegó el momento de su vuelta a Rosario. La veo caminar por la vereda, yéndose. Su figura, de espaldas, se hace cada vez más chica. Y yo estoy sola, en una ciudad enorme, en el cuarto diminuto de la pensión, con una valija y llena de sueños, lista para empezar un nuevo capítulo de mi vida. Una página en blanco”, relató en primera persona, años después, en su libro Simple y consciente.

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Silvina Luna en su cumpleaños de 15 junto a sus padres, Roxana y Sergio, y su hermano Ezequiel, de por entonces 10 años

No sería la primera decisión fuerte que tomaría a lo largo de su vida, tampoco la última. Y la apuesta salió bien. Gracias a su carisma, su humor, su sensibilidad y a su resiliencia única, antes y después de que la tomara por asalto la fama en la segunda edición de Gran Hermano, Silvina supo reinventarse más de una vez. Las peleas familiares, los romances fallidos, las infidelidades, algún traspié laboral. Pudo con todo menos con lo que llamó “el peor error de mi vida”, en referencia a la cirugía que en 2011 le practicó Aníbal Lotocki, cuya mala praxis le terminó costando la vida.

El médico finalmente, y luego de una larga lucha por parte de las víctimas (además de Silvina, lo denunciaron Pamela Sosa, Gabriela Trenchi y Stefanía Xipolitakis, entre otros) fue preso, con una condena a confirmar que podrían elevarla de 4 a 8 años de prisión por lesiones graves y 10 de inhabilitación para ejercer su profesión. Ella dio pelea hasta que su cuerpo dijo basta la tarde del 31 de agosto de 2023, a la espera de un trasplante de riñón, con 43 años y muchos sueños por cumplir.

Uno de ellos era convertirse en madre, por eso había congelado óvulos. Otro, hacer una serie de su vida para ayudar a otras mujeres. Esa intervención estética y el calvario que le tocó atravesar, con una diaria de dolores intensos, no pudieron apagar su sonrisa y su valor para seguir, para dejar un legado y bajar un mensaje positivo sobre el amor propio: aceptarnos, querernos, respetarnos, cuidarnos. Tal como somos, sin necesidad de recurrir a pociones mágicas ni intervenciones de riesgo.

Silvina Luna
De Rosario a Buenos Aires, Silvina llegó a una pensión de mujeres, con una valija cargada de sueños y mucha ilusión

Hoy, viernes 21 de junio, Silvina cumpliría 44 años. Murió demasiado joven hace 9 meses y 19 días. Su último cumpleaños lo pasó en una cama de terapia intensiva del Hospital Italiano. En aquel momento, la modelo no paraba de dar batalla. Incluso tuvo algunas mejorías que dieron algo de esperanza, pero no alcanzó: ni la contención de su hermano Ezequiel, quien puso su vida en pausa para estar a su lado incondicionalmente; ni la comunión que formaron sus amigas, turnándose para cuidarla y que nunca se sienta sola. Aun así, se fue rodeada de lo más importante: amor.

Silvina Luna
Silvina Luna disfrutaba viajar y se abrazaba a la naturaleza

Silvina siempre persiguió el amor. Lo contó ella misma en su libro autobiográfico, antes de partir. La alerta se dio cuando tenía 20 años y se fue a vivir a Miami con unas amigas para probar suerte. Book de fotos en mano, trabajaba algunas horas y el resto disfrutaba de la playa, a la espera de una buena oportunidad laboral. Todo era diversión hasta que su exnovio no soportó la distancia y fue a buscarla para pedirle que volviera a Buenos Aires. “Se activó el modelo de mamá, la dependencia de la pareja, eso de ver al hombre como el salvador, la persona que podía contenerme emocionalmente y decidí regresar”, reconoció sobre aquel entonces.

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"Simple y consciente", la filosofía de vida que adoptó y que la llevó a escribir un libro para ayudar a otras personas

“Me veo en esa escena. La que deja todo por amor. ¿Era ese mi verdadero sueño?”, escribió y reflexionó: “Ese mecanismo se haría presente después, en otros noviazgos. Dejaba de priorizarme siguiéndolos a ellos, dejando atrás sueños, trabajo, hogar. Cuando llegué a Buenos Aires, Juan Pablo estaba con otra. Colorín colorado”. Tras ese traspié, presentó sus fotos en la agencia de Ricardo Piñeiro y una amiga la arrastró al casting de Gran Hermano, sin imaginar que se daría un nuevo cambio radical en su vida.

En las entrevistas para ingresar al programa “me preguntaban si estaba dispuesta a dejar todo y encerrarme en una casa con desconocidos. Esa pregunta venía del pasado, porque yo ya lo había hecho, por eso dije que ‘Sí'. ¿Qué tenía para perder? ¿El cuarto de la pensión? Me esperaba un encierro, sin pagar alquiler y con las comidas garantizadas. Plan B activado”, contó.

Su paso por el programa fue una revolución y llegó a la final. No se alzó con el premio principal, pero para todos, fue la gran ganadora. Las nenas imitaban su paso al ritmo de El meneaito, agachadas tocándose la panza; las mujeres empatizaron con ella por su forma de tomarse con gracia los cambios de su cuerpo, teniendo en cuenta que era modelo y trabajaba con su imagen. La cámara la amaba y pronto le llovieron ofertas laborales. Nunca paró de trabajar, tampoco de recibir cariño.

Silvina Luna fotos instagram
Silvina Luna y su sonrisa inoxidable (Instagram)

Tal vez ni en sus sueños más ambiciosos podría haber imaginado una despedida de este plano tan emotiva. Porque no hay dudas de que la lloró todo un país. Aquellos que siguieron sus primeros pasos en el reality y se enamoraron de su sonrisa y picardía. O los que la descubrieron luego en su faceta de actriz, o bailando en la pista de Showmatch. O aquellos que se conmovieron con su cruzada durante su enfermedad y organizaron cadenas de oración, vigilias frente a la institución médica donde estaba internada o compartían sus fotos en redes sociales para enviarle luz.

Silvina finalmente encontró lo que tanto buscaba: amor. Y se volvió inolvidable, como esas figuras del espectáculo que, al recordarlas, dibujan una sonrisa.

Silvina Luna

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