Música/Espectáculo

Del under del rocanrol a grabar un clásico de los Redondos con Pato Fontanet en tango: el viaje del cantante de Ojos Locos

Desde principios de milenio Martín Martines viene pateando antros, clubes, estadios y festivales al frente de Ojos Locos, una de las bandas más persistentes en el universo del rocanrol más crudo hecho en Argentina. Pero desde el 2018 le empezó a picar el bicho del tango y, en paralelo a la actividad de la banda en la que canta, desarrolló un proyecto en el que une sus dos pasiones musicales y pone su apellido al frente.

“A veces uno dice: ‘Quiero hacer tal cosa’ y la idea está antes del proyecto. Con una banda de rock, al armarla, hay como cierta proyección antes de juntarte la primera vez en una sala. Y con este proyecto se dio al revés de eso. Porque a medida que se fue dando la carrera con Ojos Locos, me fui cruzando con músicos con los que nos poníamos a zapar y de pronto salió un tango. O empezamos a parar en una milonga que fue un desprendimiento de los pibes que estaban en el Club Atlético Fernández Fierro. Y bueno, se fue dando”, le cuenta Martín a Teleshow, ahora como cantante de Martines Tango & Roll, con el que acaba de sacar su segundo álbum que lleva como subtítulo “Viaje 2″.

“El tango me acompañó desde chico, en mi casa, por mi viejo. Y siempre me sedujo la parte poética y las historias de los personajes de la generación del 40, todo esos poetas con visión social. Pero musicalmente estaba lejos, porque estaba curtiendo otra música, con otras herramientas, otros instrumentos, y estaba muy habituado a eso. Y con el tango pasás a un formato más acústico, otra sonoridad, otros espacios, otra manera… Bueno, el tango no tiene ningún instrumento percusivo. Y todo se dio cantando. En alguna sobremesa pintaba la guitarra y empezaban los repertorios variopintos, empezando a cantar un poco de rock nacional, después un poco de tango. Y ahí creo que empecé a sentir que estaba cómodo con la interpretación: en el tango es fundamental la interpretación”, dice.

Esta mixtura de repertorios queda en evidencia en los volúmenes “Viaje 1″ (editado en 2020) y el flamante 2: las “Melodías de arrabal” (Carlos Gardel y Alfredo Le Pera), la “Niebla del Riachuelo” (Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo) y “Como dos extraños” (Contursi) se mezclan con temas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (”Un pacman en el Savoy”, “Motor psico”, con Patricio Santos Fontanet de invitado), Skay Beilinson (”Oda a la sin nombre”) o Callejeros (”Fantasía y realidad”, “9 de julio”), pero también con composiciones propias. Todo registrado en vivo, en pocas tomas y apenas un puñado de sobregrabaciones.

Martín Martines
Martín Martines, cantante de Ojos Locos y ahora al frente de Martines Tango & Roll (Foto: KVK / Gentileza prensa) (KVKFOTOS/)

“El rock argentino tiene una influencia directa del tango que logra meter alta poesía en la música. El tango está hablando todo el tiempo, te está contando, te está diciendo. Y me di cuenta de que me empezaba a encontrar cómodo, que me llegaba a otra fibra sentimental, también, al interpretar esas canciones”, analiza Martín.

Como dijo, el proyecto “lo encontró” y no lo formó; además, corre en paralelo a Ojos Locos, quien está trabajando en un álbum que editarán en 2025. “Un día me llamó un amigo que estaba en el Mundial de Tango en Ushuaia, y me dice que estaban con un pibe que tocaba el violín, el mejor violinista de tango y roll, le decían, medio que lo estaban cargando porque tenía un tatuaje de Ojos Locos. Es Manuel Quiroga, una eminencia en tango, toca música clásica en el Colón. Me pasan el teléfono y me dice: ‘Yo te voy a ver a vos desde chico’”, recuerda. Los músicos empezaron a aparecer aquí y allá y, además de Quiroga, consolidó la formación con Gabriel Gerez (en piano acústico y teclados), Marcos Fernández (bandoneón) y Tincho Morales (guitarra acústica, bajo acústico y percusión).

“Hay música que podés estar seis meses metido en una sala, o un año haciendo un disco, tocando. Pero el tango tiene una urgencia del escenario. Entonces no fue que estuvimos meses preparando el repertorio. Enseguida dijimos lo que queríamos tocar. Y cuando me quise dar cuenta, la ola me había llevado”, dice.

Martín dice que este pasaje al tango desde el rock lo ve como una “continuacuón natural”. Y ensaya una explicación lógica al decir que “el rock nacional es una evolución del tango en el sentido de que hay que hablar de una música de la ciudad de Buenos Aires, que se fue traduciendo a medida de que su contexto social y cultural fue cambiando, fue adaptándose a diferentes instrumentaciones, a maneras de hacer esa música. Pero esa música es el sentir el espíritu de la ciudad. Hay cierta poética que está unida a la visión del paisaje urbano y social que, en algún punto, no envejece”.

A la vez, cree que la música que hoy está de moda también tiene que ver con ese linaje, esa herencia. “En un tiempo, toda esta invasión de trap o urbano que conocemos en Argentina, imagino que también va a encontrar su mayor identidad con respecto a la ciudad y el país. No va a parecer algo que nos mandan de afuera. Nosotros lo procesamos y vemos que sale. Hay que darle tiempo a las cosas. Hay un montón de problemáticas que las repite el tango, las repite el rock, repite el trap, repite el hip-hop… Todas cosas que tienen que ver con lo que nos pasa como sociedad. Hay un hilo que, si uno lo puede ver un poquito más allá, se da cuenta que a muchos artistas los une”, analiza.

Martín Martines
Martín Martines inició su proyecto tanguero en 2018, en paralelo a su recorrido con Ojos Locos (Foto: KVK / Gentileza prensa)

“Está bueno apropiarse de la ciudad, de todo ese bagaje que hay de tango y rock por detrás. A las tradiciones hay que revisitarlas, porque tienen que ver con una especie de ritual que tiene la historia. Eso no significa que vos tengas que hacer lo que marca la tradición”, dice Martín y reflexiona: “La sociedad no necesita ser reinventada para adelante, tenemos que tratar de reinventarnos para atrás, porque si no es un suicidio colectivo del planeta. Está todo bien con la inteligencia artificial, ojalá nos ayude, nos dé herramientas, pero me parece que hay que dejar de correr atrás todo el tiempo de lo novedoso y no perder de vista que el arte está para hacer algo bello y algo conmovedor, por sobre todas las cosas”.

“Hay que desacelerar un poco esa carrera hacia adelante, que corresponde más a una lógica de mercado para todo el tiempo vendernos cosas nuevas, pero no responde a lo que sería la lógica humana. Si no, te caes en la lógica del algoritmo: dentro de poco nos van a pedir que saquemos un simple por día. O que los temas duren 50 segundos. A veces parece que el artista se termina convirtiendo en un reel o en un tiktok”, ironiza.

En esa pelea contra el algoritmo, Martines rescató dos gemas ricoteras para este nuevo álbum. Por un lado, “Motor psico”, clásico de Oktubre (1986), el cual versionó junto a Patricio Santos Fontanet, vocalista de Don Osvaldo, ex Callejeros. “Nosotros compartimos generación, con unos poquitos años de diferencia. Y venimos del mismo imaginario cultural, social y musical, que tiene que ver con que la piedra basal son los Redondos. Nos conocimos cuando empezamos con Ojos Locos. Él estaba con Callejeros y nos veíamos en los recitales, volanteando. En ese momento había bastante camaradería entre el resto de las bandas que en ese momento ya eran grandes, convocantes. Él es fanático del tango y cada vez que nos veíamos, nos poníamos a cantar tangos con una guitarra. Cuando empecé el proyecto Tango & Roll me apoyó mucho, me dijo que estaba buenísimo lo que estábamos haciendo. Entonces yo le decía: ‘Bueno, tenés que venir a cantar un tema’ y él me propuso hacer ‘Motor psico’.

—¿Tuvo alguna decisión sobre la versión que hicieron?

—Sí. Hicimos una versión con la banda y se la mandé para ver qué me decía. Me dijo que le gustó pero me propuso algo: “¿Por qué no hacemos algo a dúo como hacían Gardel y Razzano? Porque sino hacemos lo mismo de siempre, que yo canto una estrofa, vos otra… Es lo mismo que cuando vamos de invitados con un grupo de rock”. Entonces me propuso otra voz, lo probamos y la verdad que está bueno. Son dos voces bien laburadas, logradas, puestas en el plano justo y le dan otro vuelo, otra armonía.

—¿Qué te dijo él de las versiones que hicieron de “Fantasía y realidad” y “9 de Julio”, temas de CJS?

—A “Fantasía y realidad” no lo versionamos mucho porque ya de por sí era un tango. Para mi es un temazo que parece de la década del 40. Lo que sí, está más tocado con instrumentos de tango porque ellos, en el momento que lo hicieron, lo grabaron con los instrumentos que tenían de banda de rock. A “9 de Julio” sí le metimos más mano: le cambiamos el final, con otra instrumentación, otros acordes y quedó más volado, sin el final común de un tema de rock, como tiene el original. Él estaba muy emocionado y contento porque es una canción que tiene más de una lectura y es uno de esos temas donde la música y la letra laburan perfecto. Esa música era la que había que escribir. Queríamos salir del cliché de decir: “Vamos a hacer ‘9 de Julio’, vení a cantarla vos’. Ya todo el mundo escuchó ese tema cantado por él, entonces él me propuso esto de buscar algo que nos identifique a los dos. Y ahí salió el tema de los Redondos.

—¿Recibiste alguna devolución de las versiones de los Redondos o de “Oda a la sin nombre”, el tema de Skay?

—Tengo una relación con Skay y la Negra Poly de muchos años. Una vez nos vinieron a ver, antes de la pandemia, y nosotros ya hacíamos “Un pacman en el Savoy”. Nos saludamos antes del show y yo no les dije nada. Después del show, vino a saludarnos de nuevo, nos quedamos charlando y de golpe me dice: “Che que buena versión la del ‘Pacman’”. Y me dijo que ese era un tema de Bang! Bang! Estás liquidado (1989) al que le tenía mucho afecto. Y ahora próximamente voy a ir a su casa con este disco, porque él tiene un ritual de decir: “Junte monos a escuchar un disco”. No existe la de “mandamelo por whatsapp”, ellos solo tienen un teléfono de línea con contestador automático. Así que se lo voy a hacer escuchar. Y para mí es especial porque es un tema muy emblemático de su carrera y sé que también es muy significativo en la vida de ellos. Tengo unas ganas bárbaras de verlo porque cuando él y la Negra te abren su corazón, vos sentís que todo puede fluir. En ningún momento vos sentís que te tienen que abrir cuatro puertas blindadas porque estás llegando a ver al Papa.

—Claro, es como si te juntaras con tus tíos.

—Exactamente, como si te juntás con tu tío más grande que tiene el mismo lenguaje que vos. Nunca han tenido una palabra donde nos hayan hecho sentir una diferencia. Te escuchan siempre, ellos siempre son ávidos. Por ahí pasan varios meses que no lo ves y te dicen: “Bueno, hablá vos primero, contame”… Y siempre te dan ese espacio que te lo hace muy fácil, porque nunca está en la postura “yo soy Skay Beilinson”. Es una especie de Jedi. Es un placer porque muchas veces me invitó a escuchar su disco nuevo antes de que salga y de repente pregunta: “¿Y eso qué te pareció?” (risas). Mismo cuando vino a grabar a un disco de Ojos Locos, él nos preguntaba si nos gustaba el solo que había tocado. “Che, pará, hagamos otra toma, así dejamos un par de tomas y después elegimos. ¿Les parece que va por ese lado”, nos decía. Y yo estaba sentado al lado de él pensando: “¿Esto es real?”. Y no te caretea la humildad.

—Después del “Viaje 1″ y el “Viaje 2″, ¿se viene un tercer volumen?

—Este disco es como un cierre de Tango & Roll, porque fue la búsqueda. Creo que toda esta primera etapa, del 2018 hasta ahora fue buscar la consolidación entre los músicos que lo conformamos y el repertorio. Porque pienso que la mejor manera de presentarse como artista es el vivo. Creo que eso quedó plasmado en estos discos. La idea hacia adelante es empezar a preparar un álbum nuevo que tenga más composiciones propias. Seguro va a seguir teniendo esas elecciones dentro del folklore del tango y el rock nacional porque nos encanta. Pero yo siento que llegamos a un punto donde encontramos la función de cada uno. Y que para mi no es menor porque es lo que le da genuinidad a la banda. Y le da, de alguna manera, una originalidad, dentro de algo que no es original, por así decirlo.

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