A 40 años del inicio de Nuevediario, el noticiero que cambió la manera de contar la realidad
“Nuevediario marcó tendencias en varias direcciones. Era distinto a todo y hoy, los noticieros tienen mucho de aquel programa, sobre todo en la parte policial, los entreveros personales, las historias de vida o las coberturas deportivas”. La sentencia pertenece a Guillermo Andino, una de las caras emblemáticas de aquel informativo que trazó un antes y un después a la hora de contar la realidad. Se cumplieron 40 años del inicio de su etapa más brillante, donde se conjugaron el conocimiento televisivo del dueño de la emisora, Alejandro Romay, la sagacidad e impronta de un experto director de noticias, Horacio Larrosa, y un plantel de periodistas que la gente prontamente adoptó como propios, porque los sentía cercanos y sin divismos. Allí confluyeron estos elementos para dar como resultado una marca inolvidable.
Periodista de raza, con el talento para saber amoldarse a una nota caliente de actualidad o al remanso de un tema que sacaba una sonrisa, Silvia Fernández Barrio configuró la conductora ideal de ese noticiero y así nos lo recordó: “Nuevediario es lo más impresionante que me tocó en mi carrera y lo máximo que uno puede esperar. Fue lo más exitoso que hice y significó que yo pudiera ir y volver dentro de la televisión cada vez que quisiera, porque me siguieron llamando siempre. Viéndolo ahora, uno toma conciencia que en ese momento no nos dábamos cuenta lo que significaba en la gente y me cuesta poder ponerlo en palabras”.
Gustavo Siegrist fue productor y mano derecha de Horacio Larrosa a lo largo de diez años. Con memoria prodigiosa, nos recordó como fueron los momentos embrionarios de Nuevediario: “Romay regresó al canal que le había sido expropiado en el ‘74 y tomó posesión el 24 de mayo de 1984. Llego Mario Gavilán como director del noticiero y con él Juan Carlos Pérez Loizeau como conductor, a quien se sumó Daniel Mendoza, conformando la primera dupla de Nuevediario, que arrancó en junio y que nada tuvo que ver con lo que vino después. Romay siempre fue hombre de resultados y de tomar decisiones cuando las cosas no funcionaban y por eso concluyó pronto la etapa de Gavilán y llegó en su lugar, en enero del ‘85, Horacio Larrosa, que fue el hacedor del gran éxito. Trajo a Silvia Fernández Barrio para ocupar el lugar de Daniel Mendoza que decidió irse, y ella con Pérez Loizeau conformaron un binomio inolvidable. Larrosa decidió levantar el noticiero del mediodía, porque no estaban las condiciones dadas para dos ediciones diarias, y se concentraron los esfuerzos solo en el de la noche, con gran y rápido suceso, siguiendo el estilo que él había aprendido de su paso por otro envío exitoso como había sido ‘60 minutos’ unos años antes en ATC”.
Silvia Fernández Barrio ya tenía experiencia en noticieros, pero Nuevediario marcaría su consagración definitiva. En la charla con Infobae, contó cómo fue su llegada: “Me convocó Horacio Larrosa, con quien había trabajado unos años antes. El éxito fue inmediato, pero no teníamos tanta conciencia, como puede existir ahora con el minuto a minuto. Lo que me resultaba interesante era que, por ejemplo, un día hacíamos 49 puntos, al siguiente medíamos 47 y Horacio empezaba a cuestionar que podía haber fallado, pese a que los números eran extraordinarios, pero se buscaba siempre un poco más. La real conciencia del suceso la tuve con las limitaciones que comenzaron en mi vida privada, como no poder llevar a mis hijos a una plaza o cuando una vez fui con ellos a La Rural y casi los pisan por el desborde de la gente”.
Además de un estilo de fuerte impacto, absolutamente transgresor, otro de los elementos que destacaron a Nuevediario, y por el que sigue siendo recordado tantos años después, era su cortina musical. Gustavo Siegrist cuenta la historia poco conocida de su origen: “La canción son los 24 primeros compases de la música de ‘La Guerra de las Galaxias’, por los que Romay pagó una fortuna y la mandó a hacer como él quería a los Estados Unidos, con una orquestación especial y más tarde fue un poco más extensa. La gente la adoptó enseguida y fue otra de las marcas registradas el programa”.
“Coincidió con la primera época, remarca Siegrist, una serie de sucesos que sacudieron a la sociedad y que atendimos sin descuidar detalles. En julio del ‘84 ocurrió el asesinato de Aurelia Briant, y fue la primera cobertura importante con la impronta de José de Zer, que pasó a ser la figura del noticiero con los casos policiales, marcando una diferencia y que le abrió una especie de aura de periodistas investigativo, quizás controversial, con una personalidad bien definida. En el ‘85 fue el caso de la misteriosa desaparición de la doctora Cecilia Giubileo, que trabajaba en la Colonia Montes de Oca y con eso también se marcó una diferencia, gracias a un minucioso estilo investigativo, como solían hacer las revistas, pero con imágenes. Apenas unos meses más tarde, ocurrió lo del clan Puccio. Nos involucramos mucho con el caso de la crotoxina, que fue un tema muy polémico y cuando sucedió el terremoto de México, fuimos el único canal que tuvo enviados especiales. Para Horacio Larrosa fue la medida justa para ir preparando el terreno del gran salto que se iba a dar a partir del ‘86, con niveles de audiencia increíbles, a partir de una historia que marcó un antes y un después, que fue una escuela de la provincia de Salta, bautizada Paloma de la libertad. Se hizo una campaña para recaudar fondos que fue tan espectacular, que se llenaron varios depósitos con las donaciones y el rating llegó hasta los 55 puntos”.
El 9 era el único canal privado y tenía una diferencia abismal con sus competidores, ya que, en su grilla, estaban los más destacados actores, actrices y conductores. En ese contexto, era lógico que su noticiero fuera muy visto, pero jamás con los niveles insospechados de audiencia que alcanzó Nuevediario. En esa dirección van otras evocaciones de Gustavo Siegrist: “El viernes 3 de julio del ‘87, Horacio Larrosa vino y me dijo que, a partir del lunes siguiente, arrancábamos la edición del mediodía, por pedido de Romay. En esas horas se hizo el casting, algunos ya estaban en carpeta, y fue donde ingresaron Claudio Rígoli, Sergio de Caro y Ángel Rey, entre otros, para sumarse a Juan José Maderna, que ya llevaba un tiempo en el programa. Nuevediario hacía entre 45 y 50 puntos de rating y esa edición inicial del mediodía, sin promoción, marcó casi 35. Otro ícono fue el Mundial de Italia ‘90, porque gracias a la buena relación de Enrique Moltoni con Maradona, podíamos acceder a la concentración y así obtuvimos la imagen, que luego recorrió el mundo, de cómo tenía Diego su tobillo antes de jugar con Brasil. Y allí tuvimos una anécdota graciosa, porque cuando nos avisaron que tenían ese material, pedimos horario para que lo enviaran por satélite. Llegado el momento, aparecieron las imágenes, pero el audio era el del dibujo animado del correcaminos en italiano (risas). Nunca supimos que pasó, pero al rato se mandó de nuevo en forma correcta”.
De su extenso período al frente del noticiero, Fernández Barrio recuerda muchas de las notas que le tocaron realizar, pero en medio del diálogo, rescata una por sobre las demás: “A los pocos meses de asumir, me tocó la cobertura del primer viaje de Carlos Menem como presidente en los Estados Unidos. Cuando dio la conferencia de prensa, me la perdí porque estaba haciendo otra nota, pero en Nuevediario no podías volver sin el objetivo cumplido. Entonces averigüé con su entorno en donde lo podía ubicar y me dijeron que estaba comiendo en un restaurant en la bahía de Hudson. Ingresé al lugar y le pedí la entrevista, a la que accedió. La hicimos en un balcón que daba sobre la bahía y me impresionó porque le había ido muy bien en toda la gira y le pregunté si cuando apoyaba la cabeza en la almohada se daba cuenta del alcance del éxito que estaba teniendo y sin dudar me respondió: ‘Este es el resultado por el que trabajé toda mi vida’. Me impactó muchísimo, porque nunca pensé que tendría esa repercusión en el exterior”.
A mediados del ‘89, Juan Carlos Pérez Loizeau dejó su lugar, siendo suplantado por Oscar Lasalle, un locutor y presentador con muchos años en la emisora. Un par de años más tarde, también se fue Fernández Barrio y allí fue el momento de apostar a una nueva dupla: Guillermo Andino y Mabel Marchesini. En diálogo con Infobae, Guillermo recordó su llegada: “Había debutado en televisión en canal 13 en 1987, un mes después del fallecimiento de mi papá, como cronista y presentando notas en el piso. En 1990 comencé a hacer el móvil del noticiero que conducía Pinky, hecho que me dio mayor visibilidad y a fines de ese año me convocó Horacio Larrosa, el director de Nuevediario, con la anuencia de Alejandro Romay, porque querían un cambio en los conductores, apostando a gente que tuviera menos de 30 años. Cuando tuve la charla definitiva con ambos, Alejandro, muy a su estilo, comenzó a hacerme preguntas de todo tipo como si fuera un participante de “Los 8 escalones” (risas). Nunca voy a olvidar que arranqué el 4 de febrero de 1991, el día de mi cumpleaños”.
La competencia había cambiado, porque desde 1990, los canales 11 y 13 fueron privatizados. Romay, un animal de televisión, sabía que tenía que dar algún golpe de timón. El éxito siguió del lado de Nuevediario como lo evoca Andino: “A los dos meses de estar conduciendo con Mabel hacíamos 25 puntos de rating al mediodía, en una programación donde luego venían Mirtha Legrand, Lucho Avilés y Berugo Carámbula, y después de la edición de la noche, un día Susana, otro Larrea, etc. Romay lo había titulado el canal de las estrellas y yo al principio no podía creer de estar ahí. Teníamos columnistas excelentes, como Marcelo Longobardi o Nelson Castro, que con los años conformaron su propia identidad”. En la misma dirección van las palabras de Siegrist: “El éxito arrasador lo detectábamos a cada momento y en cualquier ámbito. Por ejemplo: Teníamos 8 minutos para cada corte comercial puro, con publicidad vendida, que era una locura para la época. Todos los políticos se desesperaban por venir y eso daba un arco muy grande pluralidad, porque el resto de los canales eran del estado y casi siempre tenían espacio solo gente del gobierno de turno. También con los casos policiales, donde llegábamos siempre primero e informábamos de una manera que nadie lo hacía, con la cámara abierta, para poder captar lo que pasaba en el momento. Muy criticado en ese momento, pero que la mayoría copió después. Lo mismo con el deporte, haciendo coberturas inéditas para la época, con los entrenamientos de varios equipos, no solo los grandes, hablando con los protagonistas desde otro lado”.
Para Guillermo Andino fue un aprendizaje diario, porque también le tocaba hacer notas, más allá de su rol como conductor: “Una de las más recordadas, hasta el día de hoy, fue cuando lo entrevistamos a Carlos Monzón en la cárcel de Las Flores. Nuevediario fue tan adelantado a su época, que podía ocurrir, que, en el medio del programa, apareciera Susana Giménez y le hiciéramos una nota en vivo o los juegos, auspiciados por distintas marcas, para que el público participase. Fue un noticiero con muchísimas cosas de magazine, sin descuidar la actualidad, algo que hacen ahora la mayoría de las señales de noticias”.
Muchos lo trataron de imitar, pero era imposible de igualar. Por contexto, por época y por haber sido completamente innovador. Sobre el final, Siegrist nos deja una interesante visión sobre los condimentos que hicieron de Nuevediario un plato único: “No hubo una fórmula para el éxito, sino que fueron varias cosas que se combinaron: por un lado, éramos el único canal privado que de por si tenía mucha audiencia y el noticiero se convirtió en la voz del pueblo, que era lo que la gente quería en el regreso de la democracia. Supo crear personajes con sus periodistas, con identidad propia y que sabían jugar en el lugar que les correspondía, como un buen equipo de fútbol. La mejor definición es que era la Biblia y el calefón. Por un lado, las carreras de Daniel Scioli en motonáutica, un deporte 100% elitista, y por el otro el reclamo barrial, que la penetración del noticiero hacía que se solucionara en 24 horas. Sabíamos lo que la gente quería. Había un gran trabajo en equipo, con camaradería y eso también se reflejaba. Los periodistas se hicieron parte de la gente, que se identificó con ellos y les dimos lo que nadie les había dado antes. El reconocimiento estaba allí y no en otro lado, porque nunca ganamos un Martín Fierro, pero la verdad de Nuevediario es haber sido la voz de los sin voz”.
Para Guillermo Andino significa un mojón sumamente destacado en su exitosa carrera: “A partir de allí logré consolidarme y fue el trampolín para asentarme en la conducción, heredada de dos grandes como Juan Carlos Pérez Loizeau y Silvia Fernández Barrio. Hasta el momento de llegar a Canal 9, estaba orgulloso de ser el hijo de Ramón, pero desde allí, sin dejar de lado eso, empecé a ser Guillermo Andino. Era lindo que vinieran a hacerme notas para querer saber más de mi vida. Fui parte de una gran familia que puedo ejemplificar con una anécdota: el día que me recibí como Licenciado en Relaciones Internacionales, Romay se enteró que la colación de grado se iba a hacer en el colegio del Salvador, fue con su esposa, generando una lógica revolución. Él era así, estaba orgulloso de la gente de su canal que estaba promoviendo. Era otro mundo, porque nadie tenía un celular para registrar las imágenes como ahora, pero todos mis amigos lo recuerdan a la perfección. En los estudios de la calle Gelly se respiraba clima de canal”.
Y estas palabras de Guillermo son una síntesis perfecta: “Uno tuvo la suerte de dar allí sus primeros pasos en la profesión, junto a un grupo inolvidable de compañeros, que acunábamos el mismo sueño: Guillermo Chiche Ferro, Javier Tabares, Guillermo Favale, Fernando Salceda, Gustavo Pie y Adrián Álvarez. Fue lo mejor que nos pudo pasar, porque nos encontramos como dentro de una familia, con un grupo de colegas, productores y camarógrafos, llenos de experiencia, que nos marcaron el camino”. Ese sendero que Nuevediario transitó, rompiendo los moldes, durante una década. Se cumplen 40 años de su inicio, pero el legado, será para siempre.