Las Vegas se está derritiendo en la ola de calor más salvaje que se recuerda: llevan seis días a más de 46 grados
En Las Vegas se está produciendo en estos momentos una de esas escenas dignas de una película distópica. Mientras miles de personas viven ajenas al exterior y se mantienen frescas gracias a los sistemas de aire acondicionado del laberíntico entramado de los hoteles y casinos, fuera hay gente que, literalmente, se está asfixiando. Es tan salvaje el calor continuado que se están buscando soluciones extremas. Llevan seis días sin bajar de los 46 C.
Ola nacional. Se calcula que en estos momentos son más de 60 millones de estadounidenses los que están bajo alertas de calor según el Servicio Meteorológico Nacional, mientras una ola abrasadora que ha envuelto el Oeste durante más de una semana continua azotando la región. Se pronostica que las temperaturas peligrosamente altas durarán allí hasta el sábado y se desplazarán hacia el este, hacia el centro y este de Estados Unidos.
Particularmente Vegas. Sin embargo, hay un sitio donde se dirigen todas las miradas. El Valle de Las Vegas, hogar de más de 2 millones de personas, está bajo una alerta de calor excesivo que se extiende, como mínimo, hasta hoy por la noche. El miércoles fue el quinto día consecutivo en que la máxima diurna alcanzó o superó los 46 grados, un récord. Ayer, el sexto.
En este punto, los meteorólogos esperan que la máxima del sábado baje dos grados, pero existe la posibilidad de que también siga en los 46º C, o más, lo que significaría ocho días seguidos de temperaturas tan extremas, duplicando el récord anterior de cuatro días.
La calle es una distopía. Contaba al New York Times una pareja que se encontraba en la ciudad para celebrar su aniversario que “"el calor llega constantemente. Es como estar frente a un tubo de escape". De hecho, esta semana los peatones eran fantasmas del pasado. Las calles estaban vacías y en silencio porque caminar por el exterior significaba entrecerrar los ojos, y no por la luz del sol, sino ante un calor tan extenuante que los ojos dolían sin llegar a lagrimear.
De récord en récord. Entra las abrumadoras cifras de calor, el pasado domingo se batió otro récord. El brutal hito para la ciudad del desierto de Nevada lo daban los termómetros cuando se alcanzó un máximo histórico de 48,8º C. Incluso para los estándares del desierto, el calentamiento prolongado que está experimentando la ciudad no tiene precedentes.
"Esta es la ola de calor más extrema en la historia de los registros en Las Vegas desde 1937", explicaba esta semana el meteorólogo John Adair, un veterano de tres décadas en la oficina del Servicio Meteorológico Nacional en el sur de Nevada. Una prolongada ola de calor que, por supuesto, conlleva graves peligros.
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La (no) vida a 46 grados. Como decíamos al inicio, mientras la vida en los lujosos hoteles de la ciudad “que nunca duerme” continúan como si nada estuviera pasando, fuera es otro cantar. Como explicaba a The Guardian Alexis Brignola, epidemióloga del Distrito de Salud, “incluso las personas de edad promedio que aparentemente están sanas pueden sufrir enfermedades por calor cuando hace tanto que al cuerpo le resulta difícil enfriarse".
Y luego están los más vulnerables, ya que esta ola de calor presenta un grave peligro para los residentes sin hogar y las personas sin acceso a entornos seguros.
Cápsulas polares. Ante el panorama que se está presentando, las iniciativas de todo tipo no han cesado. La más publicitada son los centros de enfriamiento de emergencia que se han levantado en espacios comunitarios en todo el sur de Nevada. Los bomberos de Henderson, Nevada, fueron los primeros de la región en desplegar lo que se ha denominado como “cápsulas polares”.
En esencia, se trata del mismo plan de emergencia que se llevó a cabo en Phoenix, unas cápsulas que pueden llenarse con agua y hielo para sumergir a un paciente médico en agua fría de camino al hospital.
No solo Las Vegas. Lo cierto es que el “achicharramiento” que está teniendo lugar en Nevada ha azotado gran parte del oeste del país. En Oregón, la ciudad de Portland registró temperaturas diarias récord los viernes, sábados y domingos, y Salem estableció un nuevo récord, alcanzando los 40 grados el domingo. En el Valle de la Muerte (California), uno de los lugares más extremos del planeta, el termómetro rozaba los 50 grados el martes.
En Phoenix, Arizona, se ha promediado la temperatura más alta jamás registrada durante los primeros ocho días de julio en registros que datan de 1885, empatando el récord diario del martes de 47 grados establecido en 1958.
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Una ola mundial. No es una coincidencia. Los datos de calor en Estados Unidos se producen cuando la temperatura global en junio estableció un récord por decimotercer mes consecutivo y marcó el duodécimo mes consecutivo en que el planeta era 1,5°C más cálido que en la época preindustrial, según el servicio climático europeo Copernicus. Y la mayor parte de este calor proviene del calentamiento a largo plazo debido a los gases de efecto invernadero emitidos por la quema de carbón, petróleo y gas natural.
Imagen | PXHere, Instant Vantage, PICRYL, Ken Lund, Joseph Hunkins
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