Música/Espectáculo

La canonización de Queen, el primer gran golpe de U2 y otros cruces inolvidables: por qué el 13 de julio es el Día Mundial del Rock

Fueron 16 horas de música en dos estadios, con más de 50 estrellas como protagonistas y una audiencia mundial de 1500 millones de personas. El 13 de julio de 1985 se organizó el Live Aid, un megafestival de rock con sede en Londres, Inglaterra y Filadelfia, Estados Unidos, pero también con más de 150 países conectados que participaron del encuentro. La idea era juntaron fondos para la lucha contra el hambre en Etiopía, algo que se recaudó de a cientos de millones de dólares.

La idea fue de Bob Geldof, un músico inglés, líder del grupo The Boomtown Rats, quien se conmovió luego de ver un informe en la televisión sobre los problemas alimenticios y sanitarios en el país africano. Como primera medida, se propuso propuso escribir una canción, grabarla junto a grandes figuras de la música y donar las regalías al pueblo etíope. “Do they know is Christmas?” se publicó previo a la navidad de 1984 y fue grabada junto a Sting, Bono, Phil Collins, Boy George y George Michael, entre otros.

Esta iniciativa tuvo su reflejo en los Estados Unidos y pocos meses después salió “We Are The World”, grabación del supergrupo ad hoc USA For Africa, el cual estaba encabezado por Michael Jackson, Lionel Ritchie, Bruce Springsteen, Harry Belafonte y Stevie Wonder, pero también incluyó las voces de Bob Dylan, Paul Simon, Ray Charles y Billy Joel, entre muchos más, todos producidos por el legendario Quincy Jones.

Estas dos canciones recaudaron millones de dólares y fueron número 1 en sus respectivos países de origen. Sin embargo, Geldof pensó que se podía hacer más por el continente africano. Así, en marzo de 1985 puso en marcha su ambicioso plan: un recital en dos continentes, en simultáneo, y con los mejores números musicales del mundo del rock y del pop de aquellos años.

En sociedad con importantes productores de espectáculos a un lado y el otro del Atlántico, Geldof -quien hasta ese momento era más conocido por su protagónico en la película The Wall que por la música que hacía con su banda-, comenzó a convocar a los artistas. Y como suele ocurrir en estos grandes eventos, las rispideces y los contratiempos estuvieron a la orden del día: problemas de ego y cartel, artistas negros que denunciaron racismo y aseguraron no haber sido invitados, otros como Stevie Wonder (”No voy a ser el negro de tu película”) o Michael Jackson, que decidieron no participar. Con todo, se logró una grilla cargada de espectacularidad y que logró que se agotaran 200 mil entradas en tiempo récord.

La acción comenzó en Londres con los shows breves de Status Quo, Paul Weller y The Style Council, Geldof con su grupo y también Ultravox. En paralelo, y mientras la transmisión se repetía a casi todo el mundo, en distintos países se montaron teletones para que los teleespectadores aportaran de manera monetaria a la causa. Algo que se logró con creces.

Algo que unió ambas costas fue la gesta de Phil Collins, el único en cantar en ambos escenarios. Primero lo hizo en Londres, con canciones de su repertorio solista y uniéndose a una presentación de Sting y Brandford Marsalis. Ni bien terminó, lo llevaron volando hacia el aeropuerto y desde allí viajó en el célebre Concorde para cubrir en tres horas el trayecto hasta Filadelfia, donde lo esperaban para ser parte de la reunión de Led Zeppelin.

El grupo londinense se había disuelto tras la muerte de su baterista John Bonzo Bonham y desde ese momento, no pasaban cada uno de ellos por sus mejores temporadas. Con ese ánimo, ni siquiera el aporte de Collins (quien compartió batería con Tony Thompson, del grupo Chic) pudo salvar la actuación, que se convirtió en memorable por lo decepcionante que fue. Por empezar, el grupo se negó a anunciarse como tal y salieron al escenario simplemente como Jimmy Page, Robert Plant y John Paul Jones. Además, no habían ensayado y eso se notó en la actuación, que constó de deslucidas versiones de clásicos arrolladores como “Rock and Roll”, “Whole Lotta Love” y “Stairway to Heaven”.

La sede estadounidense fue el escenario de otras esperadas reuniones de grupos históricos que llevaban un tiempo separados. Crosby, Stills, Nash and Young, Black Sabbath o los Beach Boys, que hacía muy pocos días antes habían vuelto a tocar con Brian Wilson en la formación, se destacaron entre los animadores de la larga jornada. También sorprendió el agresivo rap de los Run DMC, toda una novedad en aquella década gobernada por el pop más fluorescente.

Mientras tanto, en Wembley brillaron Elton John, que registró un inédito dueto célebre hasta hoy con George Michael; David Bowie y su carácter camaleónico; y la potencia desbordante de The Who. Sin embargo, los dos shows más inolvidables de aquella jornada en Londres fueron otros dos.

Por un lado, U2. Una banda que en aquel momento ya tenía cuatro álbumes pero no eran el hit mundial en el que se convirtieron a partir de ese momento. Con solo dos canciones (”Sunday Bloody Sunday” y una versión extendida de “Bad”) encantaron al público. Pero también hubo un gesto de Bono para una chica que se estaba asfixiando entre la multitud con el que logró ponerse a todos en el bolsillo. Ocurrió que el vocalista divisó a una niña de 15 años que estaba siendo aplastada y él dio aviso al personal de seguridad. Como no lo entendían, él mismo bajó hacia el púbico para rescatarla: la abrazó, le dio un beso, bailó con ella y volvió al escenario para rematar su faena.

El otro gran golpe lo dio Queen, quienes venían de un par de años inactivos y con Freddie Mercury despuntando su recorrido como solista. Pero el reencuentro con su público fue icónico. Una actuación que para muchos es el mejor recital de rock de la historia: en menos de veinte minutos condensaron lo mejor de su repertorio pero además revalidaron su feedback con el público, el cual el líder y vocalista tuvo en un puño en todo momento. Esta actuación fue recreada al milímetro en la discutible película Bohemian Rhapsody, donde parte de esa magia quedó adherida a la cinta.

Si bien no lo hicieron en conjunto, su aura estuvo más que presente. Hablamos de The Rolling Stones, quienes participaron del evento a su modo. Por un lado, Mick Jagger, que por aquellos años le estaba dando rienda a su costado solista, logró levantar al público con una versión de “Miss You”. Sin embargo, el gran momento de su show estuvo dado por el dueto singular que conformó con Tina Turner para hacer en un meddley los temas “State of Shock” y “It’s Only Rock & Roll”.

En tanto, Keith Richards y Ron Wood acompañaron en el escenario a Bob Dylan, el encargado de cerrar el show en Estados Unidos. La actuación del trovador no fue la más memorable de su carrera, pero tuvo como plus esa inyección de guitarras stone para sacarlo adelante.

En tanto, Paul McCartney fue el número definitivo en Londres. El beatle emocionó a la multitud con su totémica “Let it be”, con la que contó con la colaboración de Bowie, el propio Geldof, Pete Townshend y Alison Moyet. Un verdadero broche de oro para una celebración que, aunque despareja, sin dudas marcó una época y fue todo un hito: al año siguiente, y por este motivo, el 13 de julio fue declarado (algo informalmente, vale decirlo) como el Día Mundial del Rock.

Si bien al poco tiempo se acusó que los fondos recaudados por el Live Aid fueron utilizados en Etiopía para comprar armas y agitar los conflictos internos y étnicos de aquel país, el organizador desmintió en repetidas oportunidades estas cuestiones. Incluso, veinte años más tarde, repitió una experiencia similar con el Live 8: otro megaconcierto para protestar contra el G8 y que se destacó por la reunión de Pink Floyd sobre el escenario montado en Londres. Pero esa es otra historia.

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