Benito Fernández: “En la clínica pensaba que como conté que estaba internado, nadie iba a quererme más”
Después de unos días de hospitalización, Benito Fernández ha vuelto a la vida pública y lo ha hecho con un humor renovado. El diseñador abrió la puerta de su casa con una enorme sonrisa, haciendo bromas, un auténtico Benito Fernández. Pero no estaba solo, junto a él estaba Juan Antonio, su perro Shar Pei que no se apartó de de su lado ni por un instante. “Es mi escolta, gran amigo, mi cuidador” cuenta Benito mientras lo acaricia. Los médicos le han recomendado que tome las entrevistas y la exposición pública “de a poco”, para no sobreexigirse.
En esta oportunidad, decidió conceder notas a muy pocos medios, entre ellos a Teleshow. A pesar de las indicaciones, el diseñador no pudo ocultar su entusiasmo por volver a estar en contacto con el público y los medios.
— ¿Cómo te sentís?
—Reseteado. Sobre todo por haber tomado la decisión de internarme voluntariamente en la Clínica Abril, la verdad que eso me reseteó. Me dejé en cero y hoy estoy súper bien, enfrentando las cosas que tengo que enfrentar, pero desde otro lugar. Yo hablaba con mi psicólogo y le decía que a mí cuando me pasó algo, por ejemplo, cuando me fundí en el 2001, cuando hice el vestido de Natalia Lobo, y que todos dijeron que era un disfraz, me deprimí muchísimo. Pero después vuelvo y estallo para arriba, me reinvento, es increíble lo que me pasa, pero esta vez no quiero que me vengan más cosas que afecten mi salud.
— ¿Siempre fuiste así?
—A los siete años me hacía pis en la cama y era disléxico. En ese momento todavía eso no se entendía qué era ese trastorno, estamos hablando 64 años atrás, 60 años atrás. A los siete años fui a un psicólogo o psiquiatra, no recuerdo bien, y me hizo hacer un dibujo de la familia. Yo no recuerdo cómo lo había dibujado a mi padre y el psicólogo me dijo: ‘A tu papá no lo querés’. Imagínate, la cabeza me estalló, que te digan a los siete años que vos no querés a tu papá, por más que sea cierto. Y no fui más al psicólogo porque no quise, pero ahí empecé a trabajarlo y con mi padre terminé súper bien. La verdad es que tuve una relación relinda después, me costó años y siempre tuve ese ejercicio, de superar los problemas por más que en determinados momentos, como ahora, necesite de la mano de un profesional.
—¿Y cuándo decidiste internarte?
—La realidad es que me agarró un pico de estrés, de angustia, de depresión, tuve arritmia. Cuando estaba en el sanatorio, a los dos o tres días, mi psiquiatra y mi psicóloga me recomendaron que estuviese aislado. Y bueno, elegí la Clínica Abril, que me parecía que era lo mejor y la verdad es que fue la mejor decisión. Yo tenía el prejuicio de que uno se interna en ese lugar por el tema de las adicciones. Imaginaba que iba a ser un lugar hostil o que tenía que compartir el cuarto con otras personas, o que podía llamar una sola vez o recibir un llamado por día. No es así. Entonces dije: ‘Sigamos adelante’, y me interné.
— ¿Qué recordás de ese momento de tanta angustia?
—Yo estaba cerrando el local de Palermo, muy angustiado. Ese fue el detonante de tener que echar a la gente de mi negocio, a mis empleados. Y no podía hacerlo, estaba paralizado. Un tiempo antes había comenzado un tratamiento antidepresivo, pero un día dejé de tomar la medicación, y eso fue lo peor que hice. No pude expresarlo, ni contarlo por vergüenza, por culpa. Por eso hablo hoy de este tema. Para que la gente pida ayuda, pida una mano, para que la ayude. No tengan miedo de todo. Hay muchas personas que están pasando por problemas, sobre todo después de la pandemia. Hay gente que no pide ayuda, que no se abre, que no cuenta. Y el tema es que es fundamental no tener vergüenza, como yo la tuve. No hay que tener ni vergüenza ni prejuicio. En la clínica pensaba: ‘Ahora porque dije que estoy internado nadie me va a querer más’.
— ¿Qué sucedió con tu negocio?
—Esto empezó antes de la pandemia, ya venía mal, los últimos tres gobiernos, la verdad, que no ayudaron. Mis manejos tampoco fueron los mejores y la pandemia terminó de darme un palazo. Pero seguí tirando con fe de que todo se podría recomponer y aposté a este gobierno que pudiera hacer cambios, pero bueno, no llegué a ver resultados, tuve que cerrar todo lo que era el por mayor, Benito, que era el prêt-à-porter. Solo tengo Benito Fernández, que es la alta costura y los perfumes. Aclaro, yo nunca quebré. Cerré el local de Palermo y la venta por mayor más la página web. Ahora estamos mandando los telegramas y haciendo todo como corresponde con los que eran empleados en el negocio.
—¿Tal vez confiaste demasiado?
—Mi equivocación es que tendría que haberlo cerrado en la pandemia y no insistir con el prêt-à-porter. Yo vendía a todo el interior, al por mayor en 27 multimarcas, todos los cheques venían rechazados. Entonces la verdad que fue devastador para toda la industria. Yo amo a mi industria y la verdad es que me da cosa que los gobiernos no apuesten a esta industria que genera tantas manos de obra, que es lo que necesitamos, porque es un rubro importante, genera muchas fuentes de trabajo. Hay industrias que son más importantes pero no generan tantos empleos. La moda tiene una cadena enorme: los talleres, la gente a la que vos le comprás, los géneros, los envíos, la mano de obra.
— ¿Cuántos años estuviste con el negocio?
—Fueron como nueve años, de remarla. La verdad no pude estirarlo más. Uno se siente que fracasa (se emociona y le cuesta seguir con el relato.) Y por otro lado estaba haciendo un montón de cosas. Tengo una imagen, tengo un ADN como diseñador, que es lo más importante, se reconocen mis vestidos, la reina de Holanda usa mis diseños. Y por otro lado te ves que fracasás en determinadas cosas. Fue muy difícil, la verdad, tener que cerrar y dejar gente sin trabajo. Es muy duro.
— ¿Cómo fueron esas primeras horas en el sanatorio?
—Me despertaba sin angustia, no tenía el celular conmigo y no tenía que lidiar con los problemas cotidianos. Tenés que empezar a ver esos problemas desde otro lugar, porque uno cuando está angustiado, deprimido y está con un nivel de estrés insoportable no puede ver nada. De hecho tuve un desmayo y me golpeé contra la cama ese día que me internaron en el primer sanatorio. De a poco te parás desde otro lugar y empezás a entender que hay cosas que no nos pueden volver locos. Sí hay que enfrentarlas y empezar a resolverlas.
—Se vio un video donde tu hijo no trataba bien a una de las empleadas en el negocio que se estaba cerrando
—En la televisión se decían cosas que no eran ciertas. Salió ese video de mi hijo, hablándole mal a una empleada del local. Para mí fue doloroso verlo, porque él lo hizo con la mejor intención, pero era algo que tenía que hacer yo, él no tenía las herramientas y, además, yo estaba internado por toda la presión que tenía. Para mí eso fue un bajón que se lo viera a él desde ese lugar. Un bajón, porque la verdad que trató de ayudarme, hizo lo que pudo. Mis hijos son de fierro y yo los amo con el corazón, y a mi nieto Fermín, más .
— ¿Quiénes te ayudaron?
— Mis amigos, ellos me hablaban, Diego Impagliazzo, Valeria Mazza que la llamaba a mi hija para escucharla, Fabián Medina, Soledad Solaro, muchas personas. Por eso digo que a mí me hizo bien, porque yo tuve mucha contención desde afuera. Entonces el estar internado me hizo súper bien. Sabía que ellos afuera me estaban conteniendo y que iba a salir adelante. También Fabián Zita, Verónica de la Canal. Mis más cercanos. Después, tal vez se me pasaron millones de mensajes porque no prendía ya el celular. Cuando vi mi teléfono tenía 600 mensajes de Whatsapp y no podía contestar a todos. Además, estaba débil todavía de ánimo.
—¿Y qué pensabas mientras transcurrirían tus días en ese lugar desconocido para vos?
—Los primeros 15 días, te diré que estaba como en Disney. No tenía angustia a la mañana, que siempre la tenía, no me preocupaba por las cosas, por los horarios. Me habían sacado el celular y no me interesaba nada. Felicidad total, no me interesaba si me llamaban o si me venían a visitar, salvo mis hijos, obvio. Y después de esas dos semanas comencé a pensar que tenía que empezar a enfrentar los problemas y también tenía que ir a probar los vestidos porque yo estaba haciendo novias, imaginate, vestidos de 15, madrinas que ya las estaba probando para el verano y la verdad es que no pude creer la respuesta de la gente. Eso me emociona mucho… El que me hayan esperado y aguantado, es muy fuerte para mí que no se hayan dado de baja las clientas. Eso para mí también fue súper importante. Es un acto de amor.
— ¿Pudiste resolver el contacto con tus clientes dentro de la clínica?
—Les pedía a los médicos que me dejaran salir a ver a mis clientas. Yo les decía: ‘Me genera más angustia no salir a probarles la ropa’, entonces accedieron, sin mi teléfono, iba acompañado por alguien para realizar solamente las pruebas de vestidos. La gente estaba con mucha incertidumbre porque no sabía qué pasaba exactamente conmigo.
—Y ¿cómo vas a seguir en este proceso de volver y sanar?
—Hace unos diez días que me dieron el alta. Lo que estoy sintiendo es que estoy disfrutando más de otras cosas y tomándome tiempo, por ejemplo, para estar con mi nieto, no estar todo el día en la oficina, solo lo que necesito para las pruebas o para la primera entrevista, para las quinceañeras, novias. Pero después me voy, vuelvo a casa. Me voy a almorzar con mi nieto. La verdad que es re loco. ¡Ahora me manejo tan distinto a lo que me manejaba antes!. Eso me cambió mucho. El haber estado internado me cambió mucho y para mejorar. El teléfono lo uso mucho menos. Ahora, por ejemplo, lo dejé en mi cuarto, en otro momento, lo hubiera tenido acá pegado.
—¿Y emocionalmente?
—Empezar a conectar otra vez con los afectos. Por ejemplo, últimamente, no podía estar con mi nieto porque me angustiaba. Me angustiaba, lo veía y lloraba. Cuando vos estás angustiado o deprimido, todo lo ves mal. Entonces, al ver a Fermín yo reflexionaba: ‘Pobre chico, yo estoy mal y él no tiene la culpa’. Es una mezcla de cosas que son muy difíciles, salvo la gente que lo pasa lo puede entender.
—Estás comenzando otra etapa en tu vida…
—Así es, y con un montón de proyectos que me están saliendo ahora. Con todas las ganas de hacer mi desfile dentro de un mes.
— ¿Te dieron permiso los médicos para organizar el desfile?
—Sí, obvio, sí. Así como me dijeron de no estar expuesto tanto en la televisión. Por eso fui solamente al programa de Juanita (Viale). Por un tiempo voy a estar más tranquilo. El desfile será de alta costura y muy íntimo. Estoy con muchas ganas. Estoy muy creativo. Ya había perdido un poco la creatividad, las ganas. Estoy ansioso pero tranquilo a la vez. Es más, las tengo a las modistas cosiendo, les pido fotos como para ver el bordado, por ejemplo. Estoy con muchas ganas de volver solo con lo que a mí me encanta que es la alta costura.
—Benito tuviste miedo?
—No, no, miedo no, la verdad que no. Lo único que tuve fue cuando salió lo de Lucas, que me dolió un poquito las cosas que se decían y verlo a él en esa situación de indefensión y yo estar encima así. Eso fue difícil, pero, ¿miedo? Para nada.
—¿Te asustaste?
—No, todo lo contrario. Es como que fui a foja cero. Como si fuera la hoja en blanco. Sin celular, sin nada. Y aparte en la televisión solo veíamos fútbol porque era justo la Copa América y la Europea. Me puse refutbolero.
—Hiciste amigos ahí?
—Un montón. Mañana vienen dos que ya están saliendo y vienen a casa. Pensé que iba a encontrar, sobre toda la gente joven, como más hostil. Todo lo contrario. Súper empáticos. Todos nos hicimos amigos. Comía rico, dormía la siesta, algo impensado para mí.
—¿Una reflexión, una enseñanza de todo esto que viviste?
—Me parece que tenemos que empezar a sacarnos esas mochilas de la vergüenza y la culpa para estar más livianos. Es empezar a desprendernos de temas que le ponemos demasiada carga emocional. Cuando le conté a mi psicólogo que la agenda de mis clientes estaba intacta me largué a llorar. Pensé que se iban a ir con otro diseñador pero me esperaron y ahora mi compromiso es doble. Entonces si me piden bordado le pongo el doble de bordado, si me piden más tul, le agrego más. Te crea un compromiso tremendo. Eso es amor.
Fotos/Matías Arbotto.