La Iglesia no le dio entidad a la salida del secretario de Culto y aceita el diálogo con Francos y Pettovello
La salida del Gobierno del secretario de Culto, Francisco Sánchez, se sumó a la extensa lista de funcionarios que se fueron por motivos desconocidos o expulsados en forma intempestiva. Ayer presentó la renuncia a su cargo aduciendo “motivos personales”, aunque dentro de la Casa Rosada ya era mirado de reojo por las falencias en la gestión administrativa y política, respecto al vínculo con la Iglesia Católica.
Sánchez nunca pudo construir una buena relación con los sectores más importantes del catolicismo, el culto con más peso específico en la vida política de la Argentina. A poco de empezar le reprochó al titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Oscar Ojea, que debía apoyar más al gobierno porque el presidente Javier Milei militaba en contra del aborto legal y la derogación de la ley sancionada en el 2020.
En paralelo, Ojea se enteró, por canales informales, que Sánchez hablaba mal de él en reuniones con dirigentes a los que el obispo conocía. No fue un buen comienzo para un vínculo que empeoró con rapidez y llevó a la Iglesia a aceitar otros canales de comunicación con el Gobierno.
La diferencia respecto a la relación con el ex secretario de Culto del peronismo es abismal. Guillermo Oliveri, que estuvo al frente de esa dependencia durante los gobiernos de Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, generó una relación estrecha con la cúpula de la Iglesia y logró gestionar las tensiones con muñeca política. Quizás por eso la relación institucional terminó sin problemas pese al desgaste normal de los años de gestión. Incluso luego de la aprobación de la ley del aborto durante el gobierno del Frente de Todos.
Tras un comienzo turbulento y sin trabajo asociado, la Iglesia trazó vínculos con tres sectores del esquema gubernamental: el ministerio de Capital Humano que lidera Sandra Pettovello, la secretaría de Educación que conduce Carlos Torrendell y la jefatura de Gabinete, a cargo de Guillermo Francos.
En los últimos dos casos, la relación es directamente con los funcionarios a cargo de las áreas. Torrendell es un dirigente vinculado a la Iglesia, formado en la Universidad Católica Argentina (UCA) y con participación en la vida arzobispal. En el caso de Francos, su relación escala al Papa Francisco, del que fue alumno en su juventud.
Los vínculos con la Casa Rosada no comenzaron bien porque faltaban interlocutores y la relación de Milei con la Iglesia es nula. El ahora ex secretario de Culto pasó casi inadvertido en su rol, sino fuera porque pidió derogar la ley del aborto y la del divorcio, que fue promulgada hace 37 años. Un paso sin brillo por el cargo que le tocó ocupar.
En la Iglesia sostienen que Sánchez no tenía volumen político ni vínculos fuertes con la institución católica. Su salida no cambia demasiado la dinámica de la relación. “En la estructura de Milei no fue el secretario de Culto el que dialogó con la Iglesia”, señalaron desde la cúpula eclesiástica.
Parte de la relación institucional con la secretaría fue a través del director de Culto, Agustín Caulo. Y después todo se concentró en los canales más políticos y de gestión, pese a la tensión que hubo en el trabajo diario cuando el Gobierno denunció comedores fantasmas y deslegitimó el trabajo de las organizaciones sociales, siempre importantes en el trabajo de los sacerdotes en los barrios humildes.
Conflicto al que se agregó la demora en el reparto de alimentos que estaba almacenados desde el año pasado, motivo por el que se generó una crisis en el ministerio que conduce Pettovello, y que culminó con una ola de despidos, acusaciones cruzadas y denuncias internas.
En los últimos días el reclamo de la Iglesia por el tema alimentos volvió a escucharse. Esta vez de la boca del obispo auxiliar de Buenos Aires y vicepresidente de Cáritas, Gustavo Carrara. “Hay un impacto visible en el aumento de la demanda de alimentos. Lo notamos en todos los comedores de Cáritas”, indicó ayer en una entrevista con Radio con Vos.
Carrara hizo un análisis de la situación y, en un tono moderado y sin apuntar directamente contra el Gobierno, se refirió al resultado inmediato de las medidas económicas. “Se incrementó la demanda de alimentos porque hay menos trabajo en los sectores populares. La gente de clase media, cuando está mejor, es dadora de trabajo para los sectores populares. La economía se va resintiendo y eso le pega directo a la clase más humilde”, analizó.
El crecimiento en la demanda de alimentos es un tema que preocupa mucho a la conducción eclesiástica y que los sacerdotes que tienen sus parroquias en los barrios más humildes, lo empiezan a visibilizar con más claridad. El reclamo irá creciendo con el paso de los días. Es un tema que está en lo más alto de la agenda social de la Iglesia.