Juan Otero Peña: “Me costó odios, terapia y algunas relaciones ser y sentir como quiero”
Creció en una casa sin normas, dogmas, ni solemnidades. “Donde cada uno viene cuando tiene hambre y duerme si le pinta el sueño” . En la que mamá (“consciente de que el único daño que podría ocasionar era la incongruencia entre eso que hace y que dice, fuera y puertas adentro”) supo nutrir individualidades, enseñando a “no cuestionar decisiones” ya “vivir en tolerancia”. Juan Otero Peña (15) intenta explicar, así, el inicio de la historia de su libertad delatando, al fin y al cabo, una única regla cierta y consecuente: La de ser feliz.
“Claro que está bueno ser tan libre, pero sin perder de vista que la libertad siempre tiene consecuencias”, dice de camino a abrazar al chiquito que fue, pero que asegura “sigue por aquí”. Jamás se escudó en la intimidad de su cuarto para ser quien quisiera. ¿Pero quién lo haría sin conciencia del mirar de los demás? Su cuarto era un “mini universo” muy personal, en el que atesoraba reconocimientos artísticos de su madre, cuadros de The Beatles , éxitos de Ariana Grande , otros de Shawn Mendes , y hasta 38 almohadones de emojis. “Yo brillaba como si estuviese solo en el mundo. Me divertía probándome los tacos, los blazers y los tapados de mi vieja. Iba al jardín usando sus collares y si tenía ganas, llegaba en un pijama de conejo “, relata este ex niño verborrágico que aprendió a saber cuándo llamar, que por entonces “odiaba” verse en televisión, que creía que mamá no era tan buena actriz como Emma Watson , que “imitaba a los actores que actuaban mal” frente al espejo y se imaginaba “cocinero o tal”. vez diseñador”. Nadie podría objetar las decisiones de este gigante de 6 años empecinado por una funda de iPad rosa que, en el intento de ser persuadido por comprar alguna azul, gris o celeste, dejó pensando a todos en el local al responder: " ¿Y a quién? ¿Haría mal con un color ?
La escolaridad fue crucial. Aún en la Escuela del Sol , institución que fomenta el respeto por la libre expresión y las necesidades propias de cada alumno. “Entonces me di cuenta de que mi sinceridad o mi soltura se descolocaban. ¿Qué resultó tan difícil de entender? No me entraba en la cabeza que fuese terrible llegar a clases usando una cartera de mamá”, apunta. Comentarios y actitudes lo rozaban como dagas. Lo que muy pronto se haría una suerte extendida más allá de las aulas por efecto de esa exposición que, entonces, aún no elegía. Es así que el camino de su honestidad brutal ha sido “tan pesado” como el hecho de haber nacido hijo de Florencia Peña . “Porque mientras tanto (de aquel proceso), yo no me daba cuenta de que la gente sabía tanto de mí”, señala. “Caía de eso cuando alguna maestra me comentaba sobre mi fin de semana… Qué hacía. Qué opinaba. Qué pasaba en casa. ¡Todo el mundo conoció mi infancia! “, recuerda. “Ya usaba las redes sociales y no entendía nada: Ni qué eran las críticas, ni el odio, ni qué pasaba por la cabeza de esa gente que se tomaba el tiempo para agredir”, recuerda Juan, quien a los 10 ya tenía más de 120 mil seguidores en Instagram. “Al principio me costó. No lo pasé bien. Sufrí muchísimo. Y a pesar de que uno aprende a vivir con eso, aún hoy, siempre termina doliendo “.
Sí, todos esos juegos con la psicóloga fomentaron “un espacio para hablar, porque me daba mucha vergüenza contar lo que me pasaba. En algún punto sabía que nadie podría interpretar lo que yo sentía”, relata . No obstante, Juan no desconocía que en casa había colchón de sobra para esas charlas. “Cuando logré contarle a mi vieja, me ayudó como nadie jamás”. No se refiere solo a las citas con los directivos del colegio, “quienes finalmente comprendieron mi incomodidad y transmitieron a los chicos la importancia de saber acompañar. Algo que quizás no haya sido la mejor de las opciones, pero era la única salvación que veía. Sin dudas fue un antes y un después que costó bastante”. Mamá , con callo para el asunto, lo sentó y fue concreto. “Ella me dijo: ‘Solo debes ser quien sos y estar orgulloso de eso. Es muy difícil que no suceda todo esto que estás atravesando. Formamos parte de una sociedad que , desde que nacemos, intenta imponernos un modo de vivir. Vas a tener que tener fuerza y paciencia, porque esta es una lucha dura de librar’. Y aprendí “, apunta. “ Me valió para crecer “.
Dice ser “muy amigo” de su madre, “ aún cuando es súper raro encontrar puntos de conexiones fuertes con un familiar” y, paradójicamente, “en tiempos adolescentes de tantas supuestas rebeldías”. A fin de cuentas, y más allá de esa libertad que siempre los ha embanderado , Juan reconoce dos pilares inobjetables de este vínculo “único”, como define. “El primero es el arte. Algo que compartimos demasiado… Por ahí vemos una película y nos colgamos charlamos sobre los actores. O pasan un desfile y debates sobre los diseños. Es una pasión muy nuestra”, indica.
“Si canto, bailo o actúo, siempre busco su consejo. Ella es el lugar seguro al que recurrir y en el que sé voy a encontrar la mejor mirada”. Como, asegura, la que ella encuentra en él a la hora de vestirse. “Sigo eligiéndole los outfits”, revela. “Se para con las perchas en la mano y me dice: ‘¿Cuál?’ ‘Y… Eso no te ayuda. Andá por acá’ . Mi vieja confía más en mi ojo para eso que yo en el de ella”, bromea. Por otro lado, “el humor que nos admiramos, uno del otro”. La complicidad para la risa (“muchas veces con solo una mirada ya la distancia”) es tal que " cada vez que publico una historia en Instagram o un TikTok, y comienzan los comentarios del tipo ‘ay, la nena de Flor Peña’ o cualquier otro que apunte a que yo salga lastimado, nos los mandamos “, revela.
“Entonces decimos: ' ¡Che, mira que gracioso! ' o ‘¡No te pierdas este que es re creativo!’. Y pochocleamos leyendo juntos “.
Y aquí bien vale un paréntesis para su reflexión. “Creo que mi generación tiene una gran contra: somos los responsables de tanta mierda en las redes sociales . ¡Porque están llenas de mierda!”, dice. “Entrá a cualquier video de la persona que sea y leé los comentarios. Todo ese intento de destrucción no es personal. No afecta solo a quien publica, sino a la sociedad entera. ¡Che, piensen un poco en el otro! El individualismo es fatal y lo detesto “, agrega. “Además de que ya nadie se conecta con la escritura ni con la lectura, dos prácticas que se perdieron completamente. Trajimos tanto avance, tanta tecnología que es muy triste ver que no hay intentos de moderarla o de equilibrarla. No sabemos adaptarla a un modo saludable y eso es realmente lamentable”, concluye no sin antes agregar que " estamos dejando fuera a la gente grande “. Se refiere, por ejemplo, a la generación de su madre . “A ellos les re cuesta ubicarse en ese plano. Y esa exclusión, de cierto modo, es culpa nuestra. Creo que tenemos una gran misión que no nos interesa cumplir”.
En fin. Era muy chico pero con memoria suficiente para recordarla “destruida” . Hablamos del coletazo final de aquel período al que, alguna vez, Florencia llamó su “época oscura” . Cuando la profunda angustia por cierto sabor a “fracaso familiar” que insumió el divorcio de Mariano Otero la llevó a pesar 46 kilos durante los intentos de hacer frente a las deudas y los ataques con blanco en su ideología, mientras un acompañante terapéutico acampaba en el viviendo atento a manotear cualquier desequilibrio. “Por más que digan que estamos avanzando como sociedad, yo no lo siento ni lo creo. Una mujer expresándose con su nivel de libertad sigue y seguirá irritando a muchos” . Esas voces siempre se condenan. Y mamá sufrió demasiado por eso”, dice de lo que hoy ya pareciera ser costumbre. “Yo la vi levantarse y atravesar todo eso con ayuda de muchos de sus amigos y, principalmente por nosotros. Yo la vi hacerse fuerte y entendí por qué hoy está donde está “.
“ El knockout en aquel ring fue, sin dudas, la publicación de un vídeo íntimo que estuvo en boca del país pero de nadie en casa. ‘Eso fue un ¡Paff!… La mató’, recuerda. ‘Pero es algo de lo que nunca charlamos. Ni siquiera fue tema de gaste o de conversación entre mis amigos. Siempre hubo mucho respeto , tal vez porque yo soy muy respetuoso con todos . ‘, me dicen. Cada vez que vienen a casa ella intenta ser copada entre nosotros y nos reímos de eso porque da muy pendevieja’, dispara. No haber tocado el tema nada tuvo que ver con pruritos, pudores ni tabúes, ‘sino porque no. Habría mucho más que mencionar’, apunta ‘Preferimos quedarnos con la enseñanza y no con la anécdota’.
Después de todo, “el sexo en casa siempre ha sido planteado con total naturalidad”, cuenta Juan. “Mamá, tan plena y segura en ese sentido, fue clara: ‘Mientras lo pasen bien y estén conscientes de eso que hacen, todo estará perfecto’ . Siempre me dio espacio para escucharme y para explicarme. Le pregunto todo y ella tiene la palabra justa cada vez que la necesito”, define. “Es más, cuando la escucha hablar de sus experiencias, me cago de risa: ‘¡¿H… de p…, todo eso hiciste?!, le digo. Nos divertimos tanto…”. Desde luego que el concepto Poliamor se instaló icónico en su grupo de pertenencias, “y no dejamos de usarlo”, agrega. “Me encanta que mamá haya instaurado el debate mostrándose tan sensata con ese tema”.
Juan y Florencia también charlan sobre drogas. “Y por ahí nos compartimos noticias: ‘Che, hijo, mirá esto’; ‘Leé lo que publicaron aquí’…Es un asunto muy presente en casa, pero nunca desde un discurso prohibitivo. Ella puede decirnos: ‘Intenten no ir por ese camino’, pero jamás ‘¡Eso no se hace o eso no se toca!’. Y por esa libertad, o no-prohibición, es que hoy no consumo drogas ni esto en cualquiera como varias de mis amigas, con padres muy tajantes, que siempre que pudieron se la pegaron en la pera”, relata. “Yo no tengo que esconderme ni siento que debo revelarme por nada. Es por eso que soy tan sano “.
Hablan de todo, poco de amor. Pero lo suficiente como para que mamá le recuerde: ‘Tenés que estar solo con quien te haga feliz. Si hay respeto, todo saldrá bien’. Aunque él revela: “Nunca me enamoré. Me cuesta mucho. Siento una especie de corazón que me lo impide . Creo que tiene que ver con que estoy tan enfocado en mí mismo, en lo que me interesa, en la proyección de un futuro artístico, que no me imagino ni al lado, ni pendiente, ni detrás de otra persona. Y no porque nadie me gusta, sino porque considero que todavía no es momento”, argumenta. “Solo me siento más cómodo y soy feliz, haciendo lo que quiero y sin privarme de nada”.
Otero nació “en medio de una crisis (de pareja), mientras yo me corría con los prejuicios de la edad poniendo mi cabeza contra todo”, contó Florencia alguna vez, recordando su separación. Y mientras la idea de que sus hijos crecieran con padres divorciados “me torturaba” (según definió), Juan asegura haberlo celebrado. “Tener a mis viejos separados fue lo mejor que pudo haberme pasado, porque siento que eso me permitió espacios, encuentros y conexiones muy distintas con cada uno de ellos” , y en algún punto todo se me hizo un poco más fácil”, analiza en términos de su sinceridad. Es así que llegamos a terrenos de un vínculo que a suerte de “varias broncas y muchos diálogos” ha logrado evolucionar. Se refiere al que supo reconstruir con su padre, el músico Mariano Otero.
A papá le re costó mi honestidad”, inicia. “Por ahí me pintaba las uñas o me maquillaba y resultaba lo peor del planeta. Él sintió que ese al que veía no era yo. Como si el contexto me influenciara… Y que, en realidad, nada de eso tenía que ver conmigo. De algún modo, creía que yo no estaba eligiendo ser como era”, recuerda. Entonces mamá entró en una escena “haciendo lo suyo”, como describe. “Siempre al frente con la iniciativa y apuntando al diálogo con él, le decía: ‘Bueno, che… Entendámoslo. Ayudémoslo. Acompañémoslo’. Y así papá empezó a llevar el tema un poco mejor”, relata Juan . “Pero me ha pasado de ir a su casa, que me mirase y dijese: ' Ah… ¿Trajiste una cartera? ' Y todo se volvió un poco incómodo. Yo pensaba: ‘No voy a exponerme más a este tipo de situaciones. Ya no quiero pasar por eso’ e intenté ir lo más normal posible”, suelta remarcando, claro, que ese ‘normal’ es muy entre comillas.
Pero el “gran cambio” o acercamiento entre los dos llegaría cuando “comencé a poner un freno ya decir: ‘¡Hasta acá! Me entenderás o solucionarás tu problema’. Bueno, lo hizo. Porque te digo que si no lograba entenderme, hoy casi no tendríamos relación”, dispara. “Y ahora, a los 15, los dos estamos dando forma a una relación muy linda . Siento que finalmente caminamos juntos, que me acompaña y cuando hay algo que quiere acomodarse en su cabeza, lo cuestiona y yo lo ayuda”, cuenta. “No sé… Por ejemplo, plantea que estoy quemando etapas o que vivo como lo hace la gente más grande. Que si voy a demasiadas fiestas o si es correcto que trabaje a esta edad. Entonces le explico que así salí. Así soy. Y que no estoy dispuesto a retroceder oa frenar la vida que me toca para contentar a nadie. Supongo que será cuestión de tiempo…”.
Admite “difícil” haber caminado entre “el estímulo” de mamá y “los cuidados” de papá , “porque siempre han proyectado en mí situaciones muy diferentes”, describe. “Fue como una doble lectura de las mismas cosas: Él me marcaba lo negativo y ella todo lo contrario. Y eso me mareaba un poco. Pero hoy sé qué tomar de cada uno de ellos, lo que me ayuda a definir mi propia mirada”, concluye. Y así mismo, revela que un nuevo y “muy lindo” punto de conexión con Mariano es la música. Juan , estudiante de canto desde hace algún tiempo, encontró en el músico un referente válido para testear. “Cuando intento alguna canción, se la envío por WhatsApp y le pido: ‘Escuchá esto pero, por favor, matáme. ¡Matáme! Necesito que seas despiadadamente sincero conmigo’. Me gusta que los dos sean los críticos más duro de todo lo que hago artísticamente porque es la manera en la que elijo aprender “, resuelve.
Casualmente (o no tanto), la música suele ser un nuevo y gran punto de conexión con Ramiro Ponce de León (49), lo cual, según relata, “nos acercó de otra manera”, apunta. Él es buen melómano y si le digo ‘Che, estoy escuchando esta banda’, enseguida tiene datos: ‘¿Sabes que en tal año hicieron tal o cual cosa? Y entonces aporta, sugiere y eso siempre enriquece”. Pero el inicio del cuento parece haber tenido otro cantar. “Reconozco que de chiquito le cerré varias puertas. Era el primero y único hombre que entraba a casa con cierta figura de ‘padrastro’. Y me costaba entender que no era mi viejo quien estaba al lado de mamá”, declara. La confianza costó lo que tardó en comprobar que “la ama y la protegida mucho como nadie. Y mirará que no es nada fácil seguir a Florencia Peña . siempre tan arriba, que duerme cuatro o cinco horas por día, con millas de trabajos y horarios rarísimos… Pero Rama lo logra. Y muy bien”.
En tanto, “claro que hay fricciones”, dispara. “Él es muy diferente de nosotros. Un salteño tranquilo , que siempre estuvo fuera del medio y me tiene al lado haciendo veinticinco TikToks. A veces se queda mirándome con gesto de ‘¿…Qué?’ Tal vez por esas cosas discutimos. Pero son enfrentamientos que no duran más de 20 minutos. En primer lugar porque si peleamos, mamá lo pasa mal y entonces digo: ‘Ya tiene bastante, no la hagamos sufrir al pedo’. Y por otro lado, aprendí muy bien eso que ella me enseñó: ' No hay que quedarse a vivir en los problemas ‘”.
Y en términos de afinidad, Felipe (Ponce de León, 7) entra en un cuadro en esta conversación para protagonizar un párrafo que inicia así: “La conexión que tenemos no la logré jamás con ninguno de mis otros tres hermanos. Estoy convencido de que Pipe es mi extensión”, dice Juan . “Como si estuviese proyectando en él todo eso que mamá alguna vez proyectó en mí. Verlo llegar del colegio ya me emociona. Pasamos horas jugando, viendo pelis, haciendo las tareas de inglés… Lo amo. Lo amo mucho “, cuenta. “Por ahí golpea la puerta de mi cuarto y escucho: ' Juani, ¿me prestas un collar? ' Yo lo visto muy canchero y él se agranda porque la gente elogia sus looks”, se jacta. “De repente vamos juntos al teatro, a ver a mamá, y desfilamos en el camarín mientras todos aplauden. Me encanta verlo tan libre y disfrutar de todo. Quiero que sepa que siempre voy a estar ahí para acompañarlo en lo que sea, porque siento que esa es mi misión”.
¿Y qué hay de Toto en este mapa? “No sabes cómo nos peleábamos. Nivel gritos, piñas, patadas…”, recuerda con gracia. La relación con Tomás Otero (estudiante de Gastronomía y líder de ‘Lo de Toto’ , su propio emprendimiento culinario) ha sido, según define, cuesta arriba por su “personalidad tan introvertida y la imposibilidad de asimilar nuestras diferencias”. Después de todo, “siempre le costó entender la libertad de mamá, su forma de mostrarse, su exposición. Lo padecía y hasta hacía sus reproches. Imagina lo que fue que su hermano apareciese con tacos y al otro día usando su propia ropa…Lo mareó demasiado” , evoca. “De chiquito yo pensaba: ‘Nunca en la vida voy a llevarme bien con este pibe’. Pero al crecer, y tal vez porque fuimos madurando, logramos mirarnos diferente, aceptarnos, entendernos y hoy tenemos una relación de la que estoy más que orgulloso “.
Acérrimo “fan de mamá”, como se proclama, insistió con ser el pez Flounder en la memorable interpretación que Florencia hizo de Ariel (la Sirenita ) en Tu cara me suena ( Telefe , 2014). Tenía casi 6 años y el deseo arrollador por “ser parte del medio” que lo llevaría participar de la apertura de ShowMatch (2018), su lugar de “comentarista a los 9″ en el ciclo STO ( América , 2019), un rol en la pieza teatral Algo en común (de Harvey Fierstein , dirigida por Juan Pablo Kexel , 2019), su debut cinematográfico en Los adoptantes (de Daniel Gimelberg , 2020) y la tarea de “desasnar a mamá sobre terminología adolescente” en LPA ( América , 2022).
Hoy, mientras cursa tercer año en el Colegio de la Ciudad (con orientación artística) es parte del equipo de Te pido mildis ( Stream Telefe ). Y aquí reaparece la “preocupación” de papá respecto de trabajar a los 15.
La fue discusión en torno a que soy una persona demasiado autoexigente, entonces mis viejos me plantearon: " Si elegís trabajar no intenta que todo lo demás siga saliendo tan bien, porque tus tiempos serán otros y no queremos que te des contra una pared por la decepción”, cuenta Juan , quien terminó Primer año con promedio 9,49 y Segundo con 9,22. “Así que voy en camino de llevar todo eso un poquito mejor” , dice este reconocido habilidoso para la Economía , “que me fascina tanto como todo lo que tenga que ver con sacar cuentas”. Aunque, paradójicamente, se confiesa “un desastre para administrar la plata”. De todos modos, Otero Peña tiene un claro designio. “Mi plan es irme a vivir solo. Algo que me propuse desde hace tiempo, porque me cuesta mucho ver a mamá agotada, laburando tanto para llegar a pagar todo. Y muchas veces me siento un vividor” , afirma. “Y ahora que estoy laburando, que puedo resolver algunas cosas, me incomoda que me mantenga. Entonces sería una buena decisión como para aliviarla un poco y que, finalmente, pueda vivir algo más tranquila”.
¿Ya hemos mencionado que Juan es fan de su madre, verdad? Él lo reafirma en cada línea. Y eso implica “casi” detestar a Moni Argento . Jamás vio Casados con hijos (Telefe, 2005), “pero no solo entiendo por qué fue un éxito sino también por qué a mamá le gusta desligarse de eso”, analiza. Teme (y hasta le indigna) que el personaje reduzca el “inmenso talento” de su madre a esa icónica peluca rubia . “No fue, ni es, ni será el único rol de su carrera. Y, la verdad, no me banco que la llamen así por la calle”, dispara. “De hecho, y al menos desde la platea, la siento más orgánicamente conectada con Donna Sheridan (su papel protagónico en el musical Mamma Mía ), por ejemplo. Y lo mejor es que después de brillar como lo hace sobre ese escenario vuelve a ser Flor Peña para todos. Eso es lo que quiero que pase”, suma. “Cuando el público aplaude de pie se me pone la piel de gallina. La siento tan plena, tan cómoda, tan ella… Y después de los golpes que soportó, del dolor, de las críticas, verla así me hace muy feliz “.
La define como su “gran inspiración”, aunque “mi vieja siempre diga que voy a superarla”, se desliza. “Yo solo pretendo ir a su par, educarme como lo hizo ella y recorrer un camino, al menos, parecido” . Porque si hay una única bajada materna respecto de su vocación es: “Formación” , como señala. “Mi vieja me repite: ‘Uno puede ser lo que quiera, pero sin estudio es difícil que logres’” , cita. En parte, está convencido, será eso que le bastante algo de peso al prejuicio de un apellido. Dice haber sabido que sería artista desde que recuerda (aunque lo haya negado tantas veces), porque sentí al arte mi lugar seguro, mi resguardo, mi ámbito de libertad. Sus clases de canto, de baile y de actuación (que iniciaron a sus 7 con Cecilia Miserere ), apuntan con certeza y convicción hacia la Comedia Musical. Juan acaba de regresar de la ciudad de Nueva York , donde sumó entrenamiento en Interpretación y Técnica Vocal, Theatre Dance, Self Management e Historia del Teatro Musical, entre otras disciplinas dictadas por figuras como Alicia Albright (de Wicked ), Jeremy Stolle (de The Phantom of the Opera ), Thayne Jasperson (de Hamilton ) y Christopher Stephens (de AMDA ), en instalaciones del Open Jar Studios , sitio de ensayo para los elencos de los musicales más importantes del circuito y con programación de Go Broadway .
Juan Otero Peña sobre el Brooklyn Bridge, en Manhattan, durante un break de las clases intensivas que tomó como parte de su formación integral en el camino de ser un artista de la Comedia Musical.
“Fue una experiencia terapéutica de la que regresó con otra cabeza, sueños más grandes y hasta ganas de vivir afuera”, califica Juan. A la que, por supuesto, no se entregó sin los tips de Romi , “una especie de psicóloga” que “tira las cartas y nos conecta con nuestras propias energías”, cuenta incluyendo a su mamá . Claro, fue su primer viaje a Nueva York y no solo se enfrentaría a un ámbito académico interesante sino también a la compañía y al debut de convivencia con su padre en el exterior. “Y admito que al principio lo dudé”, cuenta. “No estaba dispuesto a discutir con él ni a sentir ningún tipo de frustración”, desliza. “Pero finalmente conectamos muy bien”, comparte respecto del músico que supo vivir en la Gran Manzana durante su desempeño como productor musical. “Mientras yo estudiaba, él se iba por ahí a tocar jazz. Me ayudaba a practicar algún que otro tema y por las tardes caminábamos juntos. Fue un tiempo muy de a dos que nos acercó como nunca y me sirvió también, a despegarme un poco de la mirada de mi vieja”.
Esa mítica plaza teatral es su gran fantasía, coloreada hoy por una videncia que, entre más o menos risas, lo entusiasma. “Una de las brujas a las que consulta mamá le dijo que me visualizó tomando el té con Madonna y, cholulo como soy del mundo de los famosos, me volvería loco”, revela con gracia. “Además le contó que me le aparecía sacando pasajes para que ella viajase a verme triunfar más allá de mi país. Así que apuntemos a eso… ¿No? Nada me gustaría más que ser reconocido como un gran artista” , asegura. “Seguir el crecimiento de Maia Reficco , por ejemplo, una chica argentina que se formó aquí y hoy está estrenando su musical ( Hadestown ), realmente me inspira. Me anima a decir: ‘¿Por qué no?’ Mamá me enseñó a confiar en mí, a forjar mi sello, a defender mi personalidad ya pisar con firmeza esta vida y este medio, sin avergonzarme jamás. Sin cohibirme jamás. Hoy sé que voy a llegar a Broadway “, se promete. " Ya tomar un té con Madonna, obvio “.