Confesiones: el motivo que frenó a Luis Novaresio para ser padre y cuál es la mayor culpa con la que carga Momi Giardina
No se conocen y aparentemente son muy distintos, pero el periodista y la humorista se dan cuenta casi desde que se saludan que tienen mucho más en común de lo que suponían, y no esquivan ningún tema: los límites con sus parejas, la vida después de la muerte, por qué no se dio la paternidad de él y ella confiesa que ya no quiere tener más hijos.
Momi Giardina: —Hola. ¿Cómo estás? Te digo que estamos para hacer una obra de teatro. Los dos estamos de negro. Qué lindo verte, estaba nerviosa.
Luis Novaresio: —Somos dos.
MG: —Porque dije: ‘Siento que sos una persona tan profunda. Y me das serio’. Y yo soy todo lo contrario. ¿Qué punto en común puedo llegar a tener con Luis?
LN: —Pero a mí me gusta eso. Porque siempre hay un prejuicio del otro. Entonces yo tengo la impresión de verte y de ver lo que estás haciendo tan exitoso. Que sos mucho más profunda de lo que vos te autopercibís.
MG: —Eso me gusta. Puede ser. Sí, es verdad.
LN: —Pero te traje un regalo: es mi novela. Acabo de publicarla: Todo por amor, pero no todo. Me da curiosidad preguntarte: ‘¿Das todo por amor, o no?’
MG: —Sí, todo. Lo que pasa es que siento que di todo por amor y me da miedo volver a apostar. Estuve 15 años en pareja y sentí que entregué todo que hasta me perdí de mí. Y ahora volví a apostar al amor. Uno cuando se enamora, por lo general, se entrega. No hay nada más lindo que dar todo. Pero sí reconozco que no me quiero perder mi eje.
LN: —Es un gran debate este si uno debe dar todo, si está bueno. Vos tenés una hija y yo suelo decir que no hay ningún amor incondicional, ni siquiera por un hijo, porque si tu hija se quiere dañar, vos no la vas a acompañar. ¿Qué no darías? ¿Qué diste por amor?
MG: —No me subestimaría más y no dejaría que nadie más me subestime. Tiene que ver que ahora empecé terapia desde que me separé, hace dos años.
LN: —Bien.
MG: —Y esto que te decía en un comienzo de no perderme. Siento que antes vivía para el otro o estaba como más pendiente de lo que el otro hacía. Y ahora entiendo que, en realidad, en el amor yo tengo que crecer como persona, construirme, amarme, mi pareja también y por momentos nos encontramos, la pasamos fantástico y continuamos. Ese es el amor que hoy elijo.
LN: —Estás muy sana. El tipo diagnostica…
MG: —No, estoy medicada también.
LN: —¿De qué?
MG: —Bueno, cuando me separé, sufrí una depresión fuerte y con la ayuda de la psicóloga, mi familia, mis amigos, y mi hija que fue la que me dijo: ‘Mamá, no sos vos, estás fuera de eje’.
LN: —¿Tu hija te dijo eso? Qué valiente.
MG: —Sí, Cuando mi hija me dijo eso, yo dije ‘ah, ok, acá es donde yo tengo que poner un stop’.
LN: —¿Cómo estás hoy con el papá de tu hija?
MG: —Yo siempre digo que el padre de mi hija es mi hermano. Me llevo increíble. O sea, hace 20 años que me separé de él y tenemos una relación de hermandad. Es mi familia.
LN: —Qué bueno eso.
MG: —Una de las cosas que más me gusta dar es el ejemplo, de habernos separados pero los dos elegir estar bien por el amor que le tenemos a nuestra hija. No vamos a generar un River y un Boca, sino todo lo contrario. Él da lo mejor como padre y yo lo mejor como mamá.
LN: —Sabés que yo estoy casado con Braulio, que tiene una hijita con Virginia, que cumple ahora siete, que es mi hijastra. A mí me divierte mucho porque vamos a la escuela y ella me presenta como su padrastro y yo digo que es mi hija. Me encanta que me diga como se le cante. Cuando yo empecé a salir con Braulio, Vera tenía diez meses y me dijo: ‘Mirá, veamos qué hacemos con el amor pero esto es innegociable, es mi hija’. Y yo entendí. Momi, ¿eso fue un ruido para vos en tu relación anterior, o no?
MG: —Mi carta de presentación siempre es esa. Tengo una excelente relación con el papá de mi hija, es mi familia y la persona que elija estar al lado mío sabe que tiene que aceptar como familia al papá de mi hija y por supuesto, a ella.
LN: —Obvio. A mí no me pasa. No me es fácil con mi ex tener un buen vínculo, una persona fuera de serie. Pero bueno, esas cosas de la vida.
MG: —¿Terminaste enojado?
LN: —Sí, terminamos enojados, nos enojamos.
MG: —¿Y pasó mucho tiempo de eso desde que te separaste al día de hoy?
LN: —Seis años.
MG: —¿Y sigue todavía el enojo?
LN: —Creo que sí, porque también es muy difícil salir de una relación con una buena persona. O sea, poder decir: ‘no te amo más. Te quiero, pero no te amo más’. Eso es muy difícil.
MG: —En esto que vos decís que sos padrastro de la hija de Braulio, ¿pensaron y hablaron entre ustedes de tener un hijo en común?
LN: —Pensamos. Hubo como dos momentos de la posibilidad de la paternidad. Uno, antes de conocerlo a Braulio. Cuando fue la época en que se conocía que Fort había subrogado un vientre, también Marley, después. Pero hubo un momento que me dio un vértigo, porque cuando vos tenés que ir a llenar los papeles, te muestran cómo son, te dicen: ‘bueno, ¿y quién se hace cargo si usted se muere?’. Y ahí dije: ‘claro, ¿si yo me muero, qué pasa?’
MG: —Sí, claro.
LN: —Y me dio un vértigo. Después lo conversamos con Braulio pero yo soy grande. O sea, me parece que la paternidad no es solo un acto para uno, sino es pensar en cuánto tiempo podés brindarle a tu hijo. Mi madre tenía una enfermedad que se llama Rendu Osler Weber, medio particular que generalmente salta una generación, o sea, la madre no la transmite al hijo, pero probablemente sí a los nietos. Entonces yo dije: ‘no es invalidante’, ¿pero viste? Y así que descartamos. Yo estoy muy contento. Es un no. Yo no soy el padre de su hija porque hay un papá y hay una mamá que son dos padrazos. Braulio y Virginia son increíbles, pero yo vengo a ocupar un nuevo lugar.
MG: —Es mucho más fácil tu lugar. Porque no sos la persona quien le tiene que poner límites.
LN: —¿Ah, no? vení a casa.
MG: —¿Sos bravo?
LN: —Yo soy el límite. Porque los chicos, me refiero a Braulio, Virginia, me habilitaron a que esto pase. Creer que solo una familia es la biológica, por ejemplo, es negarle a los hijos los adoptivos. Por ejemplo, nuestra familia extendió los lazos de amor. Hay un adulto más que se ocupa de la escuela, de la tarea, de llevarla, ese soy yo.
MG: —Otra coincidencia entre los dos.
LN: —Alcoyana. Alcoyana.
MG: —Me da mucha intriga saber tu edad, porque todo el tiempo decís que sos grande y yo te veo espléndido, pero de verdad.
LN: —Seis puntos cero.
MG: —Mentira.
LN: —Dame el documento.
MG: —Es joda.
LN: —Vos no querés ser madre porque tenés 42.
MG: —No. No quiero ser madre porque se me dio ahora esto del trabajo y es difícil. Soy una persona que a mi hija siempre la cuidé yo, o la cuidó el papá o mi mamá o sus abuelas. Y yo ahora estoy con mucho trabajo y también sería muy egoísta pensar en tener un hijo para que lo cuide una señora, porque mi mamá también ya está grande y no le daría ese trabajo.
LN: —Está muy bien eso que estás diciendo.
MG: —Y tengo ganas de disfrutar la última etapa de mi vida, de pasarla bomba. Tengo una hija que está encaminada, que está grande, que se fue a vivir sola y que soy muy feliz de la relación que tengo con ella y soy muy feliz con la pareja que hoy tengo y tengo ganas de disfrutarlo.
LN: —Está muy bien y eso habla de dar todo por amor, pero no todo. ¿Y tu novio no tiene hijos?
MG: —No tiene hijos y es más joven que yo. Tiene 38 y re quiere.
LN: —Cuatro años de diferencia, no existe.
MG: —No, ya sé. Él quiere pero yo no. Mi carta de presentación fue: me llevo bárbaro con el papá de mi hija. No quiero ser madre.
LN: —Te planteo una situación, Sebastián, tu novio, un día te dice: ‘¿Qué hacés? ¿Vos no querés tener un hijo? Te presento a Celeste. Es una amiga. No pasa nada. Pero ella quiere ser mamá y yo quiero ser papá. ¿Te jode si tengo un hijo con ella?’.
MG: —Ey. Un poco sí, me parece. Creo que sí.
LN: —¿Pero qué te jode? Pueden hacer un tratamiento de fertilización. Si es la cuestión de que tengan sexo, ponele, no sería por ahí.
MG: —No sé, pero siento que soy tan cercana a su vida y que formo tanto parte de ella que, indirectamente, yo me tendría que hacer cargo de la criatura también y no.
LN: —Pero está Celeste que se va a ocupar.
MG: —¡Qué forro! Al final, este Novaresio! No, no quiero.
LN: —Porque sos celosa. ¿Sos celosa? Bancatela.
MG: —Ay, qué guachada esa pregunta… Obvio.
LN: — En mi caso por ejemplo, Vera es preexistente a que yo exista. Pero hay una mamá. Digo, nunca fueron pareja ni nada de esto.
MG: —Él me lo dijo ayer. Sebastián ayer me dijo: ‘Bueno, como vos no tenés ganas de tener un bebito, por ahí… sale algo, pero yo lo saqué cagando.
LN: —Pero le estás pidiendo mucho.
MG: —Ay, pobre. Sí, es verdad. Pero yo te dije que soy egoísta también. Es un punto a tratar.
LN: —Te lo digo en broma, porque como si fuera fácil de resolver. Pero es un tema.
MG: —Sí, pero es un tema. Igual lo pueden hablar. Él tiene esa capacidad y a mí eso me enorgullece un montón. La capacidad de dialogar todo.
LN: —¿Cómo te llevás con la infidelidad?
MG: —Fui muy tóxica en algún momento. Y también los golpes de la vida y la enseñanza me marcaron. Uno con los años se va liberando de cosas y vas entendiendo que nada es tan grave como parece. Hoy con la pareja que estoy me entero que tuvo una noche así… no sé… perdida, voraz, con una persona… y eso no quita todo lo que él me da y todo lo que nosotros somos por esa infidelidad. Antes decía: ‘no la perdono’. Hoy estoy segura de que sí.
LN: —Pero lo hablaron previamente.
MG: —Yo se lo digo a él. Sí.
LN: —¿Y qué pasa si vos le decís que querés estar con otro chico?
MG: —No, no creo que él sea tan flexible en ese caso.
LN: —¿Quién es el tipo más fachero del mundo?. Aparte de él.
MG: —Bradley Cooper. También le dije que el día de mañana me encantaría abrir el vínculo, hoy tenemos una pareja monogámica. Pero le dije que yo no me quiero morir sin experimentar estar con una mujer. Yo digo que a mí me encanta Sebastián porque tiene una energía muy femenina. Y hoy por hoy es raro encontrar hombres así.
LN: —Y que se animen a mostrarla.
MG: —Que se animen a mostrarla. Y él es ultra sensible y me ha dicho cosas que me descolocó por completo porque siempre tuve y elegí un patrón de hombre muy machista, muy como se hace lo que yo digo. Y hoy encontrarme y saber que esta transformación mía puede elegir un patrón diferente me autofelicito. Es buenísimo. Vos perdonarías una infidelidad. ¿Está hablado con Braulio?
LN: —No y sí. No perdonaría una infidelidad. Sí está hablado con Braulio. Porque creo que hay que hablarlo. Lo que no perdonaría es que si acordamos esto, que lo modifique. Ahora, si acordamos que la monogamia es un hecho que no va más, entonces no hay infidelidad. O sea, yo digo infidelidad en las reglas. Yo soy de una generación en donde había cosas de las que no se hablaban y lo no hablado es complicado. Yo prefiero que no. Claro, Braulio y yo somos dos señores grandes, o sea, no somos dos pibitos. Me parece que está re bueno que charlemos, que acordemos.
MG: —Si tenés ganas de esto me lo puedas comentar, pero tienen esa libertad en decir.
LN: —Claro, de decir ‘¿che, qué onda? ¿Qué hacemos con esto? Yo te amo’. Yo creo que el amor tiene una dosis de exclusividad. Ahora, el resto depende de cómo te pegue. Y sobre todo, seamos fieles a las reglas que fijamos.
MG: —Total… ¿nunca rompiste una regla?
LN: —Sí, y no está bueno. Me parece que está buenísimo sentarse a hablar. Viene Bradley Cooper. Compro.
MG: —Olvidate. Armamos un triciclo divino. (Risas)
LN: —Pero re compro. Ojo que me dio como un ratoncito.
MG: —Igual tenés algo de Bradley.
LN: —No, no, si encima es más joven.
MG: —No, no te creas. No te tires abajo.
LN: —¿Cuál es el don que Dios o la naturaleza te dio a vos? ¿Cuál crees que es el don?
MG: —Yo creo que tengo el don de hacer reír, de generar buenos climas.
LN: —Está buenísimo. Es un recontra don.
MG: —Me siento capacitada para eso.
LN: —A mí me dieron los remos. ¿Viste? No me dieron ni la belleza ni la inteligencia. Me dieron remo. Yo te remo todo.
MG: —Durante muchos años tenía mucha inseguridad porque deseaba tanto trabajar de lo que yo sabía hacer y no se me daba. Que es una carrera que vos también lo debés saber, que es la aceptación del otro, que te elijan, que te aplaudan.
LN: —No estamos bien ninguno de los que trabajamos de esto.
MG: —Obvio.
LN: —Lo sostengo.
MG: —No, desórdenes mentales.
LN: —El streaming. Ir a la cámara y gustar, someternos a eso. Estamos tocaditos.
MG: —Estamos tocados con la aprobación del otro. Es raro. Yo insistía, insistía, insistía. Y hasta que se me dio a los 40 años.
LN: —¿Cuánto te gusta la plata?.
MG: —Me gusta, me encanta vivir bien. Pero mi viejo siempre fue el que no come huevo para no tirar la cáscara. Tan ahorrativo, que yo soy un despilfarro. Me la patino toda, Luis.
LN: —¿No está nada mal, eh?
MG: —Pero no sabés la culpa que me da no tener una casa propia. Pero pregúntame por dónde viajé. El mundo me conozco.
LN: —Claro, que te vengan a buscar.
MG: —¿Que me vengan a buscar? Viajo en business. A veces he sacado préstamos para irme de viaje. Soy como una niña en cuerpo de adulto. Con estas cosas, con la plata. Me gusta. No sé. A mi mamá, por primera vez con mi trabajo pude regalarle un pasaje y que se venga conmigo a México. Y bueno, me los llevo en vida.
LN: —Qué bueno. Te banco en esas, vamos a viajar juntos.
MG: —¿Vos también sos de mi team?
LN: —No. Yo soy hijo de un gringo y me costó. Ahora me estoy relajando un poco. Pero hay que pagar la prepaga, el techo, todo un error. Bah no, la prepaga está bien. Quiero decir, la prepaga siempre. Pero soy más del deber que del placer.
MG: —¿Sentiste vergüenza alguna vez de algo que digas?
LN: —Cada tres minutos. Soy un tipo muy vergonzoso.
MG: —¿Sí?
LN: —Hiper vergonzoso. Sí. Lo que se te ocurra. Me daba vergüenza venir acá y que te pareciera un pelotudo. Me da vergüenza usar zapatillas amarillas. Yo casi no me veo ni me escucho.
MG: —¿No te mirás al espejo?
LN: —No me gusta ni medio lo que veo.
MG: —¿Por qué?
LN: —Porque no me gusta el paso del tiempo. Viste cuando te dicen que el paso del tiempo es adquirir sabiduría…
MG: —A mí me gusta el paso del tiempo. Lo que tiene que ver con la madurez interior de la persona, pero no la exterior.
LN: —Una porquería.
MG: —No, eso es tremendo. ¿En qué momento se me cayó el culo, en qué momento tengo dos kilos de papada?
LN: —Antes no me dolía el ciático. Un amigo muy querido de nombre Daniel. No voy a decir el apellido, Hadad, me dijo que soy cronofóbico. Nada del paso del tiempo es bueno. Y yo dije: ‘Este tipo es sabio’.
MG: —Este tipo tiene razón. A mí me da intriga saber de vos también. Porque encima te veo tan impoluto que digo: ‘¿Dónde está la mancha negra de este hombre? ¿Cuál es ese costado oscuro tuyo que decís?’. ¿Sabes qué? En esto yo soy un forro…
LN: —Yo soy bastante egoísta. Me parece que eso es un poco. Yo trabajo para no ser tan egoísta. Trabajo la soberbia que es un pecado que me habita cada tanto. Mirá si esta cosa de creer que es como yo digo, porque yo lo digo. Una vez fui a hacer una entrevista por la novela con una colega del Canal de la Ciudad, Mercedes, y me dijo: ‘uno tiene que amigarse con las contradicciones que uno es porque uno es un montón de cosas’. ¿Y antes yo me cuestionaba pero vos no decías tal cosa? Bueno, en determinadas circunstancias. Entonces, estoy como más amigo de mí mismo.
MG: —Claro. Como que te hacés cargo de decir ‘soy egoísta’. Yo también soy bastante egoísta. Pero esta profesión también te hace así.
LN: —Es verdad. Es la profesión. Es la historia de vida. Pero el egoísmo y la soberbia me habitan. Y trato de laburar para que eso no sea lo más importante.
MG: —Y me quedó otra cosa, así como dando vueltas en mi cabeza. Soy muy dispersa, sufro de dislexia.
LN: —Estás hablando conmigo que somos parientes, así que tranquila.
MG: —Te digo que al final de la nota tenemos tantas coincidencias que terminamos siendo hermanos.
LN: —Esto es una historia porque soy hijo único de una familia de inmigrantes, de una familia muy pequeña. No tengo primos. Bueno, mis primos viven hace 50 años en los Estados Unidos. Y no tengo familia de sangre cerca. Y soy el último Novaresio de la historia. O sea, conmigo se termina el apellido, y eso pesó.
MG: —Recontra.
LN: —Soy hijo único de unos padres maravillosos, a los que yo siempre digo que tengo la suerte no solo de quererlos sino de admirarlos, que ya no están más, pero que hay que hacer el deber antes que el placer. El deber entonces pesa. Y cuando en un momento te hacés cargo de tus padres…
MG: —Y se invierte la situación.
LN: —Sos el único. Entonces, tomar decisiones sobre si tu vieja va a seguir viviendo sola o no, si se la puede bancar o tomar la decisión de que no la conecten al respirador.
MG: —Yo tengo hoy por hoy la suerte de tener a mis papás, tanto a mi mamá como a mi papá, pero siempre pienso en las personas que partieron sus padres, como en tu caso, si te quedó algo pendiente para decir.
LN: —Mi papá se murió cuando yo no había llegado a los 30 años. Le hubiese dicho muchísimo y más seguido, que lo quería un montón y me hubiera gustado escucharlo. Lo que los dos implícitamente sabíamos pero que no nos decíamos. A mi vieja no, porque nos dijimos todo de las mejores y de las peores maneras. Con mi viejo sí, porque hace un montón que se murió y me hubiese encantado estar más tiempo con él. Yo siempre en las entrevistas pregunto. ‘¿Nos morimos? ¿Y qué pasa?’. Y yo tengo la impresión de que no pasa nada.
MG: —¿Vos tenés esa impresión de que nos morimos y no pasa nada? Yo todo lo contrario.
LN: —¿Vos creés en una vida después?
MG: —Yo creo que somos alma, que somos energía, que acá estamos de paso y que nos espera una vida eterna, hermosa y que nos reencontramos de la mejor manera.
LN: —A mí me encantaría pensar así pero yo creo que no pasa nada. No quiero amargarte.
MG: —Yo estoy muy convencida con esto.
LN: —Me encantaría encontrarme con mi viejo. Sé todo lo que tengo para contarle a mi padre de lo que no vio, lo que no compartimos. Para mí sería una fiesta encontrarme con mi viejo. Hace dos años se murió uno de mis mejores amigos, joven, andando en moto. Se llamaba Néstor, vivía en Rosario y yo acá, pero lo llamaba y era un incondicional. Me encantaría comer un asado con mi viejo y con Néstor.
MG: —¿Pero tenés algo para recriminarles?
LN: —Sabés que no. Antes, mucho. A mí también me ayudó mucho el análisis. Yo hago psicoanálisis. Creo que uno hace lo que puede en la vida. A mí me parece que es tan soberbio pedir que el otro sea como vos esperás que sea. Hacen lo que pueden. Cada historia, mi viejo era un tipo de una cultura, de una formación autodidacta. A los 18 años tuvo que dejar Italia, pasó la Segunda Guerra Mundial allá, se vino acá, se puso a laburar, hizo lo que pudo. Mi vieja lo mismo, a sus 13 se quedó sin madre y se hizo cargo de su familia. Durante mucho tiempo sí juzgué mucho, pero hicieron lo que pudieron con mucho amor. Cuenta saldada con ellos.
MG: —Qué bien.
LN: —Y me parece que fueron buena gente, esencialmente, buena gente. Buenos padres.
MG: —Te amo.
LN: —Y es recíproco.
MG: —Es hermoso.
LN: —De verdad. Un encanto de gente.
MG: —Vos también.