Música/Espectáculo

Los mejores musicales de Susana Giménez: del inolvidable “Detrás de todo solo hay una mujer” pasando por “Fever” y “Cachita”

Desde que inició su primer programa, el 1° de abril de 1987, los musicales de Susana Giménez se convirtieron en mucho más que la simple “apertura” del ciclo. De la inolvidable Detrás de todo solo hay una mujer pasando por Fever y Cachita: la diva y su producción montaron verdaderos espectáculos a base de hits, que muchas veces acompañaron con ingeniosas letras; imponentes coreografías; y la participación de un sinfín de bailarines y famosos. El más recordado quizá sea el que filmó en el año 1998, en la cancha de Quilmes, frente a miles de fanáticos y un despliegue casi cinematográfico.

Marcelo Iripino, ex Susano y coreógrafo de la diva, estuvo a cargo de aquella apertura en la que —dice ahora— no se privaron de nada. “Lo armamos en Miami junto a Luis Cella, su histórico productor. Era todo muy faraónico. Me acuerdo de que hasta llevamos un helicóptero. Fue un trabajo de equipo increíble: con 20 mil personas en la cancha. Todos cantando: ‘Detrás de todo sólo hay una mujer… Detrás de todo sólo hay una mujer… Ni una diva total, ni una mujer fatal, soy Susana, soy siempre igual’”, dice en charla con Teleshow.

La letra —tan pegadiza como inolvidable— fue escrita por China Zorrilla y Atilio Veronelli. Hacía referencia a los desengaños que la conductora había vivido junto a su exmarido, Huberto Roviralta, de quien se había divorciado hacía poco. Para la apertura de su programa, como ya era costumbre, decidió grabar un musical y el tema elegido fue una adaptación del clásico YMCA del grupo Village People. Lo hizo a lo grande.

Como se ve en el video que encabeza esta nota, Susana llevaba puestas unas calzas negras, un corsé y unas plumas fucsias. Escoltada por más de 30 bailarines, entre ellos el actor Diego Reinhold, la diva se abrió paso en el escenario entonando: “¡Basta! Esto se terminó, ya no importa. Cómo fue que ocurrió lo que sigue, lo que importa es seguirla vida es así (¡por suerte!)”. Todo entre una mezcla de luces y de humo y las palmas eufóricas del público. Al finalizar, en línea con la locación elegida, desde la tribuna desplegaron una bandera con su rostro y un teléfono en la mano.

“Fue increíble. Era la época dorada de la televisión. Hoy todo eso sería imposible. Hay muchas locaciones en las que no se puede grabar porque el presupuesto no da. Y aparte los bailarines, imagínate contratar a tantas personas hoy: ¡una fortuna!”, dice Iripino.

Marcelo jura que trabajar con Susana siempre fue muy fácil. “Estaba muy entregada a todo lo que le proponía porque le fascinan el baile y los musicales. De hecho, cuando yo arranqué a coreografiarla, en el ‘98, las aperturas se grababan a tres cámaras. Con mi llegada pasamos a cinco: eran tipo videoclip. Cada año intentábamos superarnos. Ella decía: ‘Me encantaría tener 50 bailarines’. Y los 50 bailarines estaban”, dice y enseguida trae a colación una extensa lista de musicales, entre ellos, Fever y Cachita.

“Fever fue increíble. Susana entraba por un callejón vestida con un piloto negro y una peluca rubia, de pelo muy cortito, y anteojos de sol. Después aparecía con un vestido rojo, tiraba una ficha en una rocola, como en el video Smooth Criminal de Michael Jackson, y arrancaba la música. Ella estaba espléndida. Había unos bailarines en torso, con unos cuerpos espectaculares. La verdad que fue un musical desopilante”, recuerda.

“Miro hacia atrás y digo: ‘Guau… ¡Cuántas producciones!’. Me acuerdo de una que grabamos mitad en el autódromo y mitad en el Luna Park. Había como 100 bailarines, una cosa de morirse, todos marchando de rojo y blanco. Hubo otra en la que participó Julio Bocca, y bailó un tango con Susana. Y bueno, Cachita, el tema de Ricardo Montaner, fue un tremendo musical. Ella está de blanco, en un barco… Impresionante”, sigue Iripino.

Acerca de los ensayos, la modalidad que adoptó hasta el último musical que grabaron, era ensayar de manera dividida. “Primero repasaba la coreografía con los bailarines y, después, yo solo con Susana en su casa. Entonces, cuando estábamos todos juntos, el tema ya estaba bastante aceitado. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer”, dice.

¿Percances? ¿Caídas? ¿Golpes? “Una vez hicimos un musical de rock and roll en el que bailábamos juntos. Me acuerdo de que en un momento le solté la mano y la tiré contra un decorado. ‘¡Me vas a matar!’, me dijo. Entre la energía de Susana y la mía estábamos como enchufados a 520″, cuenta entre risas.

Para este 22 de septiembre Susana no hará un musical de apertura como otros años. El plan, según cuenta Iripino, es realizarlo más adelante: “Ella quiere hacer algo sí o sí. ‘Tengo ganas’, me dijo. Así que estoy llevándole un par de propuestas. Yo me inspiro mucho en las comedias musicales, como el burlesque, porque ese tipo de cosas le quedan bien a Susana”, explica Marcelo y anticipa que, este domingo, la diva será recibida por un grupo de bailarines que él mismo coreografió. “Va a ser un programón”, vaticina.

Marcelo Iripino y Susana Giménez
Marcelo Iripino y Susana Giménez

—Después de tantos años de trabajar con Susana, ¿qué aprendiste de ella?

—Para mí fue y sigue siendo maravilloso. No solo aprendí de ella, sino de todos sus productores, porque también trabajé con Gustavo Yankelevich, Luis Cella y Federico Levrino. Después con Alejandro Stoessel. Todas fueron experiencias increíbles y me dejaron una enseñanza maravillosa. Y Susana, para trabajar, es fabulosa. La pasamos bárbaro en los musicales, nos divertimos un montón.

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