Diego Korol habló de su nueva vida en España y de las diferencias con el fútbol argentino: “Acá, ir a la cancha es como ir al teatro”
El 17 de junio de 2023, el periodista y conductor Diego Korol dejó Argentina para irse a España, junto a su esposa, Romina Ricle, y su hijo, José. “Muchas veces me preguntaron si me fui enojado y la verdad es que nada que ver. Vine porque me llegó un proyecto laboral y, también, con la idea de vivir una experiencia como familia. Básicamente, para no quedarnos con la duda de qué hubiese pasado si”, cuenta en diálogo con Teleshow.
Un año y tres meses después de armar las valijas para aventurarse en su “nueva vida”, el exintegrante de VideoMatch y de Peligro Sin Codificar, hace un balance y se dispone a contar cómo son sus días en Madrid. “Lo que más extraño son familia y mis amigos. También ir a la cancha a ver a la Selección”, anticipa Diego que, desde que pisó el viejo continente, dejó de ser “famoso”. “Acá no me conocen. Salgo a la calle y nadie me saluda ni me pide una foto. Si sucede es algo muy eventual”, dice y se ríe.
—Te fuiste con trabajo, ¿a qué te dedicás?
—A lo que hice siempre: coberturas deportivas. Lo estoy haciendo para la señal DSports para Latinoamérica, especialmente para Argentina, y los países que son poseedores de los derechos de la Liga. Tengo acceso a los jugadores, que es algo que me encanta, así que desde ese lado me siento muy cómodo y me divierto. Después, estoy trabajando con una productora, que se llama SIC3, haciendo contenidos creativos. Y, próximamente, vendrá algún que otro anuncio.
—Hay muchos jugadores argentinos en España. ¿Eso suma a la hora de hacer tu trabajo?
—Sí, porque me conocen. Es mucho más fácil interactuar con ellos que con los que no son argentinos. Pero es parte de la adaptación que tuve que hacer porque, más allá de venirme con trabajo, de alguna manera, también empecé de cero. Acá no me conoce nadie. Si me toca cubrir un partido del Atlético de Madrid, tengo que presentarme con el equipo de prensa, con el delegado del club y con la gente. Tuve que resetearme y aprender a ceder mi ego.
—Claro, dejaste de ser “famoso”. ¿Qué se siente?
—Exacto. Cuando tomé la decisión de venir a España entendía que, después de muchos años de televisión y de radio en Argentina y, de cierto reconocimiento en la calle, acá venía a ser anónimo. Salgo a la calle y nadie me saluda ni me pide una foto. Si sucede es algo muy eventual. Yo pongo de referencia a los padres de los compañeros de colegio de mi hijo, que son con los que convivo a diario. Yo nunca vine y dije: “Yo en Argentina era…”. Algunos lo fueron descubriendo, otros ni lo saben. Está bueno, pero no es para cualquiera. Cuando vos estás muchos años en la tele, para bien o para mal, empezás a moverte de otra manera. Acá soy uno más. Voy a un restaurante y tengo que hacer la fila, como cualquier hijo de vecino.
—¿Qué es lo que más extrañás de Argentina?
—Los afectos. Mis viejos tienen 89 y 86 años, así que tengo comunicación diaria con ellos y con mis hermanos. Por eso, una de las primeras cosas que hicimos fue armar una red con familias, algunas argentinas, que tuvieran algún hijo de la misma edad que el nuestro; ahí se nos fue abriendo un poco el panorama. Por suerte estamos bastante vinculados a la cultura española y también nos gusta mucho descubrir cosas, tanto a nivel gastronómico, como cultural y musical. Mi hijo nos sorprendió. La argentinidad lo ayudó muchísimo para meterse y adaptarse al mundo español. Más allá de eso, lo que extraño es ir a la cancha y la forma en que se vive el fútbol.
—¿Cómo se vive el fútbol en Madrid? ¿Es menos apasionado?
—Es distinto. La gente se prepara de otra manera: es como ir al cine o ir al teatro. Por ejemplo, al partido de las 21, cada uno va con su bocadillo de jamón y, en el entretiempo, cenan. Es un ritual. También van y vuelven en el metro. Todo muy ordenado. No es ni mejor ni peor, es otra cultura. El último domingo se suspendió unos minutos el clásico entre el Atlético Madrid y el Real Madrid, porque desde la hinchada tiraron encendedores al predio. A partir de ese día, todos hablan del “bochorno de los encendedores”. Para el jugador europeo fue como si hubiese estallado una guerra. Para los argentinos no, porque estamos acostumbrados. Desde chicos jugamos al fútbol en la calle, en las plazas o en los clubes. Acá no existe el club. Se juega en los colegios. Mi hijo entraba al club a las 10 de la mañana del sábado y nos íbamos a las 8 de la noche. Todo el día jugando a la pelota. Eso se extraña.
—¿Te hubieras animado a emigrar sin trabajo?
—No se lo recomiendo a nadie. Tenerlo te da tranquilidad. Nosotros, los argentinos, somos muy de la cultura del trabajo. Vos te sentás a tomar un café o una cerveza y hablás de tu laburo, de la guita, del aumento de algún servicio… Incluso estás todo el tiempo pensando en cómo generar cosas. Te voy a dar un ejemplo: acá, cerca del colegio de mi hijo, había un restaurante muy importante. Hace tres meses el dueño se jubiló y lo puso en venta. Nadie se lo compró y el lugar, que funcionaba muy bien, está cerrado. Yo le decía a los padres del colegio: “En Argentina algo así no lo dejan pasar. Lo agarran en grupo y lo levantan”.
—¿Cómo ves a la Argentina desde allá? ¿Te importa?
—Sí. Estamos muy metidos en lo que pasa. Te dan ganas de que las cosas funcionen y de que todos podamos vivir tranquilos. Porque yo estoy acá, pero allá están mis viejos, mis hermanos y mis amigos. Muchas veces la gente pregunta por la inflación y es difícil explicarlo.
—¿Preguntan por eso?
—Un día te hablan de la inflación, otro día de la inseguridad… porque entre las redes sociales, los noticieros, siempre aparece la mala noticia. El otro día uno me decía: “En lo que va del año aumentaron los servicios el 370%. Está mal, ¿no?”. Yo le contesté: “No, no está mal. Es Argentina”.
—¿Tenés planeado volver a Argentina?
—Algo que aprendí acá es que la gente se mueve. Vos preguntás: “¿Che, qué te pasó con tal familia?” Y te dicen: “Se fueron a Alemania o Polonia”. En ese sentido, el argentino no se mueve tanto. De hecho, yo viví años en la misma casa. Originalmente, el plan era estar acá por lo menos dos años. Si me preguntás, creo que está bueno seguir experimentando. Nunca digo: “No volvería a Argentina”. Creo que es nuestro lugar. Incluso, en unos meses, vamos a ir de visita con mi hijo que quiere ver a sus amigos. Tengo todo para volver: mi casa, mi auto… Pero también tengo todo para estar acá. Siento como si en Madrid tuviera una casa en la Costa Atlántica. Esta es mi casa de la costa.